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España España · Sevilla
Voto de Seldon:
8
Musical. Romance. Comedia. Drama Mia (Emma Stone), una joven aspirante a actriz que trabaja como camarera mientras acude a castings, y Sebastian (Ryan Gosling), un pianista de jazz que se gana la vida tocando en sórdidos tugurios, se enamoran, pero su gran ambición por llegar a la cima en sus carreras artísticas amenaza con separarlos. (FILMAFFINITY)
22 de enero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que reconozco no me gustan demasiado los musicales. Bueno, más bien, con algunas excepciones (se me viene a la cabeza por ejemplo Cantando bajo la llúvia) no me gustan nada.

Tampoco creo que sea extraño, si tenemos en cuenta cómo se han visto en España durante décadas las películas musicales: si son “tipo Disney”, dobladas (con dos cojones, incluso las canciones) y si pensamos en los grandes clásicos del musical, a palo seco, sin subtitular las canciones. A ver digo yo que cuando una historia se cuenta aprovechando las letras de las canciones que están sonando durante la mitad de la película, si no te enteras de lo que dicen las canciones pues hombre, algo pierdes, y por muy buena que sea la peli pues,...

Pero aparte de eso es que a mi –particularmente- me saca completamente de situación que estén hablando y de repente se pongan a catar como si tal cosa... Y si sólo fuera cantar... pero es que se ponen a bailar y a hacer coreografías...

Así que salvo algunas excepciones como ya he dicho, no me suelen gustar películas como La La Land, y cuando una película es musical ya de entrada, conmigo al menos, tiene un handicap y arranca con cierta desventaja.

También tengo que aclarar que el que la música de la película me guste ayude bastante. Por ejemplo puede que no te gusten los musicales, pero si te gusta el rock quizás lo tienes más fácil para que te guste Jesucristo Superstar, y si te gusta Pink Floyd pues ya es que es casi una obligación ver The Wall, de Alan Parker. Pero La La Land no es de estas... Es un musical clásico, en todos los sentidos de la palabra que os podáis imaginar:
Es una homenaje al musical clásico y al cine clásico, rodada al más pulo estilo cinemascope –y presumiendo de ello- y technicolor subido.

Y además dejándolo claro desde el principio, con ese numero musical –que a mi por lo menos me pareció muy original- del atasco de coches en la autopista.

Es como una película del Hollywood clásico, de esas que ya no se hacen... En cierto sentido me recuerda un poco a The Artist; no por el tema, sino porque es una película moderna, rodada con medios modernos, pero con estética e imaginería “clásicas” y homenajeando precisamente a ese cine. La película se toma en serio a si misma... digamos que “se lo cree” y por eso no teme resultar naif ni ingenua, aunque si lo piensas bien, no deja de serlo.

De hecho, la historia en si es bastante común (la hemos visto muchísimas veces antes) y bastante simple: una chica de pueblo, (Mía, Emma Stone) llegada a Los Angeles donde aspira a convertirse en actriz, como tantas otras, y mientras asiste a casting tras casting donde la rechazan, o pero, ni se toman la molestia de mirarla con detalle, comparte piso con otras aspirantes a actrices, y trabaja en una cafetería como camarera para pagar las facturas.

Y por otro lado el chico (Sebastian, Ryan Goslin), que es músico, un apasionado del jazz (tiene un taburete donde una vez puso su egregio culo una leyenda del jazz y no deja sentarse en él a nadie) y cuyo sueño es montar su propio club de jazz, pero en plan purista, tocando a los clásicos, nada de fusión ni chorradas por el estilo para que agraden al público. Y mientras tanto malvive tocando en tugurios de mala muerte, o simplemente se queda en paro cuando por no estar dispuesto a tocar “el repertorio” al que le obligan en lugar del “puro jazz” que le apasiona.

Y bueno, los dos se conocen, se encuentran unas cuantas veces, al principio se detestan, pero luego se enamoran, en fin... chico conoce chica, chico se enamora de chica... lo de siempre. Y así, la típica historia de amor, durante más o menos dos terceras partes o más de la película, solo que con música, cantando y con números de baile.

¿La diferencia? Pues que La La Land está condenadamente bien hecha. Tiene un encanto especial, creo que es innegable. Eso, y la última parte de la historia, donde se aleja un poco del esquema clásico y del happy end made in Hollywood, e introduce lo que para mi es una de las disgresiones más originales que he visto últimamente, con esa especie de “ensoñación” o de flash paralelo, ese “lo que podría haber sido y no fue”.

De hecho, creo que está tan bien hecha que incluso a mi, que no me suelen gustar para nada los musicales, me gustó mucho. Es decir, logró vencer el rechazo inicial. Se ve que a Damián Chazelle (de hecho ya me pareció una buena película su anterior Whiplash del año pasado) le gusta el cine musical, pero sobre todo que le gusta el jazz (en realidad algo se apuntaba en aquella ya hace un par de años). Es una pena que el papelito de J.K. Simmons (que en Whiplash era lo mejor de la película) aquí sea tan corto, sólo un pequeño cameo.

Probablemente no sea una obra maestra y quizás no pase a la historia del cine con mayúsculas, pero desde luego este año va a ser –está siendo de hecho- la película del año. Hace ya algunos añitos que el cine norteamericano no premia a una película musical con el Oscar (creo recordar que desde Chicago) así que no me extrañaría que este año fuera el del triunfo absoluto de La La Land (tampoco hay que ser ningún lumbreras para verlo venir) a no ser claro, que Hollywood y la Academia decidan hacerle un corte de mangas a Donald Trump y premiar como protesta alguna película más reivindicativa y comprometida. Veremos.

Más en: http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com/2017/01/la-la-land-marchando-una-de-oscars.html
Seldon
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