Señores y señoras, estamos ante algo más que una comedia. Estamos ante una película que refleja a toda una generación de tristes almas perdidas en busca de una hembra. Aquellos que agazapados detrás de una barra observan a las más guapas del local (o a las feas, dependiendo de la hora) en busca de una mirada furtiva que les de pie. Si, pie, pie para pringarla durante toda la noche e irse a casa sin comerse una rosca y con más cara de bobo si cabe que cuando llegaron. Que levante la mano a quien no le ha pasado esto alguno vez para que podamos descubrir a la reencarnación de Pinocho.

Borja Cobeaga crea a un personaje de un pagafantismo extremo capaz de cualquier cosa por huir de unos amigos aburridos, una familia adormecida por los recuerdos de tiempos mejores y una novia a la que no quiere. Es curiosa la reacción del espectador al visionar la película. Al principio todo el mundo ríe a carcajadas, pero llega un momento en el que el protagonista da tanta pena que en la sala no se oye nada más que un agobiante silencio. La gente observa como Chema se hunde en la más profunda de las miserias. “Eres un pagafantas” “Hay cosas que nunca cambian” dicen alguno de sus familiares. A estas alturas, el ya sabe que está metido en un pozo del que no puede salir. Sus sueños de no llevar esa vida rutinaria que tanto odia se han ido de un plumazo.