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Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Drama A Patsy Gargan, un antiguo criminal, sus corruptos compinches políticos le pagan sus servicios nombrándolo inspector de un reformatorio. Al principio no muestra ningún interés por la escuela, pero la simpatía que siente por los niños que son víctimas de abusos y maltrato por parte del despiadado director y sus matones, lo empuja a aceptar el trabajo. (FILMAFFINITY)
12 de mayo de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuán precisa resulta la escena en la que vemos a algunos padres acompañando a sus hijos a los estrados judiciales donde van a ser juzgados por algunos actos delincuenciales. Sólo se necesita, ¡un minuto!, para que su comportamiento nos revele, a ciencia cierta, que los chicos están en muy malas manos. Observándolos más a ellos que a los chicos, el sensato juez, H.J. Gilbert, optará, entonces, por enviar a los muchachos a un correccional donde espera que se les convierta en hombres útiles a la sociedad… pero, como suele ocurrir en las instituciones donde los funcionarios se nombran más por influencias políticas que por idoneidad, otro tirano incompetente se encuentra en ejercicio como director del reformatorio. No obstante, para fortuna de los chicos, un director adjunto va a ser nombrado, y con, Richard “Patsy” Gargan, un gánster con ansias infinitas de redimirse, las cosas van a ser a otro precio.

De nuevo se demuestra aquí que, más que un diploma, es la experiencia de vida lo que hace a alguien idóneo para determinadas profesiones; y también se comprueba que no es castigo, ni intolerancia, ni mal trato, lo que se necesita para reformar a un hombre. Reconocimiento, apoyo, empatía, trato digno, participación… pesan mucho más para llegar al alma de un ser humano que sólo espera ser tenido en cuenta para que de él aflore lo mejor que puede dar.

Una historia -muy seguramente inspirada en la labor que, desde 1917, venía haciendo el sacerdote, Edward J. Flanagan, fundador de Boys Town (La ciudad de los niños)-, escrita por Islin Auster con el título, “Reform school”, y llevada a guion de manera muy efectiva por Edward Chodorov, da comienzo a ésta y a una serie de historias cinematográficas que vendrían luego con notable acogida por parte de un público ávido de justicia social: “Dead end”, “Boys town”, “The Crime School” (remake del filme que nos ocupa) y otras tantas.

Durante la marcha del rodaje, la Warner desistió de que, el personaje Jimmy Smith (que muy sólidamente interpreta el joven, Frankie Darro), creciera para ser interpretado luego por James Cagney (nótese el parecido de ambos), y entonces se llamó a, Michael Curtiz, para que asistiera al director de cabecera Archie L. Mayo, y con él se agregaron las escenas que los tuvieron a ambos (Darro y Cagney) como auténticos protagonistas. No obstante su valioso aporte, por deferencia con Mayo, el director húngaro rechazaría ser incluido en los créditos… y además, ya tenía suficiente con las ¡ocho películas! que, él personalmente, había rodado en 1933.

La preciosa, Madge Evans -otra de esas lindas actrices que tendría que dejar luego su carrera por haberse casado con un marido conservador e inseguro-, tiene aquí un fuerte rol femenino como la enfermera Dorothy Griffith, dispuesta a asegurar los cambios que traigan dignidad a los chicos del reformatorio.

<<POR EL MAL CAMINO>>, se beneficia significativamente de haber sido realizada en tiempos de pre-code, pues se pudo mostrar la dureza con que eran tratados los chicos en aquellas instituciones llamadas a “socializarlos”, y se logró realizar una escena cumbre de altísimo impacto que, de haber sido rodada un año después, hubiese sido cortada sin remedio.

Probablemente se corrobore aquí, cómo la injusticia llevada a situaciones extremas, obliga finalmente a las resoluciones violentas.
Luis Guillermo Cardona
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