Media votos
5,4
Votos
2.838
Críticas
125
Listas
43
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Talibán:
7
6,9
3.034
Intriga. Thriller. Cine negro. Drama
Un marinero encuentra a un hombre moribundo que antes de expirar dice un nombre: Mister Arkadin. Después de una serie de pesquisas, el marinero da con el misterioso personaje: un millonario, dueño de un imperio industrial y financiero, que vive encerrado con su hija en una mansión de la Costa Azul. Una vez localizado, el propio Arkadin, que padece amnesia, pide que se haga una investigación sobre su pasado. (FILMAFFINITY)
23 de diciembre de 2016
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Mr. Arkadin" es uno de esos filmes itinerantes construidos sobre el protagonismo eventual y consecutivo de personajes episódicos a los que el presunto héroe sirve de introductor. No sabemos si esto se hizo por motivos de producción (es más que probable) o porque Orson Welles estaba interesado en dar trabajo temporal a sus amigos (también es más que probable). Un personaje, un espacio diferenciado, una escena completa, una historia. Pequeñas películas que se van engarzando. Hitchcock hizo así dos maravillas, "Cortina rasgada" y "39 escalones".
Enmarcadas en ese mecanismo "un personaje/una escena", en la versión española aparecen Amparo Rivelles en el papel de la baronesa y la gran Inés López de Heredia encarnando a Sofía, antigua amante de Arkadin. La Rivelles ofrece una actuación elegante, con un punto de sensualidad muy a su gusto (el juego con el cigarrillo que fuma), aunque algo superficial. Inés López de Heredia, dama del teatro español cuya figura esta película preserva para la posteridad, a pesar de su estilo declamatorio pasado de moda y poco cinematográfico, es una presencia escénica imponente. Sentada, sin movimiento corporal, domina la secuencia con una seguridad portentosa.
Sin embargo la versión que Welles consideraba como principal es la inglesa y eso se nota. Suzanne Flon compone una baronesa admirable, de mucho más calado que la de Amparo Rivelles. Aporta al personaje matices distintivos de la vieja aristocracia europea, ese imposible refinamiento embarrancado por la decadencia, haciendo oscilar sus reacciones entre la dignidad y falso pudor.
Lo de Katina Paxinou con el personaje de Sofia habría que comentarlo aparte, aunque mi norma es no extenderme con lo que no es posible describir. Incendia la cámara desde que aparece, y lo hace sin inmutarse, sin apenas esfuerzo. En el núcleo de este reportaje confidencial hay un secreto juego de espejos muy wellesiano concebido por el personaje que da título a la película, que nos va interesando o dejando indiferentes en según qué momentos. Sin embargo, el centro de gravedad de "Mr Arkadin", y esto lo comprendemos al ver la versión inglesa, es la vieja estafadora Sofía, el origen y el destino de las corrientes emocionales que la historia desencadena.
Enmarcadas en ese mecanismo "un personaje/una escena", en la versión española aparecen Amparo Rivelles en el papel de la baronesa y la gran Inés López de Heredia encarnando a Sofía, antigua amante de Arkadin. La Rivelles ofrece una actuación elegante, con un punto de sensualidad muy a su gusto (el juego con el cigarrillo que fuma), aunque algo superficial. Inés López de Heredia, dama del teatro español cuya figura esta película preserva para la posteridad, a pesar de su estilo declamatorio pasado de moda y poco cinematográfico, es una presencia escénica imponente. Sentada, sin movimiento corporal, domina la secuencia con una seguridad portentosa.
Sin embargo la versión que Welles consideraba como principal es la inglesa y eso se nota. Suzanne Flon compone una baronesa admirable, de mucho más calado que la de Amparo Rivelles. Aporta al personaje matices distintivos de la vieja aristocracia europea, ese imposible refinamiento embarrancado por la decadencia, haciendo oscilar sus reacciones entre la dignidad y falso pudor.
Lo de Katina Paxinou con el personaje de Sofia habría que comentarlo aparte, aunque mi norma es no extenderme con lo que no es posible describir. Incendia la cámara desde que aparece, y lo hace sin inmutarse, sin apenas esfuerzo. En el núcleo de este reportaje confidencial hay un secreto juego de espejos muy wellesiano concebido por el personaje que da título a la película, que nos va interesando o dejando indiferentes en según qué momentos. Sin embargo, el centro de gravedad de "Mr Arkadin", y esto lo comprendemos al ver la versión inglesa, es la vieja estafadora Sofía, el origen y el destino de las corrientes emocionales que la historia desencadena.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El cine es fragilidad, el celuloide es sensible a los matices del rostro, y no me refiero a su fisonomía. Es capaz de captar las arrugas del sentimiento que la escena teatral pasa por alto. El teatro es la voz, el cine es la mirada. Para que una mirada incendie la pantalla hace falta un director que sepa provocar la ocasión, capturar el acontecimiento y hacerlo inteligible a nuestros sentidos. Ese es el trayecto mínimo que hizo Víctor Erice en una famosa escena de "El espíritu de la colmena", creó con una sola mirada de Ana Torrent el equivalente a un universo.
En "Mr. Arkadin" apenas hay un plano que no tenga una angulación anormal. Está diseñada para ser grandiosa, pero es demasiado ingenua para ser profunda, demasiado ampulosa para ser grande, demasiado exigente consigo misma para ser coherente. No obstante su fracaso como película supone una extraña reivindicación del minimalismo. El contraplano totémico de Orson Welles (en la secuencia del camarote que protagoniza con Patricia Medina), la amargura inclasificable de Akim Tamiroff , la divertida extravagancia de Mischa Auer, el genio dinámico de Michael Redgrave, la delicadeza de Suzanne Flon y, especialmente, el fulgor de Katina Paxinou, todo ello encendido, atrapado y entregado a nuestra mirada por el fuego creativo de Welles, la hacen grandísima.
En "Mr. Arkadin" apenas hay un plano que no tenga una angulación anormal. Está diseñada para ser grandiosa, pero es demasiado ingenua para ser profunda, demasiado ampulosa para ser grande, demasiado exigente consigo misma para ser coherente. No obstante su fracaso como película supone una extraña reivindicación del minimalismo. El contraplano totémico de Orson Welles (en la secuencia del camarote que protagoniza con Patricia Medina), la amargura inclasificable de Akim Tamiroff , la divertida extravagancia de Mischa Auer, el genio dinámico de Michael Redgrave, la delicadeza de Suzanne Flon y, especialmente, el fulgor de Katina Paxinou, todo ello encendido, atrapado y entregado a nuestra mirada por el fuego creativo de Welles, la hacen grandísima.