Sigue la explotación canina en el cine y ahora en formato animado, con una película realizada por un experimentado en el cine de animación como lo es Ben Stassen, quien presenta su trabajo más comercial y ordinario.

Rex es un corgi y es el favorito de la reina de Inglaterra, tanto así que la acompaña a todo acto público y su carita ha sido impresa en una inimaginable cantidad de artículos promocionales.

Pero ante una visita oficial e incómoda, Rex reacciona de manera equivocada y termina en la calle lejos del Palacio, en un refugio junto a toda clase de perros que lo harán añorar sus días junto a la reina y demás compañeros.

El inicio de la película es por demás prometedor, una larga secuencia sin diálogos y mucho humor a manera de prólogo parece preparar al espectador para lo que está por venir, desafortunadamente esto es lo más rescatable de un relato que en el resto del metraje no consigue llegar a esas alturas.

Del resto, lo más rescatable es la inclusión de Donald Trump dentro de la historia, con una animación que termina favoreciéndole, y con un momento digno de celebrar que es a la vez el inicio de los problemas de Rex, cuando decide morderlo en sus partes nobles.

De ahí en más, la película se pierde en una trama previsible y con poca gracia, que en gran parte incluye más guiños a un público adulto que al infantil (hay referencias a ‘El club de la pelea’ y algunas situaciones no parecen tan aptas para los más pequeños), y que visualmente intenta emular lo logrado por Pixar sin conseguirlo.

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