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Voto de Sibila de Delfos:
9
Animación. Aventuras. Comedia Un año después de los acontecimientos narrados en "Buscando a Nemo", Dory vive apaciblemente con Marlin y su hijo Nemo. Pero durante un viaje para ver cómo las mantarrayas migran de vuelta a casa, los problemas de memoria de Dory parecen desaparecer durante un segundo: recuerda que tiene una familia e inmediatamente decide emprender viaje para reencontrarse con sus padres, a los que perdió hace años. (FILMAFFINITY)
15 de junio de 2016
69 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vamos a empezar con una obviedad: Buscando a Dory no es mejor que Buscando a Nemo. No. No lo es. Quizás tampoco sea una de las mejores películas de Pixar (claro que, hablando de una casa que ha parido obras maestras como Toy Story, Up, WALL-E, Ratatouille o Del revés, es ya realmente difícil decidir qué es lo mejor y qué es lo menos bueno). Pero, amigos, esto no es una mala noticia en absoluto. Más bien al contrario.

Precedida por un nuevo corto maravilloso llamado Piper, un pedacito de cine glorioso con todos los detalles marca de la casa en lo que a cortos se refiere (sin diálogos, muy humorístico, protagonizado por animales) acerca de una cría de ave que se enfrenta por primera vez a un bello pero aterrador enemigo, llega el momento de disfrutar con las nuevas aventuras de Dory, la simpática pececilla que robó el corazón del mundo entero en Buscando a Nemo. Porque sí, la protagonista absoluta de la función en esta ocasión es Dory. Marlin y Nemo son secundarios de lujo en esta ocasión, porque el protagonismo debe ser para ella, sin duda uno de los personajes más entrañables y carismáticos de Pixar debido a su humor, su ternura y por supuesto sus pérdidas de memoria a corto plazo.

Podía haber dudas, porque cuando Pixar se pone a hacer secuelas igual le salen dos obras maestras (como Toy Story 2 y sobre todo Toy Story 3) o dos películas absolutamente prescindibles e innecesarias, aunque tampoco horribles (Cars 2 y Monstruos University). Veremos por dónde sale el sol con las ya anunciadas Cars 3 y Los Increíbles 2, pero desde luego con Buscando a Dory han vuelto a dar en el clavo. De hecho, la película recuerda en muchas ocasiones a las maravillosas aventuras de los juguetes de Andy (ver esa persecución final por autopista, muy parecida a la de los juguetes de camino al aeropuerto siguiendo a Woody y Al en Toy Story 2, o ese guió a los niños destrozones de la guardería Sunnyside en Toy Story 3, esta vez reconvertidos en involuntarios torturadores de criaturas marinas en un acuario), lo cual siempre es un enorme halago. Pero es que Buscando a Dory, por si misma y dejando ya las comparaciones, es una extraordinaria película. Tal cual.

Qué se puede decir a estas alturas sobre la calidad de la animación digital de Pixar, que no tiene parangón en el mundo, salvo que en esta ocasión el parecido con la realidad es tan asombroso que a veces cuesta darse cuenta de que lo que estamos viendo no es imagen real, especialmente cuando no hay humanos a la vista. Esos fondos, esas texturas, esa recreación del fondo del mar y sus habitantes, la espectacular recreación del Instituto de Vida Marina de Monterrey… todo es de una perfección que asusta. Es una belleza casi casi de museo. No hay palabras para describirlo realmente, porque hay que verlo. Ya solo por esa genialidad merecería la pena pagar una entrada, pero es que además la cinta es un prodigio de imaginación, humor y entrañables personajes. Es maravilloso ver cómo sus responsables apuestan por no repetirse, ahorrándonos un nuevo el viaje por el océano para centrarse en la aventura pura y dura que tiene lugar en el Instituto de Vida Marina, y la trama es realmente encantadora. Y qué decir de los personajes nuevos. Esperen a conocer a Destiny, la “amiga de cañerías” de Dory, o a la beluga Bailey, o por supuesto al pulpo Hank, sin duda el personaje nuevo más destacado de la función, que forma una pareja memorable con la protagonista. Pero es que incluso los personajes que aparecen apenas unos segundos son gloriosos. No pierdan de vista a la ostra con la que hablan Marlin y Nemo, o a los leones marinos, o a la sorprendente amiga alada que hacen padre e hijo en California. Son apenas unos ejemplos de la inagotable capacidad de Pixar para crear roles inolvidables (quizás los únicos que quedan un poco más atrás son Jenny y Charlie, los padres de Dory, por motivos que comentaremos después). Y aparte, como decíamos, la película es divertidísima, quizás más incluso que su predecesora, y se permite el lujo de marcarse un final épico por carretera que ríase usted de persecuciones reales del cine, coronado además por un uso épico de la cámara lenta y del “What a wonderful world” de Louis Armstrong. Tronchante es poco.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sibila de Delfos
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