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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
7
Western. Drama Ubicada argumentalmente 10 años después del final de la tercera temporada de la serie "Deadwood", que finalizó su emisión en 2006, las rivalidades pasadas se reinician, las alianzas se ponen a prueba y las viejas heridas se reabren, ya que todos se quedan para navegar por los cambios inevitables que la modernidad y el tiempo han provocado. (FILMAFFINITY)
14 de junio de 2019
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
99/08(11/06/19) Tras 13 años esperando la anunciada película que diera conclusión a los cliffhanger de la tercera temporada llega la ansiada terminación con este atractivo y sugerente telefilm, no es una obra maestra, pero a los seguidores de la serie les encantará, no tiene una historia original, pero tiene momentos de gran emotividad (sin caer en lo sensiblero), es tan deliciosa como una nostálgica reunión de amigos que se juntan para un funeral, recordándome en muchos aspectos a “Trainspotting 2”, apenas tiene acción, pero la que hay rezuma realismo, no tiene a un Ian McShane electrizante, pero tiene a un Ian McShane maravillosamente crepuscular, además de reunir a la inmensa mayoría de los personajes míticos de la serie de tres temporadas de la HBO (2004-2006). Dirigida por Daniel Minahan (realizador de cuatro de los episodios de la serie) y escrita por el creador de la serie David Milch para HBO, recientemente se reveló que Milch sufría de la enfermedad de Alzheimer (se hizo público en abril de 2019), y este hecho marca a fuego el clima de ocaso de la historia, y sobre todo como el guionista convierte claramente en su alter ego a Al Swearengen, haciendo de este un tipo muy enfermo, pero manteniendo a fuego su cruda personalidad, y con ello reflexionado sobre aquello del tempus fugit y el memento mori, que cual halo cubre todo el metraje, haciendo también un fresco sobre la construcción de América (el descubrimiento de oro hizo que la gente colonizará lugares inhóspitos, esto provocó la llegada de diligencias, la llegada del tren, la llegada del teléfono,…), lo que hizo vertebrarla y agrandarla, y con ello “civilizándola”. Milch (Nic Pizzolatto reveló había ayudado a Milch a escribir el guión) siembra la película de diálogos mordaces, ingenioso, cínicos, ricos, con claro sabor shakesperianos, ello desarrollado con ritmo sereno pero pétreo, con el inconveniente de tener que dar espacio a tantos personajes que hay ciertos tramos de dispersión, siendo conveniente haber visto la serie para dar fondo a algunas acciones de los personajes, se intentan rellenar con el recurso de flash-backs, pero estos se sienten escasos para dar solidez, dejando arcos argumentales in media res, por lo que será complicado que a quien no haya visto la serie le guste, quizás deberían haberse centrado en menos caracteres, pero mi sensación es que lo que se ha querido hacer es una reunión de amigos que no se ven durante tiempo, ello con un hilo conductor nimio, un McGuffin endeble el poner un villano con el que unir a los viejos amigos, cuando rascando un poquito lo que queda es que todo gira alrededor del crepúsculo del Dios Swearengen y su aceptación del final.

Los seguidores de la serie de culto “Deadwood” recordarán el desgarrador final de la serie, con el mayor anti-héroe que ha dado la televisión Al Swearengen arrodillado sobre el suelo rascando con rabia con un cepillo una gran mancha de sangre que intenta limpiar, producto del sacrificio humano que tuvo que hace para salvar la vida de Trixie, ello para ofrecer un chivo expiatorio al potentado George Hearst para calmar su sed de venganza. Tras esto más de dos lustros después arranca con el estallido del progreso en el Oeste, ejemplificado en esa locomotora que cruza la pantalla hacia Deadwood (en la serie nunca hubo estación de tren en la ciudad minera). Tras esto vemos a una ebria Calamity Jane sobre un burro en medio de la montaña, y suelta un monólogo sobre el paso del tiempo mientras mira a lo lejos Deadwood, señalando el mantra del telefilm, el lapidario Cronos aplastándonos a cada segundo.

Tras esto nos sumergimos en un paseo melancólico a través de los personajes iconos de la serie, en pequeñas píldoras los vamos viendo, y aparentemente solo han cambiado en que son más viejos, sus personalidades siguen intactas, ello con un ritmo sereno pero marcando sus cartas, con la típica verborrea que Milch nos tenía acostumbrados, en una turbia mezcla entre Shakespeare y lenguaje soez. Seguimos viendo detalles en personajes que enriquecieron la serie, como ese chino Wu (Keone Young), que durante la serie solo respondía con “hijoputa, hijoputa!”, ahora habla algo más, pero su negocio secundario continua (deshacerse cadáveres echándolos a los cerdos); La fiel empleada de Al, Jewel (Geri Jewel), asistenta del salón Gem de la que todos hacen bromas, pero ella aguanta con dignidad y teniendo momentos enternecedores como cuando masajea los pies del enfermo Al; El doctor Doc Cochran (Brad Dourif) y su modo de filosofar; Calamity Jane (Robin Weigert) y su dulce relación de reencuentro con Joanie (Kim Dickens); Alma (Molly Parker) y su tristeza inherente a sus encuentros con su gran amor Seth Bullock; y más.

Una película deudora por supuesto de la serie, amamantada en su realismo crudo, en su ambientación realista (la ciduad recreada por la diseñadora de producción Maria Caso y filmada en los mismos escenarios que Westworld), en situaciones impactantes mezcladas con charlas punzantes, donde la violencia atávica está siempre latente, aunque no es ni mucho menos lo principal, donde la línea entre la moralidad y la amoralidad se difumina en medio del barro de las mugrientas calles.

Se le puede achacar no hay solidez narrativa, no hay historia de peso dramático detrás (lo de un terreno que un humilde personajes no quiere vender al poderoso, y este último aborda el tema por la tremenda resulta muy sobado), solo parece hecho el film para dar conclusión a Al Swearengen, resto de subtramas se quedan en final de una temporada más, aunque con muy poético final bajo la nieve, se abarca demasiado y se aprieta poco, aunque lo poco es mucho para el espectador ávido de volver con estos viscerales personajes.

Ian McShane es el amo y señor de la función, físicamente disminuido aquí (con cirrosis hepática), con menos presencia, pero su portentosa sombra cubre cada milímetro de Deadwood, Milch le regala las mejores oratorias, las mejores frases,... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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