Haz click aquí para copiar la URL
Voto de jastarloa:
9
Drama Francia, siglo XVIII. La perversa y fascinante marquesa de Merteuil (Glenn Close) planea vengarse de su último amante con la ayuda de su viejo amigo el Vizconde de Valmont (John Malkovich), un seductor tan amoral y depravado como ella. Una virtuosa mujer casada, Madame de Tourvel (Michelle Pfeiffer), de la que Valmont se enamora, se verá involucrada en las insidiosas maquinaciones de la marquesa. (FILMAFFINITY)
10 de febrero de 2007
123 de 136 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mejor de todas las adaptaciones por una simple razón: contiene dos de las mejores interpretaciones de la historia del cine. Me refiero a las de Glenn Close y John Malkovich, claro, porque la Pfeiffer "sólo" lo hace de puta madre y a la Thurman le falló su físico, que no su talento (era casi tan alta como el propio Malkovich y su cuerpo ya estaba muy desarrollado como para pasar eficazmente por niña indefensa; y, aunque la prefiero infinitamente a Drew Barrymore, que llegó lejos en el casting de esta película para el papel de Cécile, en este sentido me pereció más adecuada la Fairuza Balk de Valmont).

Por otro lado está un guión magnífico ganador del Oscar que el dramaturgo Christopher Hampton se empeñó en escribir tras haber adaptado con éxito la novela al teatro.
Este Valmont es el más cínico, mendaz y temible de todos los vistos hasta el momento en imágenes. Es al que menos le tiembla el pulso a la hora de destruir su verdadero amor –porque es el más incapaz de reconocerlo– y el que mejor oculta sus mentiras –porque es el único que le dice "no puedo evitarlo" a Madame Tourvel en persona sin más gesto de compasión hacia ella que apartar su, en el fondo, arrepentida mirada–. Algo muy similar se puede aplicar a la Marquesa de Merteuil, de doble cara: la recatada, que muestra en público, y la perversa, que descubre en privado; y todo lo contrario a la Señora de Tourvel de Pfeiffer, que es la más cándida y angelical de todas, la que más sufre y a la que más me costaría a mí engañar.

Stephen Frears lo vio claro –vaya que si lo vio– y sus constantes primeros planos, que en manos de otro director más incompetente habrían cargado demasiado al espectador, consiguieron ponerme más tenso que el copiloto de Steve Wonder. Es lo que tiene contar con esos actores, que te puedes permitir no sólo quebrantar las reglas del cine, sino cambiarlas en beneficio propio.

En definitiva, una de las mejores exploraciones jamás hechas en el cine (y en la literatura) sobre la seducción, la manipulación, la debilidad, la venganza y, por ende, sobre la mezquina naturaleza humana.
jastarloa
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow