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Voto de Strhoeimniano:
10
Drama. Musical Berlín, años 30. El partido nazi domina una ciudad donde el amor, el baile y la música se mezclan en la animada vida nocturna del Kit Kat Club. Un refugio mágico donde la joven Sally Bowles y un divertido maestro de ceremonias hacen olvidar las tristezas de la vida. (FILMAFFINITY)
2 de junio de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
De las andanzas de C. Isherwood en Berlín durante la República de Weimar nos queda su libro de relatos, “Adiós a Berlín.” Esta obra, de tintes autobiográficos, ya había sido adaptada al cine por H. Cornelius en la estupenda “Soy una cámara;” pero sería Bob Fosse el encargado de hacer la versión más icónica adaptando al cine el musical creado para Broadway por J. Masteroff, John Kander & Ralph Burns. El resultado: uno de los musicales más revolucionarios de todos los tiempos quedando ya como una de esas obras maestras que el tiempo convierte en clásicos.
Nadie se movía mejor en un cabaret que Fosse. Basta ver su filmografía para comprobar que esta geografía era más que inspiradora “Lenny,” “Empieza el espectáculo” tienen el escenario como nudo de la tragedia; pero es quizá en esta película donde su genio brilla con mayor fulgor. El género musical hasta ese momento había sido el escaparate perfecto para historias sin mucha enjundia donde los números musicales eran la estrella invitada de la función y la historia un fondo colorista sobre el que situarlos. Ya la época dorada que nombres como B. Berkeley, G. Nelly. F. Astaire quedaba atrás y aunque la década de los sesenta alumbró una serie de títulos impresionantes, dejaron de financiarse, quedando sobre los hombros de Fosse la recuperación de este género tan americano. Para esto, rompe las reglas. Ningún género muestra mejor el espectáculo que el musical. Este era el vehículo idóneo para mostrar grandes coreografías, espacios abiertos y maravillosos, una fotografía colorista y tan animada como la banda sonora que ponía ritmo a la película. Pues bien, todo ese código salta en manos de Fosse por los aires. A espacios abiertos e infinitos, pone el claustrofóbico escenario del “Kit Kat Club;” a la fotografía generalmente luminosa, Fosse, de la mano del gran director de fotografía G. Unsworth, “oscurece” este musical con una fotografía sombría y expresionista; a una corografía generalmente basada en el conjunto, opone una coreografía ceñida al individuo; a esa historia que servía como justificación para situar los números musicales, logra dotarla de tal cuerpo que ambas partes se hermanan en igual fortaleza. Esto es cierto, pero el mejor Fosse está en las secuencias centradas en el decadente “Kit Kat Club.” Aquí, su olfato como director queda a las órdenes de ese sentido único que tenía como coreógrafo. Ese grupo de seis bailarinas, es resaltado no por la armonía que consigue el conjunto (estilo Berkeley), sino individualizando los gestos de cada una (hay numerosos planos en los que la bailarina queda “congelada”, una “herejía” en sí pues hasta ese momento la coreografía siempre era movimiento), con un erotismo desconocido hasta ese momento y un expresionismo que, por momentos, recuerda a Fellini.
Pero como toda obra maestra que se precie, gran parte del mérito de esta película corresponde al reparto. M. York no es un actor por el que sienta especial simpatía. Siempre me pareció bastante frío; pero aquí esa frialdad tan patente es el contrapunto perfecto para la desaforada Sally Bowles, lo que hace de esta interpretación una de las mejores de este actor que dota a su personaje (alter ego de Isherwood) de una mirada escrutadora, por ratos ambigua (su homosexualidad está sugerida de un modo muy sutil), pero que consigue lo que se logra con las grandes actuaciones: que nadie imagine otro interprete. Pero las joyas de la corona son sin duda Liza Minelli y Joel Grey. Premiada justamente con el Óscar, Liza Minelli hace la que será, junto con la Francine Evans de “New York, New York,” su mejor interpretación. Minelli/Bowles es la energía, es la pasión, pero también la absoluta vulnerabilidad, y todo desde unos ojos grandes y expresivos que lo mismo se incendian de alegría que lloran asolados por la pena; y qué decir de cómo interpreta las canciones. Sí, ya sé que de casta le viene al galgo, pero si a día de hoy aún seguimos escuchando con terquedad esta banda sonora es porque Minelli sigue hipnotizándonos como el primer día. Pero este espectáculo precisaba de un maestro de ceremonias y ahí esta Joel Grey para componerlo, para darle el punto justo de perversión y decadencia, para ponerse a la altura de una gigante como Minelli y no palidecer en el empeño. Sus números son orgiásticos, componiendo uno de esos personajes que queda para siempre en tus retinas y que llevó, más que merecidamente, el Óscar al mejor secundario de ese año. Al lado de este trío, encontramos también a una espléndida Marisa Berenson, interpretando a una rica heredera judía que caerá en manos de un gigoló (Fritz Wepper).
Decía que en “Cabaret” tan cuidada estaba la parte musical como la dramática; pero hay un número musical en que estas dos partes se armonizan de un modo pleno. Este es el momento de “Tomorrow belongs to me.” Es el único número musical que se desarrolla fuera del degenerado “Kit Kat Club” e ilustra, esta simbiosis de un modo perfecto. Un rostro bello, de rasgos cien por cien arios, entona lo que parece una dulce canción. Poco a poco, a este canto se van sumando más voces, algunas entusiastas, otras presionadas (y solo una resistiéndose al encanto de esta canción). Mientras el aire bucólico va mudando a uno más y más patriótico, y sumándose más y más gente del merendero donde se desarrolla la secuencia, hasta que finalmente, cuando Fosse decide abrir el plano, nos muestra la verdadera naturaleza de ese rostro angelical: es un joven nazi de las S.A., un camisa parda. Nunca, con tan pocos elementos, se puede resumir mejor la Alemania de aquel momento, incluso explicar el origen de la gran tragedia que no tardaría en llegar.
Ahora prepárate para disfrutar de uno de los musicales más singulares de toda la historia del cine. Una obra que yendo contra todos los códigos del género, logra revitalizarlo y de paso, convertirse en todo un clásico imbatible.
Strhoeimniano
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