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Voto de piensaencines:
8
Aventuras. Comedia T. S. Spivet, un niño de diez años, vive en una granja de Montana (Estados Unidos) con su madre, una mujer obsesionada por los escarabajos, su padre y su hermana, que aspira a ser Miss América. Spivet ha ido desarrollando un talento innato para la cartografía y los inventos. Un día, recibe la noticia de que el museo Smithsonian le ha concedido el prestigioso Premio Baird por la invención de la máquina del movimiento perpetuo. Lo invitan ... [+]
21 de julio de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece que hubiera pasado una eternidad desde que medio mundo nos dejamos engatusar por esa joven dulzona y extraña llamada AMELIE. Pero no, sólo han pasado 13 años. Curioso.

Curioso porque es como si hubiéramos convivido con ella toda la vida. Como esa vecinita que nos traía a todos locos de pequeños y que después de los años te vuelves a encontrar llena de arrugas, el pelo cano y unos kilos de más. Y piensas, "Pero si no es tan mayor"
Efectivamente. Hay gente que envejece mejor que otra. Amelie tuvo una juventud gloriosa, pero envejeció sin pasar por la madurez.

La madurez perdida de Amelie lleva buscándola su director Jean-Pierre Jeunet desde entonces, sin encontrarla. Claro que, por otro lado, un niño travieso e inventivo como Jeunet nunca podrá, ni deberá alcanzar ese estado tranquilo y tedioso en que la mayoría de los mortales ansía vivir.

Eso es lo que le pasa a T.S. Spivet. Es un niño ingenioso, extraño y encantador al que no se le puede pedir nada más que sea como es.

Este "Extraordinario viaje" a que nos invita Jeunet es, como suele ocurrir en este tipo de películas, tanto físico como emocional. Y si bien ninguno de los dos nos deja totalmente satisfechos, si gozan de suficiente entrañabilidad como para hacerse un hueco en nuestra memoria.

No voy a desvelar nada del argumento de esta entrañable historia, salvo su excusa argumental: un niño de 10 años, que vive en un rancho de montana con su padre, su madre y su hermana, inventa una máquina de movimiento perpétuo. El Instituto Smithsonian de Whasington le concede un prestigioso premio por dicho invento, y el niño se escapa para ir a recogerlo, recorriendo medio país. Ahí empieza el viaje...el físico.

Como aliados para narrarnos su personal viaje, Jeunet cuenta, sobre todo, con un debutante Kyle Catlett,un niño de esos que llena la pantalla y que lejos de empalagar, crea un personaje tierno, humano, frágil y verosímil.

A su lado Helena Bonham Carter, lejos del exceso, nos ofrece otra lección de interpretación, dejando el protagonismo a quien lo tiene.

Callum Keith cumple, como de costumbre, en la piel de su padre, un ranchero parco en palabras y demostraciones afectivas.

Sólo el personaje de Judy Davis resulta demasiado caricaturesco, sobre todo en el tramo final de la película, y el inevitable , Dominique Pinon , metido con calzador, ralentiza y alarga en exceso, sin motivo ni sentido la parte central.

Tenemos pues ya nuestro viaje físico, y gracias a estos grandes actores, nos dejamos arrastrar a ese otro viaje mucho más interesante que es el emocional, el viaje redentor, el de descubrimiento personal, el del perdón, el de la culpa, el de la aceptación...el que triunfa sobre todo lo demás. A pesar del exceso de almíbar, incluso de cursilería, en alguna de sus escalas. Exceso, por otra parte, buscado e intencionado, aunque no siempre justificado.

El Viaje de T. S. Spivet tiene la dulzura, el encanto y el empalago de Amelie, pero en una dosis que si bien sorprende menos, agrada más. Tiene su magia, pero en un mundo real. Tiene menos histrionismo y más historia. Tiene menos ambición, pero sí, también más madurez.

Es un viaje que resulta visualmente agradable, original y con el sello inconfundible de Jeunet, pero mejor dosificado.

Sólo en su tramo central llega a aburrir (tampoco por mucho tiempo), pero no por sus excesos estilísticos vacíos, sino por una narrativa un poco torpe y errática que no sabe, ni sabemos, a dónde nos quiere llevar. Posiblemente una de las principales carencias de este director que no acaba de encontrar aún el equilibrio narrativo, aunque empieza a acercarse.

Superado este bache, la película despega con todo su armamento, revela sus verdaderas intenciones y es cuando nos conmueve y emociona. Cuando nos convence y cuando nos enamora, aunque sea por un momento.

Podríamos decir que Jeunet ha dejado de ser un interesante medio director y ya casi es un director completo. Quizás sólo necesite un par de cursillos acelerados de narración cinematográfica, y la madurez suficiente para que las formas acompañen al contenido, sin aplastarlo, y a la vez sin perder su frescura y su personalidad.

En esta ocasión ha estado a punto de conseguirlo, y de hecho, lo ha conseguido en la mayor parte de la película. Amelie está madurando, aunque haya tenido que convertirse en un niño de 10 años para conseguirlo.

PD: para quienes tengáis la oportunidad de verla en 3D, no lo dudéis.
piensaencines
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