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Voto de Quatermain80:
8
Comedia Japón, años 50. Como todos los días, los miembros de una familia se disponen a afrontar sus problemas, sueños y realidades. El padre, con los altibajos de su trabajo y las exigencias que impone la educación de los hijos. La madre, administrando los ingresos familiares y atendiendo a las múltiples complicaciones de la vida doméstica. Y los hijos obsesionados por tener televisión en casa, y uno de ellos enfrascado en sus estudios y ... [+]
8 de abril de 2011
43 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un hecho conocido que casi todas las películas de Ozu tocan temas similares, como son la dialéctica entre tradición y modernidad, infancia y madurez, el implacable paso del tiempo, o los problemas de comunicación entre las personas. Todo ello tiene cabida en este filme, una revisión de un clásico mudo anterior ("He nacido, pero..."), con el que presenta grandes similitudes argumentales, no así formales.

En esta ocasión, la peculiar conspiración de silencio emprendida por los niños protagonistas, sirve para mostrar las complejas relaciones que los seres humanos construimos en torno a las palabras, a la comunicación. Y es que, verdaderamente, los adultos hablan mucho, pero frecuentemente dicen poco, o más bien describen amplios y fatigosos rodeos en torno a lo que verdaderamente querrían expresar. Véanse los magníficos ejemplos que presenta Ozu, con los equívocos y sobreentendidos que surgen entre las vecinas, o con la insustancial charla que sostienen los dos enamorados, incapaces de verbalizar lo que sus actitudes y miradas sí expresan. De ahí que la insistente franqueza de los niños resulte enervante para los adultos, y que finalmente sean ellos, los que supieron decir lo que querían, quienes triunfen, obteniendo la tan ansiada caja tonta. De paso, Ozu realiza su acostumbrado y excelente retrato de la clase media japonesa de suburbios, aportando una galería de personajes interesante, pues sirve como ejemplo de los roles sociales del Japón de finales de los 50.

Si el argumento parte del filme mudo antes mencionado, la elección del entorno en el que se ambienta la historia no se queda atrás, pues vuelve a ser un barrio o localidad situada a las afueras de la ciudad, en el que conviven pequeñas comunidades de vecinos. En cambio, a estas alturas, el estilo de Ozu es muy diferente del que mostraba en aquellos lejanos años treinta. Ahora su mirada se ha congelado y depurado; permanece estática, pero pese a ello exacta, simétrica, llena de lógica interna, como bien revelan los soberbios encuadres, tanto los rodados en interiores como en exteriores (magníficos los del inicio, mostrando a las gentes pasar, en dos alturas, por el espacio que queda entre dos casas). El dominio del espacio que muestra el realizador en las escenas interiores, unido a la planificación que requiere la colocación y movimientos de los actores, es digna de elogio, pues pocos directores alcanzan su perfección y naturalidad. Señalar también que el punto de vista es ya el tradicional en el Ozu maduro, describiendo un suave contrapicado característico, que podríamos denominar la "técnica del cineasta sentado".

Estupenda película, otra más en la larga lista que debemos a Ozu, un realizador que supo plasmar en su obra no sólo las inquietudes propias -lo que ya es meritorio- sino las de todo un país y una época.
Quatermain80
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