Haz click aquí para copiar la URL
España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Serie de TV. Fantástico. Drama. Comedia Miniserie de TV (2018). 10 episodios. Annie Landsberg (Emma Stone) y Owen Milgrim (Jonah Hill) son dos desconocidos que participan en las fases finales de un misterioso ensayo farmacéutico en el que las cosas no salen según lo previsto.
18 de diciembre de 2018
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los recovecos de la mente inconsciente, otra vez ese eterno misterio.
Esta sociedad puta y deshumanizada, apoyando al que celebra su enfermedad y deseosa de ocultar al que la sufre en silencio.
El clásico “chica conoce a chico” cimentando nuestras fantasías, las cuales nos dicen: algún día, esto tendrá que sucedernos.
La última tecnología disponible como bálsamo, placebo y consuelo de traumas afilados, a los que nunca se podrá hacer manual de instrucciones para superarlos.

‘Maniac’ llega más profundo que la suma de sus elementos, y tal vez sea porque elige hermanarse desde un principio con la mirada de sus complejos protagonistas.
Annie Landsberg y Owen Milgrim son dos personas heridas, sin apoyos estables y con claras tendencias autodestructivas, pero con una cualidad especial: ante la imposibilidad de lidiar con sus respectivos entornos familiares, en su cabeza se ven como los héroes de su propia historia, él como importante agente en peligrosa misión secreta, y ella como la autosuficiente tía dura que no le importa tener a su padre en un cajón de soporte vital.
En esa ciudad en perpetuo estado de hiperrealidad (con anuncios invasivos, de caras que te quieren, forrando cada fachada) lo difícil sería no formarse una fantasía sobre lo que es “ser normal” para escaparse de una triste existencia, y por eso un buen puñado de sujetos, junto a Owen y Annie, se presentan voluntarios para el tratamiento de la compañía Neberdine llevado por el doctor James K. Mantleray, el cual propone resolver cualquier trauma a base de píldoras monitoreadas por el superordenador GRTA.

Una vez allí, Owen ve claro que Annie es el objetivo de su misión, pues su cara repetida en anuncios holográficos, su coincidencia en el tiempo y lugar, esos recortables que le pondrían a él a su lado en el perfecto hogar, no dejan lugar a dudas: tiene que ser ella esa persona, la que daría sentido a sus ilusiones, la que va a curar todo lo que ninguna píldora podría. Aquella que por fin le desplazará de ese complicado lugar que es ser el quinto hijo en la comida familiar, encima esquizofrénico diagnosticado.
Pero la vida real la impone Annie sin avisar, negándose a entrar en su juego paranoico, resuelta a sumergirse en miedos que creyó dejar dentro de un coche destrozado al fondo del barranco, en un recuerdo desde donde todavía puede oír a su hermana Ellie diciéndole que nunca la dejará. Algo que forzosamente tenía que ignorar, hasta el punto de la enfermedad, porque la culpa era imposible de sobrellevar.
En esencia, las fantasías que viven piden a Owen que acepte su posible heroicidad, mientras Annie debe abrazar la única vulnerabilidad que se ha querido negar. Partes escondidas de si mismos, que salen a la luz en ese espacio multicromático del ordenador, tras haber estado reprimidas por una sociedad que les pedía encajar y ser gángster, halcón o elfa solo en su intimidad.

Y curiosamente, no se les ve más vivos, más seguros en sus mutuas capacidades, que cuando se encuentran en esos espacios oníricos donde sus dificultades nunca son un padre autoritario o una hermana ausente, sino recuperar el capítulo perdido de Don Quijote o llegar al lago mágico que cura todo mal estado.
Fantasías bien dirigidas pueden sanar nuestra realidad, y controladas solo conducen a un hastío que envenena vidas enteras: así sucede cuando, siendo separados por GRTA, Owen construye toda una relación idílica con otra chica de sus sueños, pasando matrimonio e hijos, solo para darse cuenta de que Annie sigue hablando en su recuerdo. Un momento surrealista, triste y cómico, que en la vida real sería duro y en el tratamiento solo evidencia lo mucho que podemos perdernos en sentimientos vacíos.
A medida que el vínculo de Annie y Owen supera hasta las fantasías en pareja más exigentes, el superordenador se infecta de sentimientos, amenazando con invalidar todos los sujetos porque el doctor Mantleray no la quiere como debería hacerlo. No es una maldad sentiente descubierta por la inteligencia artificial, sino la prueba de que absolutamente ningún proceso sobrevive a la falta de alguien al lado, susurrando o gritando que todo irá bien cuando en tu cabeza nada parece estarlo.

No se trataba de desbloquear el trauma, tampoco de hundirlo como si nunca hubiera existido.
Era aceptar, por fin, que eso que tambalea nuestra estabilidad mental está ahí.
Puede ser un prejuicio diagnosticado, un abandono traumáticamente cancelado… o una persona que ha ido derribando todas las paredes que nos construimos para estar a salvo.

Cuesta aceptar todo lo malo que nos pasa, una barbaridad.
Pero esta serie se pregunta por qué nos cuesta tanto, o más, aceptar lo bueno: supongo que a menudo van tan seguidos, son tan consecuencia uno del otro, que es complicado distinguirlos.
Es posible que con la persona adecuada te acabes dando cuenta de cuándo toca cada uno.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow