El universo cinematográfico de ‘El conjuro’ se sigue expandiendo, tras las películas del mismo nombre y las recientes ‘La monja’, y ‘La maldición de la Llorona’, se adiciona la ya completa trilogía del personaje más popular salido de las historias investigadas por el matrimonio Warren: la muñeca Annabelle.

La historia de esta tercera entrega inicia justo cuando el matrimonio de demonólogos formado por Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson y Vera Farmiga) deciden llevar a su casa a la muñeca maldita Annabelle, y resguardarla en una caja de cristal, previa bendición sacerdotal, en una habitación junto a otros objetos malditos, dejando bien claro la instrucción de no ingresar nunca allí.

Cuando una noche, el matrimonio debe realizar un viaje por cuestiones de su trabajo, deciden dejar a su pequeña hija Judy (Mckenna Grace) con la joven Mary Ellen (Madison Iseman) una joven y responsable estudiante quien se ve obligada a dejar entrar en la casa a su amiga Daniela (Katie Sarife), quien buscando contactar con su padre muerto, decide entrar en la habitación prohibida liberando al demonio que posee a la muñeca maldita.

Esta nueva entrega de ‘Annabelle’ no consigue ubicarse a la altura de sus predecesoras y mucho menos de las películas de ‘El conjuro’, pero cuenta con varias decisiones positivas, como, por ejemplo, el hecho de que todo lo que sucede en la película ocurra en el transcurso de una sola noche, lo que genera un mayor impacto, y la elección de las 3 chicas, quienes son en realidad las protagonistas, destacándose muy por encima del resto la pequeña Mckenna Grace.

La película consigue emular la atmósfera de las dos películas de ‘El conjuro’, además acierta en que por momentos consigue construir situaciones llenas de tensión en base a planos de larga duración, pero en muchos de esos casos solo logra generar una cierta expectativa de que algo está por suceder sin que pase nada verdaderamente escalofriante, abusando en esos casos de los muy manidos “jump scares”, y terminando por abrazar todos los lugares comunes del género.

Además, la película, que representa el debut en la dirección de su director, y guionista, Gary Dauberman, decide además emular las características del cine de terror adolescente, regularmente perteneciente al subgénero slasher, frecuentemente protagonizado por un grupo de jovencitas pero sin lo sangriento, y solamente se queda en el intento, con situaciones que prometen un remate lleno de terror y entregando apenas momentos que generan leves sobresaltos, resultando así una película que privilegia una cadenas de leves sustos y golpes de efectos sin lograr conformar un del todo sólido relato de terror y si una película por momentos efectiva pero que promete bastante y termina quedándose a medio camino.

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