Hay actores que tienen la fortuna de poder vivir de algún éxito comercial o artístico durante años. A Lambert le sucedió tras haber encarnado al escocés Mc Claw en la celebérrima Los inmortales. De la mano de Sean Connery fue presentado al circuito mundial como una de esas jóvenes promesas con proyección. Su agente le llevó de caspa en caspa hasta terminar en este thriller de segunda división, que en su momento contó con el fruto de una extensa campaña publicitaria. Desde este título, se tuvo que conformar con seguir haciendo de inmortal y con films de serie B, y en alguna ocasión, incluso Z.

Jaque al asesino nos muestra el mundillo del ajedrez de refilón. A pocos contextos se le pueden sacar tanto jugo para el profano como al universo del tablero, y Carl Schenkel pasa de largo sin enterarse. El ajedrez es pasión, jugadores esquizoides y damas maravillosas, y todo empapado de una atmósfera elitista y chic que aquí no se ve por ningún lado.
Aunque la película consiga cierta incertidumbre, ésta viene dada más bien por los defectos de ejecución del señor director que por la historia en sí. El final es un regalo absurdo que podían haberse ahorrado. Vamos, como una Caro Khan ante una apertura española.