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Voto de jastarloa:
7
Documental Ópera prima del reconocido fotógrafo y biólogo marino Rob Stewart. Se trata de un documental que ofrece una visión de los tiburones que nada tiene que ver con la imagen ofrecida por la mítica película de Steven Spielberg, que hizo de este animal un monstruo, para el imaginario colectivo, que podía y debía ser eliminado sin piedad. Rob Stewart cuenta cómo los tiburones han sobrevivido a varios cataclismos de la Tierra, hasta qué punto ... [+]
8 de noviembre de 2009
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tuve yo una infancia ecologista bastante vocacional cuyo progreso se vio frenado por la cruda realidad: mi familia era demasiado humilde como para poder vivir yo de sus limosnas. Bofetón en la cara, espabilo, estudios de Informática forzados y sueño de unir dos de mis principales aficiones (cine y biología) en una serie de documentales a lo David Attenborough truncado. Quizás por eso, de entrada, me cae mal Rob Stewart; idealista, rebelde, bohemio, disidente, atlético y con ese rostro aniñado que tanto parece gustar a las mujeres. Pero he de superar esa envidia malsana y reconocer que su documental en primera persona expone una denuncia con claridad y agresividad, con un estilo heredado de Michael Moore, incluso más valiente, pues, al no tratar temas tan populares y no saber hacerse el centro de atención, es más vulnerable a las represalias de los interesados en que el negocio del aleteo siga adelante.

El comercio de aletas de tiburón es el negocio más lucrativo después del tráfico de estupefacientes. La superstición ha hecho que este insípido producto sea considerado la panacea o un distintivo plato de lujo en varios países asiáticos. Como siempre, donde hay dinero hay mafias sin escrúpulos y familias hambrientas que necesitan pan para hoy, no para mañana. Esto ha hecho que la pesca del escualo se haya vuelto indiscriminada y que en ella se corten únicamente las aletas y se desprecie el resto del cuerpo, lo cual ha llevado a muchas especies al borde de la extinción.

En un primer tramo de presentación del documental se trata de desmitificar la amenazadora figura del tiburón que nos ha legado la tradición popular aportando datos y estadísticas que resultarán muy manidos para todo el familiarizado con el tema. El documental adquiere fuerza cuando el protagonista entra en contacto con el singular activista Paul Watson, cuyos métodos violentos en la lucha por los derechos de los animales lo llevan a enfrentarse con las mafias asiáticas afincadas en puertos centroamericanos, es decir, a adentrarse en el meollo de la cuestión.
Quizás el único argumento de peso que puedo esgrimir en contra sea que el punto de vista es más el del activista que ve a los pescadores como desalmados mutiladores de peces que el del periodista que insistiría en mostrarlos como incultos analfabetos manipulados por los gobiernos oportunistas en busca desesperada de ingresos. Pero la advertencia sobre las impredecibles consecuencias ecológicas de la desaparición de un eslabón tan importante como el tiburón seguirá siendo inquietante para el que esté dispuesto a dejarse aconsejar.
jastarloa
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