Dando por hecho que muchos conocerán la intriga, resulta absurdo ver como se mueven dando tumbos por el escenario gentes como Angela Lansbury, a quien meten en la escayola de un herido y después de rescatarla sólo atina a decir que otra señora lleva su ropa, que se mete en un armario para ocultarse y parece hacerlo todos los días, o que se propone huir de los nazis a saltitos o nadando por un charco, o Elliot Gould -increíble siempre durante el metraje- o la atractiva Shepherd quien tras ser casi tirada por una ventana del tren se reune con Gould y no le dice nada sobre el asunto. ¿Inquietante o chapucero? Sí, han adivinado, es lo segundo, debido a un guión ridículo que concluye su último acto antes del también ridículo epílogo con una "batalla" entre los viajeros de un vagón de tren que están tan ricamente tomando el te y unos nazis de las SS malos malísimos y armados hasta los dientes que sin embargo no se atreven a entrar en el citado vagón a pesar de que ahí sólo portan dos armas con escasa munición -que de escasa nada, porque no se acaba jamás, es como el milagro de los panes y los peces-.

En fin, como entretenimiento, visible. Disfrutable el numerito de la amiga Cybill imitando a Hitler. Lo demás... pues eso.