Dirigida por Bretaigne Windust, por el que Bette Davis sentía poco aprecio, ya que le había dirigido en su anterior película, “Winter Meeting”, con escaso acierto.
La película brinda la oportunidad de de ver a Bette Davis en una comedia, algo no muy habitual. Se trata de una comedia ácida de posguerra, sobre la independencia que la mujer había alcanzado tras la II Guerra Mundial en Norteamérica y su progresivo ascenso a puestos de responsabilidad. También nos habla, a un nivel más concreto, de un reencuentro de dos personas; de una pareja que se frustró porque uno de los dos huyó.

Robert Montgomery es Carey, un aplaudido periodista internacional, conocido por su talento para sacar a la luz los dramas ocultos y los detalles más incómodos de las noticias que cubre. Tras ser despedido de su puesto, acepta quedarse como redactor jefe de la revista “Home life” (algo así como Vida hogareña en América), solo porque su editora es Linda (Bette Davis), antiguo romance a la que dejó tirada. Durante su ausencia, ella ha prosperado personal y profesionalmente.

El trabajo de ambos es sacar adelante el número de Junio, realizando un importante reportaje de una novia de Indiana, ciudad que se tacha reiteradamente de ultraconservadora (“¿Qué le pasa a tu tío Henry, acaso está mal de la cabeza? No, es un demócrata").

El tira y afloja entre ambos, la mayor baza del film, es constante. Los diálogos son inventivos, originales y bastante corrosivos para la época, constituyendo uno de los mayores aciertos del film. Una de las primeras perlas que suelta Bette es: “Tú no eres un cerdo, tan solo das la impresión”, a lo que Montgomery contesta “Soy alegre cariñoso, y mira qué dientes”.

Como curiosidad, es la primera aparición cinematográfica de Debbie Reynolds. Aparece sentada junto a la chimenea, mirando cómo Bette reprende a un niño que está suspendido entre el brazo del sofá y la repisa de la chimenea.

En lo referente a ambos protagonistas principales, el film funciona muy bien, a pesar de ser actores, a priori, poco indicados para la comedia. Ello es posible a su profesionalidad y sus tablas. Sorprende la vis cómica de Robert Montgomery, que maneja con suma facilidad el tono irónico que destila su personaje.

Es una magnífica oportunidad de ver a Bette Davis en otro registro, fuera de sus personajes de malvada. Y no lo hace nada mal.
Es que es muy grande.