el amor interracial, la xenofobia y el incesto. Siendo éste último el tema central.
Pues pasa, por ejemplo, que Dean Martin es el protagonista, cuando cualquier actor del Actor'S Studio le habría dado el toque exacto. Ocurre que Yvette Mimieux destruye un personaje en vez de construirlo. Sucede que hay una molestísima música que intenta subrayar cada línea de texto y de subtexto. Y finalmente, que el guionista y el director, habiendo podido ser valientes, dejan que todo se despendole-incluida Geraldine- en una media hora final que no entendemos porque no entendemos el principio: Dos hermanas solteronas llevan sin ver un año a su hermano pequeño-nadie se cree que Hiller, Page y Martin puedan tener ningún gen similar- y se alegran mucho de recibirle, aunque no hagan más que trabajar para prestarle dinero. Tanto él como su esposa tienen el recurso monetario de una suegra millonaria, que el único pecado que parece cometer es acostarse con su chofer negro, al que no esconde.
El hermano es de guardar secretos a su esposa, no entendemos por qué, si ella le ama ciegamente. Hay un momento que nos parece van a desarrollar un personaje ludópata con un golpe de buena fortuna que convierte a las hermanas en princesas de tanto regalo que no quieren, o que no se creen y aquí cambia el personaje de la Page, de inocentona a desconfiada, y la Hiller, de desconfiada a feliz. Total, un caos de confusiones. Un folletín donde se filtra- método facilón- un secreto en el porche de una casa por parte de la suegra y su chófer-anda que no tienen tiempo de contarse confidencias, que justo lo van a hacer a oídas de la hermana, en una casa donde no les han ofrecido ni un té, al chófer tratan mal y a lso que acaban echando. Todo esto, para que la hermana se lo cuente a la cuñada, que como es boba, se lo dice a quien corresponda, sin preveer ambas que puede estar en juego la vida del hermano-esposo.