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España España · Sevilla
Voto de ferperavi:
10
Cine negro. Thriller. Intriga. Drama En un momento crucial de su vida financiera, Gondo (Toshirô Mifune), un directivo de una importante empresa de zapatos, recibe la noticia de que su hijo ha sido secuestrado. El rescate exigido es una gran cantidad de dinero, pero Gondo la necesita para cerrar una negociación que le dará el control de la empresa. (FILMAFFINITY)
8 de enero de 2009
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre de negocios a punto de hacerse con la empresa de zapatos en la que trabaja sufre el secuestro del hijo de su chófer. Sería más lógico que secuestraran a su hijo, sí, y esa era la intención del secuestrador, pero se confunde de crío porque el hijo del ejecutivo se había cambiado la ropa con el hijo del chófer cuando jugaban a indios y vaqueros. Esta confusión es el eje sobre el que gira la primera hora de la película. Y este error es una maniobra genial del guión. De esta manera se coloca a Gondo, que así se llama nuestro ejecutivo, en la posición más angustiosa posible. Tiene que decidir si paga 30 millones de yenes que lleva ahorrando durante toda su vida y que servirán para comprar las acciones de la empresa o pagar el rescate y enfrentarse a la bancarrota. Si el secuestrado hubiera sido el hijo, seguramente el directivo no tendría dudas: pagaría. Pero es el hijo de su chófer y se ve no sólo asaltado por sus dudas internas sino también por las presiones de su esposa y del propio conductor, absolutamente desencajado por la situación. Y el espectador no hace más que preguntarse qué haría él por el hijo de un vecino o de un compañero.

El chantaje pone de manifiesto todo tipo de tensiones: de Gondo con su esposa, su chófer, sus "compañeros" del Consejo de Administración y hasta con la Policía. Cuando nuestro hombre de las finanzas toma una decisión da paso a una segunda parte basada en la investigación policial. Aquí Gondo ya es un secundario que se recuerda de cuando en cuando y ganan fuerza los detalles del trabajo de los agentes. Todo ello con un ritmo frenético poco frecuente en el cine japonés y del oriental en general pero que hace que la película se pase volando y además se haga entretenidísima.

La película tiene un tramo final muy sesentero, con escenas de discoteca, japos a la moda y una banda sonora de la época. Se aprecia también un recuerdo del cine negro americano en la parte de la investigación policial: los coches, la ropa, las gafas de sol, el personaje de Bosun y esa manera tan peculiar de empuñar las pistolas una cuarta por encima de la cintura. Si todo eso lo hace un tipo que brillaba por hacer películas de samurais, uno sólo puede aplaudir.
ferperavi
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