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Voto de Chris Jiménez:
6
Acción Después de varios años, el arquitecto Paul Kersey ha conseguido superar el asesinato de su mujer y lleva una vida tranquila en Los Angeles. Pero, cuando su hija, ingresada en un sanatorio desde que fuera violada, también es raptada y asesinada, decide tomarse la justicia por su mano. (FILMAFFINITY)
22 de enero de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Porque la vida está hecha de casualidades, aunque la sucesión de éstas de pie a nombrarlas coloquialmente como "sino", porque hay veces en que las cosas suceden sin que en ningún momento puedan ser previstas, porque uno sólo puede dejarse llevar por la suerte de este condenado mundo, al pobre Paul Kersey le ha tocado revivir los acontecimientos que trastocaron su apacible vida de arquitecto en New York años antes.

Ocho años pasaron para que viera la luz una secuela sobre las andanzas de Paul Kersey, el arquitecto de New York convertido en justiciero al ver que nadie podía ayudarle para capturar a los responsables de la muerte de su mujer. "El Justiciero de la Ciudad" fue un hito en la época de los '70, y no sólo adquirió Charles Bronson la justa fama que ya se merecía desde hacía tiempo en América, sino el nuevo subgénero cinematográfico que trataba el film: el de los vigilantes.
Tras estrenarse la de Michael Winner salieron películas del mismo estilo como churros, aunque al escritor de la novela, Brian Garfield, no le gustó en absoluto, pues se llevó una sorpresa cuando hacían del personaje de Paul Kersey un héroe, lo cual no podía quedar más lejos de sus intenciones cuando lo concibió; esa fue la causa de que escribiera la secuela literaria "Death Sentence" (nada que ver con la película que nos ocupa). Tras un tiempo, los señores de la Cannon, aquella gran productora independiente de los '80 que ya pasó a mejor vida junto con otras de la misma condición, como Orion, iban detrás de Dino de Laurentiis para lograr los derechos de la novela.

Para este hombre, el mudarse a Los Ángeles iba a significar un cambio, un nuevo comienzo, para intentar olvidar la tragedia que fue el perder a su esposa y ver a su hija metida en un manicomio; sus esperanzas de verse reencontrado con Carol renacen al sacarla por fin de aquel centro, así que la vida sonríe de nuevo a este humilde arquitecto que una vez perdió todo lo que tenía. Pero la felicidad va a durar menos que canta un gallo, pues el mismo día unos maleantes de poca monta entran en casa de Kersey.
A éste lo dejan inconsciente de un golpe tras violar brutalmente y asesinar a la ama de llaves y secuestran a Carol para también violarla, lo que acabará con ella suicidándose. El crimen en Los Ángeles no es menor, y ni la policía ni los juzgados puede hacer nada para remediarlo...no obstante Kersey puede, porque ya lo hizo antes. El llamado "vigilante de New York" vuelve a prepararse para ejercer la justicia como mejor sabe: con su propia mano. En realidad aquellos no deseaban adaptar la continuación literaria de Garfield, sino usar otra historia más "cinematográfica", por así decirlo, con los mismos personajes para una secuela propia, cuyo guión ya estaba escrito por David Engelbach.

De este modo, el cambio de la primera parte a esta es apreciable en todos los aspectos. Ahora estamos en los '80 y la criminalidad, como ya nos informa el film desde el mismísimo comienzo, ha crecido hasta cotas inimaginables, dejando a los ciudadanos la acción directa como único medio de defensa. Los Ángeles es un hervidero de chulos, "punkies", moteros, atracadores, prostitutas y demás escoria de la peor calaña.
Nadie está a salvo de ellos, pero, por supuesto, los defensores de los derechos humanos piensan que hay tratarles como a todo el mundo, y la actual novia de Kersey, Geri, es de esos, con unos ideales que chocarán de pleno cuando el hombre lo abandone todo por coger a los asesinos. Aquí está la principal diferencia con la anterior: mientras que en aquella el protagonista mantenía el orden pretendiéndose un ciudadano más, en esta ocasión le vemos cruzando al otro lado, introduciéndose en el sucio y decadente mundo de los autores del asesinato de su hija para atraparles, centrado de manera exclusiva en su venganza y sin prestar atención a lo que ocurre a su alrededor.

"Yo soy la Justicia" se encarga de repetir los mismos patrones que "El Justiciero de la Ciudad" aunque de un modo distinto; ahora Kersey sí que parece un héroe y no un hombre desesperado al que no le quedó otro remedio que empuñar un arma. Pese a que en un principio iba a dirigirla Menahem Golan, Bronson insistió en que lo hiciera Michael Winner, quien no atravesaba el mejor momento de su carrera. Al final, el director, se pondría también tras las cámaras para la siguiente, y tremendamente mediocre, secuela, "El Justiciero de la Noche".
El actor encarna a un Kersey más letal, más bruto, más "de héroe de los '80" y con un proceder diferente, quedando a años luz del personaje original. Junto a él repite el gran Vincent Gardenia como Ochoa, tenemos a Charles Cyphers, actor fetiche de Carpenter, y a un joven Laurence Fishburne haciendo de uno de los maleantes. De Jill Ireland, esposa de Bronson en la realidad, mejor no hablaré...el actor quería que estuviera en el reparto precisamente por eso.

Los diálogos pierden en calidad, las secuencias de acción no son nada del otro mundo y las dosis de violencia son muchísimo más explícitas que en la de los '70, eso sí, te llevas un gustazo al final cuando ves que el hombre consigue vengarse de los asesinos de su hija, y más con la escena final en la sala del manicomio...bueno, esa es la baza con la que cuenta el film para que le acabe gustando al público.
Además, ¡la banda sonora la compone Jimmy Page! Sólo por eso ya merece la pena verla.
Chris Jiménez
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