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Voto de Ferdydurke:
3
6,4
23.346
Thriller
Dominika Egorova (Jennifer Lawrence) es reclutada contra su voluntad para ser un “gorrión”, una seductora adiestrada del servicio de seguridad ruso. Dominika aprende a utilizar su cuerpo como arma, pero lucha por conservar su sentido de la identidad durante el deshumanizador proceso de entrenamiento. Hallando su fuerza en un sistema injusto, se revela como uno de los activos más sólidos del programa. Su primer objetivo es Nate Nash ... [+]
23 de abril de 2018
124 de 216 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Madre Rusia ha vuelto, ha resurgido de entre los muertos. Y con ella, la terrible Guerra Fría tan querida que nos llena de bonita nostalgia y recuperada alegría.
Nuestro enemigo favorito está otra vez al/en frente. Hay que ir a por ellos. No podemos quedarnos quietos. Que no escapen vivos. O nos arrepentiremos.
Si hace nada nos llegaba del Reino Unido una sátira despiadada sobre el pasado nefando comunista de los rusos, "La muerte de Stalin", ahora mismo son los americanos del norte los que nos regalan un generoso muestrario de los horrores rojos. No les falta de nada a estos rusos remozados (hijos y nietos de los otros), crímenes atroces, pasiones ominosas, familiares abyectos, depravaciones de todas las clases, traiciones a borbotones, corrupción, asesinatos, puterío, rameras, sicarios, putas, carniceros, en fin, el juego completo por el mejor precio, lleve dos y le regalamos nosotros mismos un beso en todos los morros.
En cambio, están para salvarnos de la quema los yanquis buenos, siempre al rescate tan bien predispuestos. Un primor y un destello. Un fulgor y un falansterio. Guapos, con valores, nadadores, modestos, unidos, morales, decentes, inteligentes, con derechos, principios, sin muertos, atropellos, malos rollos ni sexo turbulento o pecaminoso.
Jennifer Lawrence enfadada, fría, siniestra, bella, buena, decidida, verdadera.
Joel Edgerton, sosias del inefable Wahlberg, como si fuera su hermano gemelo, es un morrosco de medio pelo que da el pego.
Y el brutote Matthias Schoenaerts, el legendario Jeremy Irons, la glacial y épicamente sórdida siempre Charlotte Rampling.
Comienza bien, con empaque , poderío y tronío. Escenario frío. Cine pulp, de género, de serie b; folletón de espías hecho con dinero y medios. Un camelo. Nos lo creemos. Todo. O casi. Ya veremos. Media hora. Al menos.
Una graciosa escuela de entrenamiento o más bien burdel de entretiempo. Natación. Escarceos. Un jefe putrefacto. Que nuestra admirada/deseada protagonista duda y se nos quiere hacer santa.
Se pasa de Moscú a Budapest, y de allí a Londres. Cada vez interesa menos. Corren los minutos y se hacen eternos. Nos amenizan la función con algún descabello, tortura o navajazos a contrapelo que suenan como hermosos instrumentos de viento.
La trama se resuelve. Juego de manos. Birlibirloque. Demasiado tarde. Nada nos dice. Se perdió el hechizo. Vimos la tramoya. Las bambalinas. Es todo un cuento. Tramposo. Maniqueo. Efectista. Truculento. Vacío. Bello. Huero. Sin derrotero. Nada. Tristes espejos. Truco del almendruco banal y torticero.
El oso rojo estaba borracho y no daba tanto miedo.
Yo apostaría por los buenos patriotas del norte de América que seguro que son más listos, pundonorosos y enteros y salvan el mundo del peligro de los bellacos del nuevo milenio, iguales a los del viejo, que vuelven a asomar el hocico y quieren montar un Cristo; arrebatarnos la paz, robarnos el merecido sosiego, detener el buen progreso.
La Historia se repite. El eterno retorno. Se vuelven a enfrentar los dos imperios, los de las laureadas barras y estrellas y los rojos ominosos, los honrados y los necios.
Viva América. Y viva Rusia también manque pierda.
Nuestro enemigo favorito está otra vez al/en frente. Hay que ir a por ellos. No podemos quedarnos quietos. Que no escapen vivos. O nos arrepentiremos.
Si hace nada nos llegaba del Reino Unido una sátira despiadada sobre el pasado nefando comunista de los rusos, "La muerte de Stalin", ahora mismo son los americanos del norte los que nos regalan un generoso muestrario de los horrores rojos. No les falta de nada a estos rusos remozados (hijos y nietos de los otros), crímenes atroces, pasiones ominosas, familiares abyectos, depravaciones de todas las clases, traiciones a borbotones, corrupción, asesinatos, puterío, rameras, sicarios, putas, carniceros, en fin, el juego completo por el mejor precio, lleve dos y le regalamos nosotros mismos un beso en todos los morros.
En cambio, están para salvarnos de la quema los yanquis buenos, siempre al rescate tan bien predispuestos. Un primor y un destello. Un fulgor y un falansterio. Guapos, con valores, nadadores, modestos, unidos, morales, decentes, inteligentes, con derechos, principios, sin muertos, atropellos, malos rollos ni sexo turbulento o pecaminoso.
Jennifer Lawrence enfadada, fría, siniestra, bella, buena, decidida, verdadera.
Joel Edgerton, sosias del inefable Wahlberg, como si fuera su hermano gemelo, es un morrosco de medio pelo que da el pego.
Y el brutote Matthias Schoenaerts, el legendario Jeremy Irons, la glacial y épicamente sórdida siempre Charlotte Rampling.
Comienza bien, con empaque , poderío y tronío. Escenario frío. Cine pulp, de género, de serie b; folletón de espías hecho con dinero y medios. Un camelo. Nos lo creemos. Todo. O casi. Ya veremos. Media hora. Al menos.
Una graciosa escuela de entrenamiento o más bien burdel de entretiempo. Natación. Escarceos. Un jefe putrefacto. Que nuestra admirada/deseada protagonista duda y se nos quiere hacer santa.
Se pasa de Moscú a Budapest, y de allí a Londres. Cada vez interesa menos. Corren los minutos y se hacen eternos. Nos amenizan la función con algún descabello, tortura o navajazos a contrapelo que suenan como hermosos instrumentos de viento.
La trama se resuelve. Juego de manos. Birlibirloque. Demasiado tarde. Nada nos dice. Se perdió el hechizo. Vimos la tramoya. Las bambalinas. Es todo un cuento. Tramposo. Maniqueo. Efectista. Truculento. Vacío. Bello. Huero. Sin derrotero. Nada. Tristes espejos. Truco del almendruco banal y torticero.
El oso rojo estaba borracho y no daba tanto miedo.
Yo apostaría por los buenos patriotas del norte de América que seguro que son más listos, pundonorosos y enteros y salvan el mundo del peligro de los bellacos del nuevo milenio, iguales a los del viejo, que vuelven a asomar el hocico y quieren montar un Cristo; arrebatarnos la paz, robarnos el merecido sosiego, detener el buen progreso.
La Historia se repite. El eterno retorno. Se vuelven a enfrentar los dos imperios, los de las laureadas barras y estrellas y los rojos ominosos, los honrados y los necios.
Viva América. Y viva Rusia también manque pierda.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Ella siempre triunfa. Nunca se deja vencer. No se deja poseer. Ni penetrar. Hasta en el sexo es activa y montaraz.
¿Cuándo se me empezó a caer definitivamente? Bueno... en verdad desde el mismo inicio. Pero no. Me dejé engañar un rato. Casi largo. Quizás me comenzó a irritar (a tocar los mismísimos cojones seriamente) en el trozo de las torturas (ridículas, grotescas, paródicos momentos sacados de un penoso cuento gótico de intrigas mostrencas llenas de excesos groseros), o en el goloso rato en el que se cargan al siniestro sicario o más bien cuando ella se quiere pasar al otro lado, que yo, soy así de sofisticado y avieso, en verdad quería que ganaran los malos, el ruso Matorin, que se los cepillara a todos, sin dejar ni rastro, entre sufrimientos sin fin, con su tortura fina que tanto me entretenía, me hacía sentir pleno, mi ser bullía.
La película pierde cualquier atisbo de calidad o esperanza de mínimo rigor cuando nos hurta la posibilidad de que ella fracase, dude o se vuelva cruel y perversa, ya que ahí estaba la verdadera apuesta, en humanizar a un personaje de cartón piedra, que trascendiera el cliché manoseado y fuera algo parecido a una persona. Por lo tanto, resulta una propuesta pacata, cobarde, convencional, chata, pura modorra, como un anuncio del estado para justificar el sablazo de los impuestos a los pobres desgraciados que de verdad los pagan porque no les queda más remedio. Así de cutre y felón.
Y qué final. Hay que ver lo lista y bien organizada que es mi niña. Cómo pilla al malvado tío que no la quería como Dios manda y más bien la deseaba pérfidamente.
Y cómo ella vuelve con su querida madre y acaba la película en gloria, sonando la amada música y seguro que el enamorado esperando al otro lado del teléfono con el alma en vilo y el corazón en un puño, amando a todo trapo y sin freno.
Ainns.
Romanticismo siniestro modo ruso según la versión tópica que más nos conviene propagar cuando son nuestros rivales, es decir, pintarlos bestiales, brutales, salvajes, amorales, fríos, pobres, aberrantes y patanes.
Cómo no vamos a criticarles si son tan poco civilizados, tan abismales.
¿Cuándo se me empezó a caer definitivamente? Bueno... en verdad desde el mismo inicio. Pero no. Me dejé engañar un rato. Casi largo. Quizás me comenzó a irritar (a tocar los mismísimos cojones seriamente) en el trozo de las torturas (ridículas, grotescas, paródicos momentos sacados de un penoso cuento gótico de intrigas mostrencas llenas de excesos groseros), o en el goloso rato en el que se cargan al siniestro sicario o más bien cuando ella se quiere pasar al otro lado, que yo, soy así de sofisticado y avieso, en verdad quería que ganaran los malos, el ruso Matorin, que se los cepillara a todos, sin dejar ni rastro, entre sufrimientos sin fin, con su tortura fina que tanto me entretenía, me hacía sentir pleno, mi ser bullía.
La película pierde cualquier atisbo de calidad o esperanza de mínimo rigor cuando nos hurta la posibilidad de que ella fracase, dude o se vuelva cruel y perversa, ya que ahí estaba la verdadera apuesta, en humanizar a un personaje de cartón piedra, que trascendiera el cliché manoseado y fuera algo parecido a una persona. Por lo tanto, resulta una propuesta pacata, cobarde, convencional, chata, pura modorra, como un anuncio del estado para justificar el sablazo de los impuestos a los pobres desgraciados que de verdad los pagan porque no les queda más remedio. Así de cutre y felón.
Y qué final. Hay que ver lo lista y bien organizada que es mi niña. Cómo pilla al malvado tío que no la quería como Dios manda y más bien la deseaba pérfidamente.
Y cómo ella vuelve con su querida madre y acaba la película en gloria, sonando la amada música y seguro que el enamorado esperando al otro lado del teléfono con el alma en vilo y el corazón en un puño, amando a todo trapo y sin freno.
Ainns.
Romanticismo siniestro modo ruso según la versión tópica que más nos conviene propagar cuando son nuestros rivales, es decir, pintarlos bestiales, brutales, salvajes, amorales, fríos, pobres, aberrantes y patanes.
Cómo no vamos a criticarles si son tan poco civilizados, tan abismales.