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Voto de pointsman:
4
Comedia Clark Griswold, movido por un generoso y sentimental espíritu navideño, quiere sorprender a toda su familia con una gran fiesta. La suerte no suele acompañarlo y esta vez no va a ser diferente... Una sucesión de disparatados desastres convertirán la esperadísima sorpresa de Clark en un verdadero caos. (FILMAFFINITY)
3 de junio de 2008
17 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Situemos la acción: los años ochenta no eran todavía un revival, sino una realidad. Reagan aún se tenía en pie, aunque ya no era el cowboy de siempre. Los comunistas ya no eran tan malos, hasta se podía hacer bromas sobre la mancha en la cabeza de Gorbachov. En Detroit se diseñaban enormes modelos de coches pre-tifón Toyota. Los yuppies se engominaban el pelo, bebían cerveza alemana de importación y escuchaban a Bruce Springsteen en su cassette último modelo. Kurt Kobain acababa de salir de un concierto de Pixies. La familia americana media seguía yendo a misa los domingos y fiestas de guardar, por más que las últimas tres décadas de gloriosa historia americana los hubiera tildado de paletos. Una época estaba dejando paso a otra, pero en el cine no se habían dado cuenta. Spielberg era el rey. George Lucas estaba tumbado en una hamaca a la derecha del Padre. Scoresese acusaba sus problemas técnicos con la heroína. Y Chavy Chase proseguía la saga de la familia Griswold sin prisa pero sin pausa.
Era otra época.
Tras dos películas en las que la familia Griswold se iba de vacaciones, primero por Estados Unidos y luego por Europa (con los desastrosos resultados que caracterizan el género), el guionista John Hughes pensó que era hora de que pasaran unas vacaciones en casita, al abrigo de la chimenea, con bombillas multicolores cubriendo la fachada, para pasar la navidad en familia. Hughes, por cierto, un año más tarde se encumbraría con Sólo en casa, que redunda en la temática navideña.
Los Griswold, esa entañable familia de paletos americanos. Qué decir. Los intentos del estúpido padre de familia por unir a su familia en torno a unos valores tan rancios que recuerdan a un anuncio de caramelos. La madre, con su aspecto de adicta a los barbitúricos y su actitud resignada. Los hijos, esteretipos que cambian de cara en cada película sin que nadie note la diferencia. Y los demás familiares, que también tienen lo suyo. Todos chiflados.
Las situaciones... delirantes, inverosímiles, mediocremente graciosas.
Por encima de todo: Chevy Chase, la caspa americana andante, secundado por Beberly D'Angelo, su eterna esposa en la salud y en la enfermedad (mental) y Randy Quaid (el hermanísimo de Dennis) metiendo las zarpas, como viene siendo habitual. Destaca también en el reparto una Juliette Lewis entonces desconocida. A título personal echo en falta a Anthony Michael Hall haciendo de Rusty y a Harold Ramis en la dirección.
En definitiva, un desastre de película que, sin embargo, tiene sus dosis de parodia del género navideño, su humor pasado de revoluciones, su condición de paradigma de la comedia de los ochenta. Probablemente la mejor de la saga Griswold, lo cual tampoco es tan difícil.
Y Chevy Chase es Chevy Chase, por suerte o por desgracia.
Una reflexión: ¿por qué todos los países tienen su Chevy Chase? ¿Es cosa del inconsciente colectivo o es que somos todos unos inconscientes? Quién sabe.
pointsman
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