Dicen que la línea entre la genialidad y la locura es delgada. Esa línea se llama Rick y Morty, un delirio genial.
Hacía mucho tiempo que una serie no me divertía y soprendía tanto como la presente.

Más que humor y ciencia ficción, es pura patafísica.
Dimensiones infinitas, viajes en el espacio, en los sueños, en un cuerpo humano convertido en un parque de atracciones jurásicas, seres tremendamente retorcidos y extraños, parodias de pelis, guiños a la ciencia por doquier (sobre todo a la física cuántica), mordaces críticas a la existencia, filosofía....hasta convertirse en un pepinillo (¡Rickinilloooooo!).
Todo cabe, todo vale.

Aventuras protagonizadas por el más cínico, nihilista, genial, sobradísimo y pasadísimo científico del Universo, Rick Sánchez, y su nieto Morty.
Y no sólo por ellos, también por su disfuncional familia. Personajes carismáticos, con personalidades bien definidas y reacciones acordes con ellas. Un lujo en los tiempos que corren (no como ciertos seres amarillos de una tal Springfield).

Pero lo más llamativo, lo que realmente me pasma es la coherencia interna de la serie. A pesar del caótico Universo descrito existe un hilo narrativo entre episodios, una historia principal. No importa cuán increible y alocada haya sido la aventura vivida que tiene consecuencias sobre la línea canónica. Eso ya es rizar el rizo n veces.

Así que deja de jugar al Roy, coge tu pistola dimensional y ven ahora mismo al Universo de Rick y Morty. Ah, y pásame la mantequilla.

Wubba lubba dub dub!