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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
4
Terror. Ciencia ficción Kitty y Gerald están a punto de casarse. De viaje por la Riviera francesa, él recibe la noticia del fallecimiento de su misántropo tío, baronet de unas posesiones en Escocia. Apremiado a interrumpir las vacaciones y posponer la boda, Gerald deja a su prometida en compañía de la tía de esta, Edith, y viaja a las Highlands dispuesto a hacerse cargo de la heredad y estudiar la teratología. (FILMAFFINITY)
29 de mayo de 2012
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Que qué es un rano? Ved la película y lo comprenderéis enseguida. Bien, enseguida no, más bien hacia el final. No pienso desvelar nada.
Pero vayamos por partes. Como ya escribí a propósito de Amazonas negras, muchas películas de culto lo son porque nadie las ha visto..., salvo algunos que languidecen en tétricos manicomios alejados de las carreteras principales, y que perdieron la cordura al afrontar la iniquidad en estado puro. Nadie había visto The Maze. De hecho, los productores intentaron destruirla, en un intento de ahorrar sufrimientos a los posibles (y necios) espectadores, pero al parecer quedaba una, en estado inmundo (señores de L'Atélier 13: gracias por cuidar de los enfermos mentales adictos a este tipo de subcine, pero entre el pack de Lionel Atwill y ésta que nos ocupa, empiezo a temer una regresión a mi estado primigenio, como el desdichado baronet de la película. Y por favor, procuren conseguir copias visibles, porque la que han padecido mis ojos apenas se tenía en pie. Ya que cobran 15€ por DVD, traten de obtener más calidad, se lo ruego) y salida probablemente de algún cubo de basura. William Cameron Menzies cayó en la desgracia y el olvido, y todo el mundo quedó persuadido de que The Maze era teta de monja, un producto insólito sólo al alcance de los paladares más delicados. Craso error. No hablemos ya del inexistente presupuesto. Cierto que durante el transcurso del film se crea un cierto tono, una cierta tensión, una atmósfera siniestra preñada de amenazas..., pero en cuanto sale el Rano y escuchamos las explicaciones del protagonista, todo se viene de abajo cual tópico castillo de naipes. El estupor nubla nuestros pensamientos, la mano se extiende temblorosa hacia la pantalla del televisor, y sientes que una mano invisible oprime tu corazón. ¡Ha vuelto a suceder! ¡Me han tomado el pelo por enésima vez! ¡Qué burros somos los cinéfilos!
To be continued...
Eduardo
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