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Voto de Vivoleyendo:
10
6,8
181.827
Romance. Drama. Aventuras
Jack (DiCaprio), un joven artista, gana en una partida de cartas un pasaje para viajar a América en el Titanic, el transatlántico más grande y seguro jamás construido. A bordo conoce a Rose (Kate Winslet), una joven de una buena familia venida a menos que va a contraer un matrimonio de conveniencia con Cal (Billy Zane), un millonario engreído a quien sólo interesa el prestigioso apellido de su prometida. Jack y Rose se enamoran, pero el ... [+]
6 de abril de 2012
35 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comienzo citando lo que escribí anteriormente sobre la película, en la crítica que me publicaron el 15 de junio de 2007:
“Hace diez años que esta legendaria película empezó a arrasar literalmente con una inundación que no sólo se produjo en la pantalla. Es una de esas obras maestras que dosifican sabiamente todos los componentes que la convierten en un espectáculo enorme, astronómico, grandioso y que de paso se lleva nuestros corazones por delante.
Hay que destacar el "titánico" trabajo realizado para recrear el naufragio más sonado de la historia, aderezado con todos los ingredientes que lo hacen sublime.
Lo más sobresaliente es su fotografía prodigiosa y detallista, en la que no sólo impresionan unos efectos especiales de infarto, sino la forma de mostrar la acción, la tensión, el pánico, la hipocresía, la alegría de vivir, la lucha por la supervivencia, la resignación, el valor, la fortaleza, la cobardía... Y, de manera especial, las terribles injusticias de las diferencias de clases, en las que las personas de clase alta tenían más derecho a vivir que las de clase media o baja... Vemos con desgarro cómo todo se derrumba, mientras muchos están sentenciados a sufrir una muerte horrible o a perder a quienes más aman. Todo el resto del apartado técnico es igualmente titánico. La banda sonora de James Horner, en especial, es estremecedora, evocadora de unos tiempos de autocomplacencia por los agigantados avances tecnológicos, pero también de la cualidad imperecedera y universal del amor, de las horripilantes tragedias humanas y del homenaje a una naturaleza poderosa que nunca se somete a la arrogancia del ser humano.
Esta película marcó una era en el cine, se convirtió en referente del cine más épico e ideado para sumergir al espectador en un aluvión de sensaciones.
Las actuaciones tal vez no sean sobresalientes, pero le reconozco mucho mérito a Kate Winslet (la gran estrella de la película).
No se le puede negar que nos proporciona tres horas de absoluto entretenimiento en las que nada sobra y todo está muy bien distribuido. Tanto su primera mitad, en la que se presenta el barco como entidad propia en la que se despliegan los vaivenes de los protagonistas y diferentes estilos de vida acordes con la posición social. Y la segunda mitad, en la que se desencadena la tragedia y el sálvese quien pueda. Ideada para complacer a los espectadores que se dejen seducir sin trabas por su arrollador encanto.
Por mi parte se merece un 10 rotundo, y reconozco que la he disfrutado bastantes veces y que nunca pierde la magia con la que me cautivó por completo.”
Con perdón del tochaco, a continuación añado este nuevo comentario a raíz del reestreno:
Oportunismos los hay a patadas. Pero bienvenidos sean algunos. Cameron ha ganado muchos millones contagiando al mundo entero su pasión por el Titanic y se permite reestrenar en 3D la película que lo consagró. A sacar más dinero, claro. Y en qué mejor ocasión que el centenario del naufragio.
“Hace diez años que esta legendaria película empezó a arrasar literalmente con una inundación que no sólo se produjo en la pantalla. Es una de esas obras maestras que dosifican sabiamente todos los componentes que la convierten en un espectáculo enorme, astronómico, grandioso y que de paso se lleva nuestros corazones por delante.
Hay que destacar el "titánico" trabajo realizado para recrear el naufragio más sonado de la historia, aderezado con todos los ingredientes que lo hacen sublime.
Lo más sobresaliente es su fotografía prodigiosa y detallista, en la que no sólo impresionan unos efectos especiales de infarto, sino la forma de mostrar la acción, la tensión, el pánico, la hipocresía, la alegría de vivir, la lucha por la supervivencia, la resignación, el valor, la fortaleza, la cobardía... Y, de manera especial, las terribles injusticias de las diferencias de clases, en las que las personas de clase alta tenían más derecho a vivir que las de clase media o baja... Vemos con desgarro cómo todo se derrumba, mientras muchos están sentenciados a sufrir una muerte horrible o a perder a quienes más aman. Todo el resto del apartado técnico es igualmente titánico. La banda sonora de James Horner, en especial, es estremecedora, evocadora de unos tiempos de autocomplacencia por los agigantados avances tecnológicos, pero también de la cualidad imperecedera y universal del amor, de las horripilantes tragedias humanas y del homenaje a una naturaleza poderosa que nunca se somete a la arrogancia del ser humano.
Esta película marcó una era en el cine, se convirtió en referente del cine más épico e ideado para sumergir al espectador en un aluvión de sensaciones.
Las actuaciones tal vez no sean sobresalientes, pero le reconozco mucho mérito a Kate Winslet (la gran estrella de la película).
No se le puede negar que nos proporciona tres horas de absoluto entretenimiento en las que nada sobra y todo está muy bien distribuido. Tanto su primera mitad, en la que se presenta el barco como entidad propia en la que se despliegan los vaivenes de los protagonistas y diferentes estilos de vida acordes con la posición social. Y la segunda mitad, en la que se desencadena la tragedia y el sálvese quien pueda. Ideada para complacer a los espectadores que se dejen seducir sin trabas por su arrollador encanto.
Por mi parte se merece un 10 rotundo, y reconozco que la he disfrutado bastantes veces y que nunca pierde la magia con la que me cautivó por completo.”
Con perdón del tochaco, a continuación añado este nuevo comentario a raíz del reestreno:
Oportunismos los hay a patadas. Pero bienvenidos sean algunos. Cameron ha ganado muchos millones contagiando al mundo entero su pasión por el Titanic y se permite reestrenar en 3D la película que lo consagró. A sacar más dinero, claro. Y en qué mejor ocasión que el centenario del naufragio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Y allá que me la he vuelto a ventilar en el cine, como ya fui hace catorce años dos veces en su estreno, en el mes de marzo de 1998, la primera vez pocos días antes de que ganara sus once Óscars, y la segunda pocos días después de la ceremonia que la situó en el pedestal de las películas más premiadas en dicho certamen. El cine al que acudí ya no existe, pero entonces se llenó hasta las trancas con aquel fenómeno que arrastraba a los espectadores con la misma fuerza que el agua que se llevaba el transatlántico al fondo.
Ahora he vuelto a caer, sabía que no podría evitarlo. Pese a la incomodidad de las gafas 3D que ya hay que tener aguante para tolerarlas tres horas seguidas. No me he resistido a volver a vivir la experiencia casi pudiendo tocar la pantalla, con los personajes y las cosas que parece que se te echan encima. Planos bien conseguidos, algunos con gran sensación de realidad, de estar entre cosas de tres dimensiones. Tampoco es que sea algo súper espectacular que ofrezca nada nuevo a lo que ya conocíamos, pero vale la pena. Incluso con las dichosas gafas.
También me picaba el gusanillo de encontrarme de nuevo en el cine ante la misma película que ya vi catorce años atrás en pantalla grande. Supongo que es en parte esa cosilla de querer recobrar un momento que pasó, una sensación de regreso, aunque no sea más que un autoengaño. Yo quería regresar al Titanic, como siempre quiero regresar a todo lo que me ha hecho feliz, aunque sepa que cada momento es irrepetible.
Así que al igual que la anciana Rose, yo vuelvo al buque de los sueños porque precisamente eso, los sueños, es lo que nos sostiene a cualquier edad, el solo hecho de soñar, no importa con qué, es sinónimo de estar vivo. Por eso yo regreso al Titanic, porque es un canto a los sueños, los de todos los que iban a bordo que durante cuatro días se creyeron los reyes del mundo rumbo a un destino que entonces, plenos de entusiasmo, nada excepto la tragedia podía empañar. Porque es una historia de amor que no envejece y que no muere. Porque es un cuadro de una época que se fue a pique, muy bien retratada en esas cubiertas, esos camarotes, salas y estancias que a pesar de estar en el mismo barco son mundos tan separados, con rejas que vedan el libre paso entre clases para recordar a cada cual su lugar. Muy bien reflejada en las actitudes clasistas que decidían quién tenía derecho a salvarse, como si la vida valiese menos por haber pagado un pasaje más barato. Porque es un aluvión de acción y adrenalina y tiene unas cuantas de las más impresionantes escenas de la historia del arte cinematográfico. Y porque es una debilidad personal.
Y la absolución nunca llegó, no. Ni lo hará. Los restos seguirán siendo un testimonio de todo lo que se perdió.
Ahora he vuelto a caer, sabía que no podría evitarlo. Pese a la incomodidad de las gafas 3D que ya hay que tener aguante para tolerarlas tres horas seguidas. No me he resistido a volver a vivir la experiencia casi pudiendo tocar la pantalla, con los personajes y las cosas que parece que se te echan encima. Planos bien conseguidos, algunos con gran sensación de realidad, de estar entre cosas de tres dimensiones. Tampoco es que sea algo súper espectacular que ofrezca nada nuevo a lo que ya conocíamos, pero vale la pena. Incluso con las dichosas gafas.
También me picaba el gusanillo de encontrarme de nuevo en el cine ante la misma película que ya vi catorce años atrás en pantalla grande. Supongo que es en parte esa cosilla de querer recobrar un momento que pasó, una sensación de regreso, aunque no sea más que un autoengaño. Yo quería regresar al Titanic, como siempre quiero regresar a todo lo que me ha hecho feliz, aunque sepa que cada momento es irrepetible.
Así que al igual que la anciana Rose, yo vuelvo al buque de los sueños porque precisamente eso, los sueños, es lo que nos sostiene a cualquier edad, el solo hecho de soñar, no importa con qué, es sinónimo de estar vivo. Por eso yo regreso al Titanic, porque es un canto a los sueños, los de todos los que iban a bordo que durante cuatro días se creyeron los reyes del mundo rumbo a un destino que entonces, plenos de entusiasmo, nada excepto la tragedia podía empañar. Porque es una historia de amor que no envejece y que no muere. Porque es un cuadro de una época que se fue a pique, muy bien retratada en esas cubiertas, esos camarotes, salas y estancias que a pesar de estar en el mismo barco son mundos tan separados, con rejas que vedan el libre paso entre clases para recordar a cada cual su lugar. Muy bien reflejada en las actitudes clasistas que decidían quién tenía derecho a salvarse, como si la vida valiese menos por haber pagado un pasaje más barato. Porque es un aluvión de acción y adrenalina y tiene unas cuantas de las más impresionantes escenas de la historia del arte cinematográfico. Y porque es una debilidad personal.
Y la absolución nunca llegó, no. Ni lo hará. Los restos seguirán siendo un testimonio de todo lo que se perdió.