Probablemente sonará patético, pero siempre asociaré esta serie como ineludible referencia a mi propio despertar sexual. Supongo que hubiera resultado mucho más entrañable y bucólico que dicho descubrimiento se hubiera producido a través de algún contacto más tangible, pero ante la inexistencia de chiquillas de buen ver en mi entorno más cercano, muchos preadolescentes como yo nos vimos obligados a buscar nuestros primeros iconos sexuales en la ‘caja tonta’.

Jill (Farrah Fawcett), Kelly (Jaclyn Smith) y Sabrina (Kate Jackson) fueron, en consecuencia, las tres primeras mujeres que contemplé con instinto carnal.

Me convertí en un asqueroso adicto a esta serie desde sus remotos incios en 1979. Cuando la intro anunciaba aquello de “Había una vez tres muchachitas que fueron a la academia de policía…”, Taylorcito galopaba hacia el sofá como un semental desbocado para paladear con fruición como esas tres bellezas resolvían aquellos intrincadísimos casos merced a su perspicacia, adiestramiento físico y poder de seducción.

Pese a todo, nunca me interesó demasiado plantearme quién coño se escondía tras la voz de Charlie, por qué Bosley era tan gilipollas o cuán burda y supina era la resolución de los casos que investigaban mis tres adorables detectives. Mi única preocupación residía en decidirme entre Jill o Kelly. Entre la rubia o la morena.

Finalmente ganó Farrah.

Por los pelos.