Dada las buenas críticas, en las que un crítico profesional se atrevía incluso a comparar la serie que ocupa estas líneas, ni más ni menos, que con la primera temporada de True Detective, empecé a ver “Sharp objects” con ciertas expectativas.
Tras haberla visionado, puedo afirmar que el susodicho crítico de la infame comparativa o tenía los bolsillos llenos o no había visto True Detective.

Esto no quiere decir que no me gustara la serie. Sí, retrata una parte de la sociedad estadounidense bastante enfermiza y me gusta el personaje compuesto por la muy solvente Amy Adams. Pero ni por asomo se aproxima a las inspiradoras y evocativas líneas de guión escritas Nic Pizzolatto para su gran creación Rust Cohle.
Hecha esta aclaración, para que nadie se lleve a engaño, “Sharp objects” es una buena serie y merece la pena su visionado. Sabe crear atmósfera y hacer que el personaje se sienta intoxicada por ella. Especialmente las escenas que discurren en la mansión “perfecta” donde residen los padres de la protagonista y su medio hermana. Por momentos resulta opresiva y enajenante.

Gracias en buena parte a la excelente labor de Patricia Clarkson en su papel de Adora, “amantísima” y frágil madre. Es desquiciante y repulsiva a partes iguales. Uno puede imaginar la angustia que debe haber sentido Camille bajo la tutela de esa bruja trastornada. Con la complicidad de un padre florero y un pueblo de paletos que le sigue el juego a la ricachona, aunque íntimamente la envidie y desprecie.

La mencionada medio hermana Amma, también es un personaje jugoso. A veces niñata, a veces digna de compasión. Idolatra a su hermana mayor Camille por su rebeldía y al mismo tiempo juega a ser la muñequita de mamá, manipulando a conveniencia a quien se deje. Desde luego no deja indiferente, y ya verán el porqué.

El poli postizo de esta historia bastante prescindible. De todos modos imagino que está ahí como parte funcional de la trama. Ya se sabe, si hay asesinato hay fuerzas del orden. Y de paso una excusa para hacer que la protagonista tenga alguien con quien liarse.

En definitivas cuentas, una serie no tan afilada como predican pero que deja marca.