Brian De Palma nos lleva a Vietnam, pero no para contarnos batallas heroicas sino para hacernos pasar un mal rato con algo que, sin duda, sucede con frecuencia en todas las guerras.
A uno se le hace un nudo en la garganta con la crueldad de este pelotón. El director sabe transmitir muy bien la crudeza de la situación, así como la impotencia del protagonista y lo duro de esta injusticia. Y hay que quitarse el sombrero, porque todo ello lo consigue sin recrearse en el morbo ni una violencia explícita excesiva. Ese equilibrio narrativo es un punto a favor de Brian De Palma.
Por supuesto, también tiene mucho peso la actuación del enorme Sean Penn. Michael J. Fox también está a la altura de las circunstancias, siendo esta de hecho una de sus mejores películas.
Ya avanzado el metraje, el film pierde un poco de fuerza en el juicio, sobre todo en su versión extendida. Pero no le quita que sea una buena película para conocer una cara más de los horrores de la guerra, que además se aleja un poco del terreno más habitual de la filmografía de este director.