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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Comedia. Intriga Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Varsovia, durante la ocupación alemana. El profesor Siletsky, un espía al servicio de la Gestapo, está a punto de entregar una lista con el nombre de los colaboradores de la Resistencia. Joseph Tura, actor polaco, intérprete de Hamlet y esposo de María Tura, también conocida actriz, intentará evitarlo. Con la ayuda de los actores de su compañía, se hará pasar por el cruel coronel Erhardt y por ... [+]
13 de diciembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Ah, el ego del actor!
Capaz de levantar imperios, revolucionar multitudes, conmovernos hasta lo más profundo o enfurecernos ante la injusticia, pero también capaz de naufragar ensayos, acaparar el foco principal y creerse en posesión de la única atención disponible.
Seguramente, cuando Shakespeare escribió ‘Hamlet’, no imaginó que tendría que estar representado por criaturas tan volátiles.

‘Ser o No Ser’ transcurre alrededor de un ego actoral tan grande como para imponerse al III Reich.
Concretamente del actor Josef Tura, que privado de representar la comedia satírica sobre la Gestapo preparada junto a su compañía por censura nazi, se frustra cada noche al ver cómo el soldado Sobinski se levanta de las butacas cada vez que empieza su inmortal monólogo. Es imposible juzgar si es admirable o temerario, al pasar de la amenaza política y afirmar que la gente ya no disfruta el verdadero sentimiento teatral.
Más sería su pasmo, sin embargo, si se enterara de que Sobinski es el misterioso admirador de su mujer María Tura, y tras enviarla flores a cada función va a verla a su camerino cuando consigue por fin favorable respuesta… justo al empezar la eterna chapa en la que saben que no les van a molestar. El arte es lo de menos en vísperas de guerra, pero como distracción es cosa bárbara para mantener embobados a un buen puñado de gente.

Precisamente ese embobamiento será la misión que, clausurado el teatro por un nacionalsocialismo arrasador, acometerán Josef y María en una Polonia ya ocupada, al tratar de birlar al espía profesor Siletsky una preocupante lista de aliados a la RAF, impersonando al coronel Ehrhardt primero y provocando una retahíla de equívocos después, para una Gestapo ciega que se cree blindada tras uniformes que podría vestir cualquiera.
El subtexto es glorioso, y está perfectamente ejemplificado en el prólogo que parece cuentecillo: el actor Greenberg sale a la calle perfectamente caracterizado como Hitler, creyéndose invencible en su bigotillo, solo para que una niña pidiendo un autógrafo le demuestre que una esvástica bien replicada no debería hacernos perder la razón.
En el fondo bajo la gorra con calavera habitan los mismos hombres torpes, descuidados y calenturientos por María que al otro bando, imposibles de discernir unos de otros, y si hiciera falta más prueba solo hay que fijarse que no es el repetitivo comentario “¡conque me llaman Campo de Concentración!” lo que delata a Josef, sino su orgullo de esposo herido que no puede dejar de lado aún en plena negociación por vidas humanas.

Casi que su carácter disperso, y el inicial mirar para otro lado de toda la compañía, riéndonos por si acaso, dan lugar inconscientemente a esa sátira sobre la Gestapo sin representar, que les tiene a ellos como público, y a María como indiscutible ganadora de la función, capaz de mudar piel sin que en ningún momento miren más allá de su belleza: qué amarga ironía que los coroneles admiren la suya y no la de tanta cultura prohibida.
Al final, el último grito del artista en medio de la represión tendrá que ser el monólogo de Shylock en ‘El Mercader de Venecia’, subrayando que tan diferentes no somos, y no tiene sentido seguir a ningún amado líder hasta la muerte, ya sea Shakespeare o Hitler.

La vida era un cuento lleno de ruido y furia, contado por un loco… y poblado por otros tantos locos que lo interrumpen constantemente, añade Lubitsch.
Charles
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