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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
7
Thriller. Drama Sam Bowden, un respetable abogado de una pequeña ciudad, ve cómo su tranquila vida se convierte en una pesadilla cuando Max Cady, un criminal que pasó ocho años en la cárcel por su culpa, no deja de acechar a su mujer y a su hija adolescente. La ayuda que le ofrece el jefe de la policía local resulta inútil, y él, legalmente, no puede hacer nada para alejar a Cady de su familia. (FILMAFFINITY)
9 de junio de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
93/02(04/06/19) Sugerente thriller psicológico, adelantado a su tiempo por algunos recursos eróticos, realizado por John Lee Thompson. Adaptado por James R. Webb (“La conquista del oeste” o “El gran combate”) de la novela de 1957 “The Executioners” de John D. MacDonald. Fue storyboarded inicialmente por Alfred Hitchcock (estaba programado para dirigirla, lo deja por una disputa), posteriormente dirigida por J. Lee Thompson (director mediocre, tocó la cima de calidad con esta película, aunque el año anterior tocó la cima del éxito con “Los cañones de Navarone”). Se centra en un abogado cuya familia es acosada por un criminal que él letrado ayudó a enviar a la cárcel. Tiene entre sus grandes alicientes un arrollador Robert Mitchum (con sombrerito panamá, enormes puros, o sonrisa pícara), rol de inteligente y sádico villano, acompañándole con el héroe que defiende a su familia Gregory Peck en actuación que palidece ante el carismático protagonista de “La noche del cazador”, hay una música perturbadora extraordinaria (de Bernard Herrmann) . En lo que es una historia que indaga en los agujeros de las leyes, de cómo puede haber abyectos que se aprovechen de esto en su espurio beneficio, esto expuesto en la primera parte del film, donde la tensión es latente, pero en el último tercio virar hacia el cine de cuasi-terror, azuzado por una oscura ambientación, convirtiéndose Max Cady en una especie de ente maligno capaz de todo. Pero en su debe me quedan algunas incoherencias, lagunas, un rimo con altibajos, soluciones argumentales cuando menos estridentes, le falta valentía para exprimir las posibilidades turbadoras que da la historia. Thompson siempre había imaginado la película en blanco y negro antes de la producción, como fanático de Alfred Hitchcock, quería tener elementos hitchcockianos en la película, como ángulos de iluminación inusuales, partitura musical extraña, primeros planos y toques sutiles en lugar de representaciones gráficas de la violencia que Cady tiene en mente para la familia. A Peck, quien produjo la película, no le gustó el título de la novela The Executioners y decidió que las películas con nombres de lugares tendían a ser exitosas. Así que miró un mapa de Estados Unidos y sucedió en Cape Fear en Carolina del Norte. Pero, desgraciadamente, la película no tuvo éxito y su fracaso financiero terminó con la compañía de Peck, Melville Productions. Cape Fear fue rehecho en 1991 por Martin Scorsese, con Peck, Mitchum y Balsam apareciendo en roles secundarios, Martin reutiliza la banda sonora de Herrmann en su nueva versión. Viendo este film de 1962 no podía dejar de pensar en la versión scorsesiana, provocando uno de esos raros casos donde el remake supera en mucho al original, desde la dirección con su ritmo fluido, el guión pulido y no con tantas lagunas, donde la tensión sexual te cala, dando mejores y más complejas motivaciones a los personajes, y con unas actuaciones en general mejores, Nolte mejor que Peck, Lange mejor que Polly Bergen, y apabullante mejor Juliette Lewis (arrolladora Lolita) que la sosa Lori Martin.

Tiene un arranque sugerente, atractivo, con la incisiva aparición de un serpentil Max Cady, haciendo que su poderosa presencia esté presente incluso cuando no está en pantalla, su influjo es total, tanto que cuando no está se echa en falta, su malévola encarnación es un aura que envuelve en zozobra los fotogramas azuzado de modo siniestro por la música, potenciando la intensidad y tensión, pero esta no se mantiene durante el largo del minutaje, siendo el zenit de esto el encuentro en el bar entre Max y Sam, con diálogos afilados y mordaces. Es el clásico enfrentamiento entre el Bien vs Mal, con ramificaciones hacia el juego del gato y el ratón, sin más matices que ese superficial (pues todo se resumiría en que no se puede encerrar a nadie por que suponga una amenaza en la sombra) análisis de las deficiencias de la ley, como bien expone el jefe de policía Mark Dutton (buen pero desaprovechado Martin Balsam) “…o sobran leyes o no tenemos suficientes”. Esta arritmia se agudiza por que la familia de Sam Bowden (Gregory Peck) resulta muy sosa, Familia sin aristas (cosa que la versión Scorsese subsana), ejemplo de cómo las familias aburguesadas se sienten cómodas sin pensar que hay otros mundos con los que pueden colisionar, intentando ser un aviso a navegantes este relato. Llegado el primer tercio el ritmo se estanca, para en el último tercio desembocar en la acción de un tramo con trazas de cine de terror, aunque con una premisa imposible de digerir (spoiler), donde lo siniestro se funde con lo vengativo, donde Max Cady se transmuta en una especie de Seal, sobresaliendo brillantemente el encuentro entre Max y Peggy Bowden (Polly Bergen), esposa de Sam, todo un alarde de choque psicológico aderezado con un erotismo palpitante por mor (improvisado por el director, pues no estaba en el guión) del empleo de unos huevos, quedando en el subconsciente esta secuencia en su semioscuridad, con sus sombras, cual serpiente (Max) intentando embaucar a la inocente “Eva” (Peggy). Para desembocar en un final acomodaticio y poco valiente, con lo que se da una conclusión previsible y plana.

Robert Mitchum como Max Cady es el amo de la película, tipo sibilino, cínico, arrogante, de andares altivos, con sentido del humor perverso, ingenioso, amoral, destila ser un animal sexual, un depredador en busca de su presa, un sádico procaz, lleva consigo un sentido de lo aterrador, su mirada perversa con ese modo de levantar la ceja, su modo de fumar puros (metáfora sexual?), lo ves como algo creíble, naturalidad aplastante, alargando la sombra de su grandioso papel en “La noche del cazador”, soberbio, teniendo una gran química con Peck, aunque robádnosle cada entente; Gregory Peck como Sam Bowden es la otra cara de la moneda, un tipo familiar, cariñoso, noble, ejemplo del que se siente el protector de su prole, por encima de la (para él fallida) ley,… (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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