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Voto de Strhoeimniano:
10
7,2
15.318
Animación. Drama Jiro Horikoshi, que sueña con volar y diseñar hermosos aviones, se inspira en el famoso diseñador aeronáutico italiano Caproni. Corto de vista desde niño y por ello incapaz de volar, se une a la división aeronáutica de una compañía de ingeniería en 1927. Su genio pronto es reconocido y se convierte en uno de los más prestigiosos diseñadores aeronáuticos. Film biográfico que recrea hechos históricos que marcaron su vida, como el ... [+]
6 de mayo de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es redundante decir que cada nueva obra de Hayao Miyazaki es un breve, pero intenso encuentro, con una técnica, la de la animación, que en sus manos alcanza ese ARTE que se escribe siempre en mayúsculas y con una sensibilidad tan, pero tan acusada, que te acuna desde el primer fotograma. La mala noticia, para las personas que caímos hechizados desde su magistral “Heidi,” es que esta es su última obra, el adiós que nunca deseamos que llegara; la buena, es que “El viento se levanta” es una película sorprendente y magistral a partes iguales.
Miyazaki se retira quizá con la propuesta más madura que ha salido de su portentoso magisterio. Es cierto que sus películas de animación nunca fueron del todo infantiles, aunque sí plagadas de una fantasía que las hacía (maravillosamente) distintas a las propuestas de otro gigante (abusón) de las películas animadas como es la factoría Disney; pero aquí su órdago es un poco mayor pues explora un período bastante vergonzoso de la historia japonesa: el Japón Imperial (y belicoso) previo a la II Guerra Mundial. Esto en sí ya es un desafío, pues no olvidemos el regusto pacifista y medio ambiental que recorre con tenacidad toda su obra, así que tratar un período que personifica justamente lo contrario de lo que defiende este autor desde siempre, hace de este soberbia película uno de los mayores retos que ha acometido. Y lo hace, como siempre, desde una sensibilidad muy, muy especial, ajena a toda la épica que vivía el país nipón.
Desde el primer fotograma, Miyazaki subraya la importancia de los sueños; de hecho, si hubiera que resumir su propuesta sería esta afirmación el hilo que cose este espectáculo colorista e íntimo que es “El viento se levanta.” Para esto nos acerca a la figura de Jiro, ingeniero aeronáutico que diseñaría una de las joyas de la aviación nipona: el caza Mitsubishi A6M Zero, recreando los aspectos más importantes de su vida. Pero no crean que estamos ante una biografía al uso. Jiro, corto de vista desde niño y por lo tanto incapaz de volar, decide perseguir su sueño entrando por la puerta de atrás: diseñando aviones. Esta decisión surge del encuentro (en un sueño) con otro diseñador: el italiano Caproni. Este solapamiento entre sueño y realidad será casi una constante a lo largo de la película y visualmente quedas anonadado ante la maravillosa técnica y sensibilidad con la que acomete estas traslaciones. Pero esta belleza con la que nos premia, no logra ocultar la árida realidad que se está tejiendo. Es alucinante cómo Hayao Miyazaki logra expresar lo que no se ve, por ejemplo cuando recrea la estancia de Jiro en la Alemania nazi, o el propio clima militarista que asoma sus fauces en los “clientes” de la empresa para la que trabaja. Todas esas breves pinceladas consiguen que atisbemos el horror que teñirá ese período y también la futilidad de toda guerra como solución. Todo esto desde un clima reposado, que deja que los planos respiren y asomen todo su contenido, incluso en los momentos en los que la intensidad dramática alcanza su clímax: el terremoto que desbasta Tokio, las secuencias de las pruebas de aviación, etc. Momentos que en el cine actual descompondría en una infinidad de planos y ángulos, Miyazaki lo desarrolla desde un aliento sereno y bello. Y todo, sin más armas que su asombroso dominio del dibujo y el color. La película, en este sentido, está plagada de secuencias en las que sencillamente te quedas pasmado por la cantidad de elementos que anima. Todas las secuencias urbanas son espectaculares. Ver cómo articula toda esa masa de seres hasta dotarlos de vida te hace creer que el dios de la animación existe y este no es otro que Hayao Miyazaki. Pero el mismo logro está en las secuencias más íntimas, en los espectaculares paisajes que dibuja, en ese viento que no se ve pero que está ahí con la fuerza de un ciclón, en las emociones que dibuja en esa historia de amor que vive con Nahoko (extraordinaria la secuencia en la que un avión de papel tejera en el aire las palabras que calla el corazón), en la paleta de colores que usa, en esa delicadeza (tan nipona) que recorre todos sus dibujos.
Un viento suave se alza y crece. Síguelo, te llevará al Olimpo de la animación, a ese arte que Hayao Miyazaki deja huérfano, pero con una última obra incontestable. Disfrútala, vivirás un sueño.
Strhoeimniano
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