Al igual que en la película Saigon, de un año después, también con Alan Ladd, se nos presentan 3 pilotos americanos, compañeros inseparables, que (tras la guerra) se han afincado en el Oriente como pilotos, aquí en concreto en la lejana India, para hacer una ruta comercial desde Calcuta.

Ambas son películas restringidas a un público que se le podría comparar como a los ratones de biblioteca, esos lectores que buscan siempre un libro extraño y antiguo sencillamente por eso, porque está escondido y les gusta, pero que igual no aporta nada. Como señuelo puede darse el caso que se recurran a títulos de poblaciones que evocan exóticas aventuras y así tenemos Calcuta, la mencionada Saigon y tantas y tantas: Macao, China, etc, etc…, y de protagonista una estrella entonces de primer orden: Alan Ladd.

La aventura da paso a una investigación en tono cine negro, con un argumento clásico, policial y coherente, siempre con Alan Ladd en el centro de la acción, desplegando toda su elegancia y su encanto. Ellas caen redondas en sus brazos y se puede ver ese aire seductor de antaño en detalles como cuando las va a besar, les quita el pitillo de los dedos.

La película, se diga lo que se diga, o se lean por ahí otras cosas, está conseguida. La amenaza del peligro está de un modo u otro siempre presente, el estilo noir es el propio en estas películas; las mujeres cautivan y el enemigo acecha. La atmósfera no falla, es oscura y los intereses de los malévolos personajes son egoístas, sin ningún escrúpulo, sin ninguna moral, dispuestos a llegar hasta lo último. Hay que hacer caja.