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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
5
Thriller. Drama En un país imaginario que acaba de sufrir una terrible dictadura, viven Paulina Escobar y su marido Gerardo, un prestigioso abogado. Una noche, Gerardo tiene una avería con su coche, pero un hombre se ofrece a ayudarle... (FILMAFFINITY)
13 de abril de 2018
20 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene una gran virtud, que el motivo de la venganza nunca se acaba de saber del todo si es cierto/justo o completamente inventado/arbitrario, y un gran defecto, que convierte esa duda en carne de espectáculo más propio de un thriller de Ezterhas que algo parecido a una recreación mesurada, sobria y desprejuiciada sobre asuntos tan complejos, retorcidos y endemoniados como puedan ser la justicia, la reparación del daño, la tortura, la ley, la confesión, los juicios, el crimen, el castigo y otros vericuetos o caminos en los que el alma humana se suele perder o dar de bruces con el desastre.
La poderosa y muy bella música de Schubert es el motivo, el comienzo y cierre, de esta obra de origen teatral que juega en el alambre habilidosamente y que recurre a diversas trampas para mantener una tensión que estimule al espectador más impermeable o perezoso.
Alienta grandes reflexiones y alumbra o presenta cuestiones realmente intrincadas y difíciles. Quizás especial y esencialmente hable de cómo la verdad es la primera sacrificada, la que menos importa, cuando lo humano y su dolor están en juego, o de que sí importa, pero es inaprensible, escurridiza, voluble y traicionera.
El espectador se afana inútilmente en encontrar una seguridad, en resumen, quiere saber si Kingsley fue el torturador o no, o lo uno o lo otro, hecho que la historia, sabiamente, no nos elucida, nos niega esa caridad, nos ciega ese tranquilo asidero, nos viene a decir que no se trata de eso, que la vida no es tan sencilla ni simple, que siempre quedaremos insatisfechos o satisfechos a medias, con dudas, incertidumbres y la cama a medio hacer.
Ella quiere una confesión. No desea la verdad. Esa ya la tiene, es él, para ella no es opinable. El dictamen es definitivo. Solo busca que la dejen lograr lo que necesita escuchar. Como terapia, como forma de sanar. Ella busca que aquella experiencia atroz cobre sentido, se haga más humana, que el que obraba con impunidad y abuso reconozca su maldad y vileza, que la haga frente, que no se refugie en su poder pasado y actual anonimato, que dé la cara. Poco importa si lo hizo ese hombre en concreto u otro cualquiera. Ella desea esa representación teatral, como símbolo (por eso apuntan con inteligencia que varias veces anteriormente había creído encontrar a su torturador en otras voces y otros ámbitos). Ella quiere que él se rebaje, que se ponga a su nivel humillado mediante el reconocimiento de los hechos, que así aquello que le hicieron no desaparezca ni quede en blanco ni se olvide, pretende que alguien, una figura humana que cumpla con el papel otorgado en la función "teatral", se haga responsable y asuma lo sucedido. Ella es la víctima que lucha por una posible venganza/reparación/sanación/justicia.
Él es el probable torturador. Es la excusa. El monigote. El fantoche. Ya dijimos que da igual si lo hizo él u otro. Es un actor en una obra en la que no puede opinar sobre su rol o líneas de guion, las escribieron otros por él, la víctima y la justicia, él solo las debe recitar con la suficiente fuerza, credibilidad e imaginación para que ese texto cobre vida, dé la sensación de que es real, aunque probablemente no lo sea, o sí, es indiferente. Es el culpable y que no se hable más.
El otro es el marido. Es la justicia. La que no hace nada. La cobarde. La contemplativa. La moderadora. La que templa gaitas. Es la ley. La componenda. La que observa. La corriente. Su labor es presencial, mediadora, engrasante. Confirma el juego marcado. No opina. Solo guía. Se lava las manos. Tampoco le preocupa nada la verdad. Solo desea que se llegue al final.
La película parte de unos hechos mundialmente conocidos, las torturas perpetradas durante las dictaduras militares sudamericanas, para a continuación tratar de trascender y hablar de la necesidad de justicia (de orden, de sentido, de equilibrio) del ser humano y de cómo esta se acaba transformando en un farsa, parodia o en el mejor de los casos obra de teatro que pueda ser verosímil y asumible, en la que los hechos o las certezas son solo sombras y en la que los protagonistas, para que salga bien el proceso/juego, deben ajustarse a modelos periclitados/preestablecidos, cerrados, vacíos de contenido, elementos puramente simbólicos y persuasivos, perchas huecas en las que colgar necesidades o frustraciones, daños y penas, poderes y culpas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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