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Voto de Anibal Ricci:
8
6,5
5.054
Drama
Sigue la historia de Lee Israel, una respetada biógrafa en decadencia que comienza a falsificar cartas de escritores y celebridades fallecidas con el fin de pagar el alquiler. Cuando las falsificaciones empiezan a levantar sospechas, Israel roba y vende las verdaderas cartas de los archivos sin saber que el FBI está investigando el asunto. (FILMAFFINITY)
12 de marzo de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Te puedes engañar por siempre? Es una incógnita que surge en el visionado de esta película, mezcla de comedia negra y drama contenido, siempre alejada del melodrama.
Lee Israel es una escritora que en el pasado tuvo un par de publicaciones en el ámbito biográfico, pero que en la actualidad insiste en escribir sobre otros y, en consecuencia, no se ha forjado un nombre en el mundo literario. Desconfía del ser humano y de ella misma no tiene la mejor opinión. Prefiere escribir acompañada de su gata, quizás el único ser que la ama de verdad. No es de extrañar que el detonante de la historia sea su incapacidad para cubrir los cuidados veterinarios de Jersey.
Un guion minucioso, detallista, jamás complicado. Movimientos de cámara muy acertados fluyen armónicamente al compás de una banda sonora también destacable. Hablamos del trasfondo de la película, pero debemos sumar un estudio de caracteres bien ejecutado por este par de actores que evidencian su química en pantalla. «No eres una buena persona… tú tampoco», sin embargo, son capaces de sobrevivir dentro de la jungla de Nueva York. La mirada cínica sobre los demás, le permite a Lee Israel una aguda perspectiva de la realidad y a partir de su patetismo saca a relucir todo su talento.
¿Podrás perdonarme algún día? Es el título de las memorias de Leonore Carol Israel. Y, por si fuera poco, le dedicaron esta magnífica película.
Lee Israel es una escritora que en el pasado tuvo un par de publicaciones en el ámbito biográfico, pero que en la actualidad insiste en escribir sobre otros y, en consecuencia, no se ha forjado un nombre en el mundo literario. Desconfía del ser humano y de ella misma no tiene la mejor opinión. Prefiere escribir acompañada de su gata, quizás el único ser que la ama de verdad. No es de extrañar que el detonante de la historia sea su incapacidad para cubrir los cuidados veterinarios de Jersey.
Un guion minucioso, detallista, jamás complicado. Movimientos de cámara muy acertados fluyen armónicamente al compás de una banda sonora también destacable. Hablamos del trasfondo de la película, pero debemos sumar un estudio de caracteres bien ejecutado por este par de actores que evidencian su química en pantalla. «No eres una buena persona… tú tampoco», sin embargo, son capaces de sobrevivir dentro de la jungla de Nueva York. La mirada cínica sobre los demás, le permite a Lee Israel una aguda perspectiva de la realidad y a partir de su patetismo saca a relucir todo su talento.
¿Podrás perdonarme algún día? Es el título de las memorias de Leonore Carol Israel. Y, por si fuera poco, le dedicaron esta magnífica película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Lee vive en un departamento que parece una pocilga, pero cuando su gata enferma, se da cuenta de que su editora no la considera y que sus finanzas han llegado a un punto crítico (renta impaga, invasión de moscas). En su desesperación, vende una carta enmarcada de una escritora prominente que mantiene junto a su máquina de escribir. Para su sorpresa, existe un mercado para estas cartas y toda una red de coleccionistas que intercambian estas piezas. En la biblioteca pública da por casualidad con otra carta y consigue otras más para alterarlas con posdatas ingeniosas. Las más creativas poseen un mayor valor al ofrecer una probada real de la personalidad de cada autor.
¿Ser un falsificador es suficiente? Lee sobrevive gracias al renombre de los autores, siempre ha escrito sobre otros y no ha expuesto su voz narrativa a la crítica especializada. Su personalidad cáustica destruye todo a su paso, critica a los demás e incluso los suplanta por teléfono. No tiene voz propia, pero su técnica es capaz de imitar al más talentoso de los escritores. Conoce el oficio a la perfección, pero es cobarde, según confesará más adelante en el estrado.
«Las cartas son un portal hacia una época mejor… donde todavía se honraba la palabra escrita», según sus propias palabras. Es una criminal dedicada, orgullosa de su trabajo, considera que escribe mejor que los autores a los que imita. No se siente culpable por su actuar al margen de la ley.
¿Quién es el maestro? El que crea o el que imita: ¿el escritor o el falsificador? Este último imita la voz narrativa de cualquiera debido al amplio conocimiento de otros escritores. Su técnica y versatilidad son probablemente superiores a dichos escritores.
Lee confiesa a un desconocido de su negocio ilícito. Otro ser a la deriva que incluso vive en la calle. Jack Hock sobrevive gracias a su astucia en emprender actos ilícitos menos lucrativos y se volverá el compañero de Lee para despistar a los agentes del FBI que andan tras sus pasos.
En el estrado, Lee confesará que no lamenta sus acciones, pero sí haber perdido a su amigo, un personaje que la engañaba y abusaba de su confianza, pero también el único que toleraba su peculiar manera de ser. Quizás por lo mismo, declara a la jueza que se trató de la mejor etapa de su vida y que ahora es el turno de pagar por los perjuicios a la sociedad.
La condenan a cinco años de libertad condicional y seis meses de arresto domiciliario en donde no puede cruzarse con su antiguo compinche, en cambio debe conseguir un trabajo como correctora de textos, hacer trabajo comunitario en un refugio para gatos y acudir a sesiones periódicas en Alcohólicos Anónimos.
A partir de la sentencia, Lee se da cuenta que ha quedado sola. La sociedad la tiene sin cuidado, pero algo ha cambiado en su interior. Su tránsito por el mundo delictual le dio otra perspectiva y se hace consciente de que trató como la mierda a su amigo. Apenas se reúne con Jack, le pide permiso para escribir la historia que los congregó a ambos. De paso, Lee amobló su departamento, adoptó un gatito y se consiguió un computador. Lo más importante, fue encontrando su propia voz narrativa y, fiel a su estilo, logró escribir un «sórdido y malditamente fabuloso libro». Pese a su faceta destructiva, Lee siempre fue apasionada en lo que emprendió (las biografías, incluso). No tendrá capacidad para relacionarse con los demás, pero sí talento esperando ser descubierto gracias a oscuros y misteriosos derroteros.
¿Ser un falsificador es suficiente? Lee sobrevive gracias al renombre de los autores, siempre ha escrito sobre otros y no ha expuesto su voz narrativa a la crítica especializada. Su personalidad cáustica destruye todo a su paso, critica a los demás e incluso los suplanta por teléfono. No tiene voz propia, pero su técnica es capaz de imitar al más talentoso de los escritores. Conoce el oficio a la perfección, pero es cobarde, según confesará más adelante en el estrado.
«Las cartas son un portal hacia una época mejor… donde todavía se honraba la palabra escrita», según sus propias palabras. Es una criminal dedicada, orgullosa de su trabajo, considera que escribe mejor que los autores a los que imita. No se siente culpable por su actuar al margen de la ley.
¿Quién es el maestro? El que crea o el que imita: ¿el escritor o el falsificador? Este último imita la voz narrativa de cualquiera debido al amplio conocimiento de otros escritores. Su técnica y versatilidad son probablemente superiores a dichos escritores.
Lee confiesa a un desconocido de su negocio ilícito. Otro ser a la deriva que incluso vive en la calle. Jack Hock sobrevive gracias a su astucia en emprender actos ilícitos menos lucrativos y se volverá el compañero de Lee para despistar a los agentes del FBI que andan tras sus pasos.
En el estrado, Lee confesará que no lamenta sus acciones, pero sí haber perdido a su amigo, un personaje que la engañaba y abusaba de su confianza, pero también el único que toleraba su peculiar manera de ser. Quizás por lo mismo, declara a la jueza que se trató de la mejor etapa de su vida y que ahora es el turno de pagar por los perjuicios a la sociedad.
La condenan a cinco años de libertad condicional y seis meses de arresto domiciliario en donde no puede cruzarse con su antiguo compinche, en cambio debe conseguir un trabajo como correctora de textos, hacer trabajo comunitario en un refugio para gatos y acudir a sesiones periódicas en Alcohólicos Anónimos.
A partir de la sentencia, Lee se da cuenta que ha quedado sola. La sociedad la tiene sin cuidado, pero algo ha cambiado en su interior. Su tránsito por el mundo delictual le dio otra perspectiva y se hace consciente de que trató como la mierda a su amigo. Apenas se reúne con Jack, le pide permiso para escribir la historia que los congregó a ambos. De paso, Lee amobló su departamento, adoptó un gatito y se consiguió un computador. Lo más importante, fue encontrando su propia voz narrativa y, fiel a su estilo, logró escribir un «sórdido y malditamente fabuloso libro». Pese a su faceta destructiva, Lee siempre fue apasionada en lo que emprendió (las biografías, incluso). No tendrá capacidad para relacionarse con los demás, pero sí talento esperando ser descubierto gracias a oscuros y misteriosos derroteros.