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Voto de Strhoeimniano:
10
Musical Cuando acaba la Guerra Civil, un cantante homosexual, un pianista y su novia Pepita se unen para formar un grupo que se hará famoso y triunfará en toda España. Cuando regresan a Madrid, empiezan para ellos los peores momentos de su carrera; la aristocracia de la capital, aburrida y en busca de fuertes emociones, arremete contra Mario por su condición de homosexual. Mientras, la madre de Pepita conspira para separarla de su novio. (FILMAFFINITY)  [+]
22 de junio de 2013
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si Hollywood filma musicales con las composiciones de Cole Porter, Irving Berling, o Rodgers & Hart y tantos otros, porqué nuestra industria no iba a hacer lo mismo teniendo a mano autores tan magistrales como los archifamosos Quintero, León y Quiroga, o al maestro Solano o a Juan Mostazo. La prueba de que se puede hacer un genero tan poco visitado por el cine español como el musical, y hacerlo bien, es “Las cosas del querer.” Trasunto de la vida del cantante republicano, Miguel de Molina, pese al letrero final que excluye esta posibilidad por la ruin razón de no pagar derechos de autor, hecho del que se queja en su autobiografía “Botín de guerra.” Si bien es una versión libre, el personaje de Ángela Molina (Pepìta/Dora) no existe, en lo esencial están recogidas las andanzas del gran cantante en los breves años que pasó en España durante la dictadura de Franco.
Pero para eso nos narra la historia de tres personajes: Pepita, una emigrante andaluza que se quiere abrir camino en el mundo de la copla; Mario (Manuel Bandera), un cantante homosexual que inicia su carrera como pareja artística de “Dora,” y Juan (Ángel de Andrés) un pianista y director que pasa a formar parte del grupo. Los destinos de estos tres personajes se cruzan a finales de la Guerra Civil, en el bombardeado Madrid de aquellos años y entran en la lucha por la vida y sus sueños en la famélica posguerra.
Chávarri mostrará este ascenso musical sobre el fondo de un Madrid derruido por las bombas. Es magistral cómo muestra a los vencedores, como desnuda sus rencores, sus privilegios vividos como derechos, y sus abusos mostrados como una cara más de “su justicia;” Pero aún así es más revelador como dentro de esos apuntes, la mirada del director madrileño va a más mostrando lo que no se quiere ver: el miedo, la falta absoluta de libertad. La “paz” sin justicia que se vivía (magistral el momento en que el gran Rafael Alonso, aquí un Gobernador Civil bastante cabroncete, imita la voz aflautada de Franco y dándose cuenta de su audacia, cambia rápidamente el tono; o cuando Ángela Molina canta en su debut cinematográfico la doble versión del “El morongo”, totalmente folclórica para el sufriente país, y extremadamente erótica para la doble versión). Pero al lado de estas sombras, Chávarri también nos muestra la luz del amor, de muchos amores pues en el terceto protagonista este sentimiento toma todas las direcciones, aunque no todas son correspondidas.
Pero vamos a lo realmente magistral de esta película. Primero, Chávarri la dota de un aspecto visual único. Pese a lo sombrío de la época (magníficamente retratado por los personajes y los exteriores), es una película colorista, con esos colores que tiene el cine musical. A esto contribuye la fotografía del veterano Hans Bürmann, pero también un vestuario muy, pero muy cuidado de Mª García Montes y Mª Luisa Zabala (estuvieron nominados a los Goya, pero incomprensiblemente no ganaron pese a diseñar un vestuario muy medido y elegante, que caracteriza perfectamente al personaje y al momento), y sobre todo integra de una manera muy natural los abundantes y sabrosos números musicales.
Esto me lleva a hablar de las joyas de la corona: Ángela Molina & Manuel Bandera (Ángel de Andrés está inconmensurable, pero su papel no tiene tanto alcance como el que magistralmente interpreta esta pareja de actorazos). Oírlos cantar es un placer colmado de alegría. Dotan a las versiones que interpretan de un color y calidez que las hace más cercanas; además, las interpretan maravillosamente. Ver a Manuel Bandera cantando “Te lo juro yo...” y si resistes pasar la canción sin estremecerte, entonces pellízcate, quizás estés muerto; sin embargo, una interpretación tan vivida como la suya ni siquiera tuvo el reconocimiento de la Academia de Cine, que lo ignoró a la hora de las nominaciones (si designo a Ángela Molina, aunque finalmente se lo llevó magnífica, Rafaela Aparicio por “El mar y el tiempo,” de Fernán Gómez); pero no solo ellos brillan en las canciones, María Barranco está que se sale, o la misma Eva León, de breve pero sabroso paso en este festín que es “Las cosas del querer.” Un convite en el que la copla es la principal agasajada: “Las cosas del querer,” “La bien paga,” o “Herencia gitana” son alguno de esos platos sabrosos que conquistan tu gusto. Pero los aciertos continúan con la elección del reparto. Señalar a la mezzosoprano, Mary Carmen Ramírez, interpretando a una “mamá de la artista” a medio camino de la alcahuetería, o a la gran Amparo Baró o Diana Peñalver que, como grandes que son, bordan sus papeles. Pero aunque todas las actuaciones están maravillosas, como la de Santiago Ramos, inmortalizando a un Cesareo González tan gallego como la muñeira, la química que se establece entre el terceto protagonista es deslumbrante. Hay una intimidad entre ellos que traspasa la pantalla, tanto en los momentos de pura complicidad como en aquellos en los que el amor se expresa en silencio, con el hambre de los ojos.
En resumen, una buena muestra del exiguo cine musical español, que sigue tan fresco como el día de su estreno (por cierto, fue un éxito de taquilla, lo que llevo a producir una segunda parte que hincaba el diente en la etapa argentina, aunque sin lograr la redondez de esta película), o tan añejo como ese sabor que tiene ciertas películas en su singladura hacia el puerto que los consagra como clásicos. El tiempo, que es el que imparte la justicia final, dirá... Mientras, escúchales cantar. Merece la pena.
Strhoeimniano
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