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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Animación. Fantástico. Aventuras. Comedia “Ralph rompe Internet" sale de los recreativos, y se adentra en el mundo inexplorado, expansivo y emocionante de Internet. Ralph y su compañera Vanellope tendrán que jugárselo todo viajando por las redes en busca de una pieza de repuesto que salve Sugar Rush, el videojuego de Vanellope. Y para complicar más las cosas, ambos dependen de los ciudadanos de Internet, los llamados ‘ciudanets’ para que les ayuden a desenvolverse en ese ... [+]
12 de diciembre de 2018
31 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algo está pasando en Disney.
‘Ralph Rompe Internet’ podría ser la primera película bajo su sello que sale del clásico mundo cerrado donde el o la protagonista tiene un arco que cumplir, y se asoma a una realidad cambiante, multiforme, donde teóricamente tenemos todo al alcance de la mano pero rara vez conservas lo que quieres siempre que lo necesitas.
El nombre del universo es Internet, y se agradece el infaltable comentario “la excesiva tecnología nos hace inhumanos”, pero también hay mucho más bajo esa superficie, un corazón de dulce y caramelo como el que lleva nuestro manazas protagonista, resistente a los golpes pero frágil ante las inseguridades.

Ralph y Vanellope han pasado 6 años compartiendo partidas de recreativa, cervezas de raíz y planazos después de la dura jornada.
Es una existencia ideal, porque sabemos lo mucho que costó llegar a ella: el grandote por fin es miembro respetado de su juego, y la pequeñaja ya es el avatar favorito de su parrilla. El propósito de su creación, por lo que habían luchado, no ha llegado al “game over” pero ya se han pasado el modo historia.
A partir de entonces, solo les queda divertirse dentro de unos márgenes maquineros, aparentemente inagotables cuando fueron gloriosamente conquistados, y ahora con la clase de familiaridad que les ha desteñido aquel encanto especial. Esta es una historia sobre horizontes con los que soñar o simplemente observar, y no me he dado cuenta hasta que Vanellope empieza a divagar en una tonta madrugada sobre experiencias más allá.

Su respuesta llega cuando el entrañable propietario de los recreativos elige adaptarse a los tiempos con ese módem plastiquero que todos tuvimos en los dos mil: un pequeño paso para sus habituales, pero toda una revolución para datos videojueguiles que ahora tienen acceso a una mega-ciudad infinita llena de suculentas oportunidades, excitantes búsquedas y oscuros rincones.
El único elogio posible para la manera en la que los responsables han decidido visualizar internet es que desearás tener un mando para pausar la imagen y recrearte en cada detalle. No es la red global ingenua que tal vez se haya podido ver en otros productos familiares, sino la que ahora mismo habita cada móvil, caótica y patética, dominada por los pop-ups asaltadores o los gatitos ñoños, con imponentes plataformas que son casi templos de lo suyo, ante las que el usuario es un pequeñísimo cabezón que se deja llevar a golpe de like creyéndose el capitán de su navegación.
Un universo en el que puedes convertirte en la sensación del día, contagiarte de cualquier opinión afín, ser engañado por enlaces sospechosos o (y aquí lo importante) ser quien verdaderamente quieras, sin límites para ello. Un lugar al que Ralph entra medio asustado, más tarde animado porque será momentáneo, y Vanellope entra de cabeza, cada vez más pensando que le gustaría ser parte del sangriento juego de carreras “Slaughter Race”.

No importa el problema que les ha llevado allí, relacionado directamente con su antiguo recreativo feliz, sino el hecho de que lo vasto del Internet hace mella en sus mentalidades, y pronto se descubren dependiendo de comunicación inalámbrica porque no pueden ir juntos al sitio que cada uno quiere.
Una situación nueva para los dos, que sin embargo cada uno afronta de distinta manera: mientras todos los GIFs, vídeos o memes de Ralph intentan “comprar” su camino de vuelta a Vanellope, esta empieza a sentirse mal porque no puede evitar querer el sitio en el que están, a medida que descubre lo que siempre ha anhelado en su interior (con un número musical tan salido del molde que debería coronarla Princesa Disney con honores).
La inseguridad de fondo en Ralph, la que se ha ido fraguando en una amistad tóxica bienintencionada mientras nos divertíamos, empieza a encarnarse en gigantesco y amorfo problema, tan desesperado por sentirse validado que retiene a Vanellope en contra de su voluntad porque su amiga “no sabe lo que está haciendo”. Ya podríamos haberlo visto venir, gracias a un genuino desarrollo de personaje que tiene el grandullón como hombre atípicamente vulnerable al que no le importa llorar mientras alaba a su amiga, pero nunca se sabe todo lo monstruoso que puede ser un problema no hablado.

Es maravillosamente ambicioso, en verdad.
Desterrar a unos personajes carismáticos de su hábitat natural, hacerlos lidiar con un mundo globalizado que pone a prueba una relación profunda como la suya, y de paso lanzar finísimas pullitas al impredecible e insondable Internet.
Disney no solo se rinde el (muy merecido) homenaje gracias a unas chicas encantadas que llevan un siglo en la cultura popular, sino que habla del entretenimiento compartido entre mustios cubículos de trabajo: si alguien piensa que lo de Ralph petando las redes es exagerado, solo tiene que echar un vistazo al muy incomprensible y muy genial fenómeno de recuperar ‘Shrek’ como carne de memes o vídeos chorras.

Todo ello, sin embargo, al servicio de la pequeñaja y el grandullón, tomando decisiones que alguna vez hemos afrontado, de esas que duelen tanto.
El internet, el planeta, puede ser demasiado amplio.
Pura suerte que entonces no tengamos que compartir un mismo horizonte, y la distancia de alguna manera solo añada más ganas de encontrarnos.


(En serio, qué valentía, contar claramente que muchas veces toda buena intención no necesariamente lleva al mejor resultado… pero tampoco pasa nada)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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