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Voto de Ferdydurke:
6
7,0
6.901
Comedia. Intriga. Drama
Griffin Mill (Tim Robbins), un productor de Hollywood, recibe cartas amenazadoras que le envía un guionista, cuyo proyecto rechazó. Intentan llegar a un acuerdo, pero tras una terrible discusión, Griffin lo mata. La crisis económica de los estudios es tal que se hará todo lo posible para que el productor eluda su responsabilidad. (FILMAFFINITY)
26 de marzo de 2018
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que era Godard el que se dolía por el cine como gran oportunidad perdida, lo que pudo haber sido un testimonio feliz sobre la realidad, incisivo y poético, un instrumento de conocimiento, se había convertido casi exclusivamente en un negocio fraudulento, mediocre y pueril en manos de mercaderes sin alma, gusto o escrúpulos.
Y eso trata de explicar Altman en esta película.
Años 90. El cine está en manos de productores que solo piensan el dinero. El aspecto artístico no interesa. Las historias son una excusa para hacer taquilla. Los finales, por supuesto, deben ser siempre felices y los guiones, perchas en las que colgar los vestidos o trajes de las grandes estrellas. El argumento no importa, el público es idiota y solo desea que le engañen y atonten, por lo que cualquier asunto sirve para hacer caja si se empaqueta debidamente.
Violencia, sexo, suspense, sentimiento, esperanza y final feliz.
Esta película es un juguete metaficcional que se cuestiona y ríe de sí mismo mientras discurre, que va ofreciendo lo que cuestiona en sus generosos minutos (demasiados). A través del formato de comedia, se desenredan los acontecimientos que sirven de sostén a una denuncia ácida de la idiocia y desvergüenza de los que dirigen los estudios de Hollywood.
La mirada es acertada y gozosa, la idea es estupenda, la película, en cambio, se tambalea, se torna demasiado perezosa, se contagia, no se despega de lo que retrata, la estupidez que zahiere y sacude por momentos es la misma que la que muestra o vemos. Renquea, no encuentra el tono, se pierde entre el sarcasmo feroz y el humor más leve, entre la intriga criminal y el puro despiece del emporio del cine, nos mete personajes, situaciones y diálogos que sobran o son demasiado evidentes.
En fin, que es un producto mucho más apetecible o rescatable por los necesarios y certeros dardos que lanza a diestro y siniestro que por el desarrollo de sus fotogramas, que por la pura narración.
Solo con sus variados y cachondos finales logra erigirse, alzarse como una película que merece realmente la pena.
Spoiler:
Algunas maldades no por sobradamente conocidas menos graciosas:
- Alcohólicos anónimos. Reuniones donde se hacen los negocios, en sus nutridas sesiones llenas de borrachos actores.
- Llega un productor, o lo que sea, nuevo. Liga, o eso parece o desea, con las actrices más conocidas y bellas. Pilla inmediatamente una enfermedad venérea. ¿Nos quieren decir, ¡oh, horror!, que todas esas que ahora enarbolan la bandera del Me too son las mismas, o las hijas y hermanas, que las que hace unos pocos años no eran tan precisamente puritanas y puras y justicieras, que utilizaban el sexo de aquella manera indiscriminada y contagioso virulenta, que aquellas actrices tan exitosas, ricas y prestigiosas tenían más peligro sexualmente que las furcias de carretera, que Hollywood era Sodoma y Gomorra, una casa de putas, mucho peor que ir a la guerra? Imposible, seguro que lo entendí mal, no me creo tanta hipocresía actual o mala uva peliculera, de ninguna manera.
- "El ladrón de bicicletas" como el ejemplo perfecto de una película que sería imposible hacer (antes, en aquel lejano 1992, y ahora más). Por su realismo ajustado, humanista y enriquecedor.
- La conversación sobre lo prescindibles que son los guionistas.
- La opinión que tienen sobre ese público cada vez más corto de miras, embrutecido, acrítico, simplón, infantil y bobalicón al que consultan para así adaptarse a sus gustos zafios y que cambia/rechaza/descarta los finales más inadecuados, tristes o poco entretenidos, que tiene alergia a la verdad y traga con placer masoquista cualquier llamativa barbaridad.
- La policía no sirve para nada.
Algunas curiosidades/reflexiones:
- El plano secuencia inicial como explícito homenaje a "Sed de mal". Otra película que no se podría hacer, ya que ahora/entonces lo que prima es el montaje, suma de millones de planos enloquecidos y compulsivos.
- Tim es el epítome del mal. Asesino, maquiavélico, tahúr, sin ningún criterio artístico, medroso, frío, cenagoso, mediocre y artero, esa es la mitad del alma de Hollywood, la otra ha sido devorada por la estulticia más grosera.
- Viva la alegría. Los finales deprimentes son para cenizos, cenutrios o gafes. Si tú sonríes, el mundo se abrirá a ti como una costra, como las piernas de una mujer hermosa, como el alma de una bella persona, tu actitud es la clave, vete a risoterapia.
- Los actores de Hollywood se prestaron en masa a hacer esta sátira, cinismo en estado puro, son conscientes de la basura y no mueven un dedo si tienen la cartera llena.
- El productor asesina metafórica y literalmente al guionista. Alegoría evidente. El patán gerifalte elimina al escritor don nadie. Pero se niega el maniqueísmo al presentarnos al pobre hombre como un ser grosero, vanidoso, pendenciero y sin, al parecer, ningún talento.
- Los finales felices esconden debajo de la alfombra una terrible sordidez que el público no quiere ver.
Y eso trata de explicar Altman en esta película.
Años 90. El cine está en manos de productores que solo piensan el dinero. El aspecto artístico no interesa. Las historias son una excusa para hacer taquilla. Los finales, por supuesto, deben ser siempre felices y los guiones, perchas en las que colgar los vestidos o trajes de las grandes estrellas. El argumento no importa, el público es idiota y solo desea que le engañen y atonten, por lo que cualquier asunto sirve para hacer caja si se empaqueta debidamente.
Violencia, sexo, suspense, sentimiento, esperanza y final feliz.
Esta película es un juguete metaficcional que se cuestiona y ríe de sí mismo mientras discurre, que va ofreciendo lo que cuestiona en sus generosos minutos (demasiados). A través del formato de comedia, se desenredan los acontecimientos que sirven de sostén a una denuncia ácida de la idiocia y desvergüenza de los que dirigen los estudios de Hollywood.
La mirada es acertada y gozosa, la idea es estupenda, la película, en cambio, se tambalea, se torna demasiado perezosa, se contagia, no se despega de lo que retrata, la estupidez que zahiere y sacude por momentos es la misma que la que muestra o vemos. Renquea, no encuentra el tono, se pierde entre el sarcasmo feroz y el humor más leve, entre la intriga criminal y el puro despiece del emporio del cine, nos mete personajes, situaciones y diálogos que sobran o son demasiado evidentes.
En fin, que es un producto mucho más apetecible o rescatable por los necesarios y certeros dardos que lanza a diestro y siniestro que por el desarrollo de sus fotogramas, que por la pura narración.
Solo con sus variados y cachondos finales logra erigirse, alzarse como una película que merece realmente la pena.
Spoiler:
Algunas maldades no por sobradamente conocidas menos graciosas:
- Alcohólicos anónimos. Reuniones donde se hacen los negocios, en sus nutridas sesiones llenas de borrachos actores.
- Llega un productor, o lo que sea, nuevo. Liga, o eso parece o desea, con las actrices más conocidas y bellas. Pilla inmediatamente una enfermedad venérea. ¿Nos quieren decir, ¡oh, horror!, que todas esas que ahora enarbolan la bandera del Me too son las mismas, o las hijas y hermanas, que las que hace unos pocos años no eran tan precisamente puritanas y puras y justicieras, que utilizaban el sexo de aquella manera indiscriminada y contagioso virulenta, que aquellas actrices tan exitosas, ricas y prestigiosas tenían más peligro sexualmente que las furcias de carretera, que Hollywood era Sodoma y Gomorra, una casa de putas, mucho peor que ir a la guerra? Imposible, seguro que lo entendí mal, no me creo tanta hipocresía actual o mala uva peliculera, de ninguna manera.
- "El ladrón de bicicletas" como el ejemplo perfecto de una película que sería imposible hacer (antes, en aquel lejano 1992, y ahora más). Por su realismo ajustado, humanista y enriquecedor.
- La conversación sobre lo prescindibles que son los guionistas.
- La opinión que tienen sobre ese público cada vez más corto de miras, embrutecido, acrítico, simplón, infantil y bobalicón al que consultan para así adaptarse a sus gustos zafios y que cambia/rechaza/descarta los finales más inadecuados, tristes o poco entretenidos, que tiene alergia a la verdad y traga con placer masoquista cualquier llamativa barbaridad.
- La policía no sirve para nada.
Algunas curiosidades/reflexiones:
- El plano secuencia inicial como explícito homenaje a "Sed de mal". Otra película que no se podría hacer, ya que ahora/entonces lo que prima es el montaje, suma de millones de planos enloquecidos y compulsivos.
- Tim es el epítome del mal. Asesino, maquiavélico, tahúr, sin ningún criterio artístico, medroso, frío, cenagoso, mediocre y artero, esa es la mitad del alma de Hollywood, la otra ha sido devorada por la estulticia más grosera.
- Viva la alegría. Los finales deprimentes son para cenizos, cenutrios o gafes. Si tú sonríes, el mundo se abrirá a ti como una costra, como las piernas de una mujer hermosa, como el alma de una bella persona, tu actitud es la clave, vete a risoterapia.
- Los actores de Hollywood se prestaron en masa a hacer esta sátira, cinismo en estado puro, son conscientes de la basura y no mueven un dedo si tienen la cartera llena.
- El productor asesina metafórica y literalmente al guionista. Alegoría evidente. El patán gerifalte elimina al escritor don nadie. Pero se niega el maniqueísmo al presentarnos al pobre hombre como un ser grosero, vanidoso, pendenciero y sin, al parecer, ningún talento.
- Los finales felices esconden debajo de la alfombra una terrible sordidez que el público no quiere ver.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Otros asuntos menos satisfactorios:
- Alargan demasiado la historia entre Tim y Greta. Da gusto verla a ella, cierto, y es un personaje que tiene su aquel como doméstico remedo de femme fatale, reina del hielo islandesa y pintora que no sabemos de qué vive ya que solo pinta cuadros que no vende (y que parece igual de trepa que Tim, por eso se entienden, de hecho, ella no quiere que él le confiese una verdad que ella seguramente conoce desde el principio, sabedora de que Tim es un asesino, aunque ella sea, a diferencia de él, mucho menos falsa, más libre y verdadera, pero no nos la explican demasiado y así no hay quien se la crea), pero se estiran los ratos que no aportan nada.
- También se eterniza el asunto de los anónimos amenazantes sin ningún motivo. Esas continuas postales y sospechas repetidas e innecesarias.
- La secuencia del asesinato impremeditado. Ridícula, mal hecha y rodada.
Y ahora acabemos con lo mejor, con los finales felices horribles, diría que tres consecutivos, nada menos:
- Primero: Tim queda libre tras la delirante rueda de reconocimiento. Ese cierre es una oda al cinismo.
- Segundo: La película. Vaya cachondeo. Sale Julia Roberts en camisón, o así (sic), directa al matadero. La rescata un Willis con problemas de tráfico (ese humor fantasmón infantil que tantos éxitos le ha deparado al bueno de Bruce y que tanto hace disfrutar al gran público, ese tonillo macarra hortera que le ha dado de comer a cuerpo de rey durante décadas de estrellato y alegría, esa es la cosa, que no exagera, la parodia casi se queda corta) en el último momento. Así es. El director se emociona. El mismo que insistió tanto en que no hubiera estrellas ni final feliz. Esa escena resume el 90% del cine USA de aquella época y del actual (de otra manera más torcida y aburrida) todavía más.
- Tercero: Él se va a casa. Recibe una llamada. Es el acosador. Que le ofrece el guion que narra su propia historia. Si Tim se lo compra, le asegura un final feliz, con santa esposa, niño en camino, bandera norteamericana y toda la pesca. Hoy probablemente le esperaría un compañero gay y negro, con una maternidad subrogada que aportaría una lesbiana que allí viviría con ellos y su pareja, más un hijo vietnamita adoptado el último año, nacido varón y ahora, ya adolescente, en pleno cambio de sexo .Y tendrían muchos perros y gatos, además de tigres y leones. La bandera seguiría en su sitio, la duda ofende.
Este último final también alude a la idea de que la película que hemos visto es el propio guion que ese acosador ofrece. Círculo vicioso. Pescadilla que se muerde la cola. Realidad y ficción son la misma cosa.
Última opinión: El caso es que hemos empeorado mucho en estos 25 años que han pasado. Ahora, si simplificamos un poco, no demasiado, solo se hacen tres tipos de películas para llegar al gran público:
- Cómics de Superhéroes increíblemente infantiles o terriblemente plúmbeos y llenos de efectos especiales.
- Remakes. Saquean el cine antiguo para hacer versiones infames. No respetan nada ni a nadie.
- Panfletos infectos que vierten sobre los cerebros arrasados de las nuevas, y viejas, generaciones la ideología propagada por todos los estamentos oficiales. Religión moderna que derraman los poderes con fruición y el pueblo asume como si no pasara nada, como si fuera casualidad, progreso o bondad, como si se les hubiera ocurrido a ellos por pura generosidad. O como si diera igual, que eso no va conmigo, yo solo quiero evasión, huida, el mundo entero, todo el resto me da lo mismo. Agacho la cabeza y ya escampará si eso.
La llegada de Internet en cierto modo ha supuesto una especie de puntilla al cine, no definitiva pero sí dolorosa, con lo que se ha optado por ir a lo más grueso, o al sermón o al exceso.
- Alargan demasiado la historia entre Tim y Greta. Da gusto verla a ella, cierto, y es un personaje que tiene su aquel como doméstico remedo de femme fatale, reina del hielo islandesa y pintora que no sabemos de qué vive ya que solo pinta cuadros que no vende (y que parece igual de trepa que Tim, por eso se entienden, de hecho, ella no quiere que él le confiese una verdad que ella seguramente conoce desde el principio, sabedora de que Tim es un asesino, aunque ella sea, a diferencia de él, mucho menos falsa, más libre y verdadera, pero no nos la explican demasiado y así no hay quien se la crea), pero se estiran los ratos que no aportan nada.
- También se eterniza el asunto de los anónimos amenazantes sin ningún motivo. Esas continuas postales y sospechas repetidas e innecesarias.
- La secuencia del asesinato impremeditado. Ridícula, mal hecha y rodada.
Y ahora acabemos con lo mejor, con los finales felices horribles, diría que tres consecutivos, nada menos:
- Primero: Tim queda libre tras la delirante rueda de reconocimiento. Ese cierre es una oda al cinismo.
- Segundo: La película. Vaya cachondeo. Sale Julia Roberts en camisón, o así (sic), directa al matadero. La rescata un Willis con problemas de tráfico (ese humor fantasmón infantil que tantos éxitos le ha deparado al bueno de Bruce y que tanto hace disfrutar al gran público, ese tonillo macarra hortera que le ha dado de comer a cuerpo de rey durante décadas de estrellato y alegría, esa es la cosa, que no exagera, la parodia casi se queda corta) en el último momento. Así es. El director se emociona. El mismo que insistió tanto en que no hubiera estrellas ni final feliz. Esa escena resume el 90% del cine USA de aquella época y del actual (de otra manera más torcida y aburrida) todavía más.
- Tercero: Él se va a casa. Recibe una llamada. Es el acosador. Que le ofrece el guion que narra su propia historia. Si Tim se lo compra, le asegura un final feliz, con santa esposa, niño en camino, bandera norteamericana y toda la pesca. Hoy probablemente le esperaría un compañero gay y negro, con una maternidad subrogada que aportaría una lesbiana que allí viviría con ellos y su pareja, más un hijo vietnamita adoptado el último año, nacido varón y ahora, ya adolescente, en pleno cambio de sexo .Y tendrían muchos perros y gatos, además de tigres y leones. La bandera seguiría en su sitio, la duda ofende.
Este último final también alude a la idea de que la película que hemos visto es el propio guion que ese acosador ofrece. Círculo vicioso. Pescadilla que se muerde la cola. Realidad y ficción son la misma cosa.
Última opinión: El caso es que hemos empeorado mucho en estos 25 años que han pasado. Ahora, si simplificamos un poco, no demasiado, solo se hacen tres tipos de películas para llegar al gran público:
- Cómics de Superhéroes increíblemente infantiles o terriblemente plúmbeos y llenos de efectos especiales.
- Remakes. Saquean el cine antiguo para hacer versiones infames. No respetan nada ni a nadie.
- Panfletos infectos que vierten sobre los cerebros arrasados de las nuevas, y viejas, generaciones la ideología propagada por todos los estamentos oficiales. Religión moderna que derraman los poderes con fruición y el pueblo asume como si no pasara nada, como si fuera casualidad, progreso o bondad, como si se les hubiera ocurrido a ellos por pura generosidad. O como si diera igual, que eso no va conmigo, yo solo quiero evasión, huida, el mundo entero, todo el resto me da lo mismo. Agacho la cabeza y ya escampará si eso.
La llegada de Internet en cierto modo ha supuesto una especie de puntilla al cine, no definitiva pero sí dolorosa, con lo que se ha optado por ir a lo más grueso, o al sermón o al exceso.