Hacia el final se hace algo pesada, pero el principio me gustó mucho.

Aconsejo que no se dejen engañar por las etiquetas. Se trata de un drama disfrazado de comedia. Sólo los fracasados que vivimos con la única ilusión de que llegue el partido del fin de semana sabremos apreciarla. Sólo nosotros conocemos este mundo lleno de gitanos de la peor calaña y árbitros comprados. El resto argumentará que está llena de tópicos. Efectivamente, pero es que la vida está llena de ellos, y si no se lo creen pasen un fin de semana por algún campo municipal. ¿Quién no tiene en su equipo a un Alterio, un San Juan o un Tejero?

El estilo es similar al de "El otro lado de la cama", sólo que aquí no hay estúpidos números musicales. Es decir, el director-guionista se ha quedado sólo con lo bueno de su ópera prima: los personajes y las situaciones cotidianos.