A principio de los 90, proliferaban los thrillers, donde alguien una niñera, un niño, o una mascota, que representarán inocencia y armonía, se transformaban en seres perversos, capaz de arruinar y retorcer el anhelado sueño de la familia perfecta.
Mikey viene a ser una de esas tantas películas, en este caso de clase B, sobre un niño psicópata, que bajo su aparente amabilidad e inteligencia, yace una mente siniestra capaz de cualquier cosa, obvio que al igual que las mayorías de este tipo de historias, cae en el morbo, la exageración, y demás, su grandes errores por lo menos para mí, fueron, 1 no aprovechar el contar un poco de sus padres biológicos, y el 2, los último 20 minutos son increíblemente exagerados hasta llegar al absurdo, además con un humor involuntario, que de una u otra manera, flota durante toda la historia.
Interpretaciones irregulares, exceptuando la de Brian Bonsall, quién interpreta a Mikey