Cruda, descarnada, sucia, ambigua, son algunos apelativos que podríamos asociar con la realidad que nos muestra esta aclamada serie de televisión, basada en el libro homónimo escrito por David Simon.
Sí, lo hizo. Simon plantó su tienda de campaña en medio de la oficina del Departamento de Homicidios de Baltimore y durante un año se dedicó a retratar la triste cotidianidad de las calles donde los buenos no siempre son buenos, y los malos ganan al final.
Así que supongo que este compendio de características tira por tierra muchas de las teorías vigentes de hacer cine o televisión, cuyo máximo exponente, generalmente es el happy-ending.
Bueno, pues ni feliz ni acaba. Todo continúa. Como la vida misma.
Homicidio. Una coordinación ejemplar de actores que siempre han acompañado a David Simon en sus andanzas en la pantalla. Un elenco de personajes que ponen cara a los detectives, inspectores, tenientes y gerifaltes del departamento que alojó en su seno a la mente abismalmente obsesa de Simon. Un periodista de oficio obsesionado con la veracidad y el arte de hacer bien las cosas.
Así que si nos sentamos frente a la pantalla tras decidir conceder algo de nuestro tiempo a Homicidio, tenemos que tener muy claro que no vamos a ver entretenimiento efectista y sensacionalismo morboso.
Debemos reconocerlo: la vida moderna no nos deja respirar. No lo piense dos veces e invierta el tiempo en lo que realmente le llena. Si le gusta cualquier versión de CSI, Mentes Criminales o Crash, no se manche las manos y deje Homicidio para nosotros.