Voy ir directo al grano: nunca había visto una película como esta. Y también sé que no volveré a ver otra igual.
Esta epopeya de ciencia-ficción polaca narra la fundación de una civilización en un planeta remoto a partir de los supervivientes del choque de una nave espacial y sus descendientes. La historia abarca generaciones, mostrando cómo la "civilización" se pierde gradualmente y da paso a un estado tribal de costumbres cada vez más brutales. A partir de aquí, vísceras, simbolismo religioso y bastante fango.
La película destila un evidente aire teatral, por momentos recuerda a Shakespeare; o a los largos monólogos de los personajes de Tarkovski. La realización es increíblemente sofisticada, con un gran énfasis en el aspecto visual. Predominan los tonos fríos, grises y azules, que dibujan un mundo inhóspito y hostil. La calidad de la producción es sorprendente, con decorados y escenarios naturales de gran tamaño y una extraña belleza. Aun así, el realizador no se ahorra escenas de violencia brutal, y se regodea en ambientes malsanos y desagradables.
Esta es una película de esas que no se hacen, de esas que nadie haría. De hecho, se presenta como obra inacabada, y en algunos tramos una narración sustituye a las escenas que no pudieron completarse. El hecho de que exista es ya una razón de peso para verla, porque nunca habrá otra igual, y ya somos afortunados de tener esta.

Abismal. Terrible. Triste.
Tan triste como ver llorar a un payaso. Triste como ver a John McClane haciendo el idiota por un cheque sin siquiera ocultar que preferiría estar en cualquier parte salvo en el set de esta bazofia de película. ¿Qué hace ahí? No es como si a Bruce ya no le diesen papeles.
Debe ser culpa de Kevin Smith. Advenedizo sin talento disfrazado de autor gracias al guión endiosado de Clerks, se revela aquí como un director mediocre, con un sentido del ritmo pobre, y una penosa ejecución de los ya de por sí patéticos gags de un guión sonrojante.
Párrafo aparte merece el odioso personaje de Tracy Morgan, el peor estereotipo de negro chillón, torpe y molesto. En serio, un protagonista (o co-protagonista, qué más da) tiene que ser alguien cercano, alguien con quien nos podamos identificar. Especialmete en contraposición con el tipo duro que es Bruce Willis. No sé vosotros, pero yo no me parezco a Bruce Willis. Así que vamos a meter al negro, que grita mucho y es muy gracioso y cree que su mujer se la pega. Alta comedia. En las escenas que comparte con Willis no sólo no parece que hayan sido compañeros durante nueve años, sino que da la impresión de que Bruce odia a ese tío tanto como nosotros. O como yo, al menos.
Mierda... Sólo... mierda...

¿Qué pasaría si el equipo A tuviese un hijo de presupuesto moderado con las pelis de Guy Ritchie? Una peli de acción que, como su papá, tratase sobre un grupo superespecialmente supersecreto que, traicionado y abandonado por su propio bando, tuviese que abrirse camino entre tiros y explosiones hacia algún tipo de venganza episódica. Y que además fuese como sus mamás: divertida y fardona, con muchos frames congelados y grafismos para que parezca un cómic. Hasta hace lo de presentar a los personajes con su nombre sobreimpreso en pantalla. A estas alturas es adorable en su inocencia.
Eso sí, no está a la altura. Presenta a un grupo de personajes supuestamente duros y veteranos, aunque salvo por el francotirador mexicano de Oscar Jaenada no consiguen parecer los arquetipos sobrehumanos del cine de los 80 que intentan emular. El tono cómico funciona aquí y allá, y el reparto parece cómodo en sus papeles, aunque los excesos de Jason Patric como El Malo me dieron náuseas. Es evidente que intentaban un enfoque cómico con el personaje de El Malo (que es muy Malo, porque dispara a gente), pero el tiro les sale por la culata. En serio, cada vez que salía me sacaba de la película. Tan Malo era. Aunque igual es lo que pretendían. Si es así, buen trabajo.
En resumen: acción decente, un reparto curioso y generalmente acertado, vistosas localizaciones sudamericanas, dosis aceptables (que no suficientes) de Zoe Saldana y un Oscar Jaenada que hace mucho con poco. Ah, y Jason Patric. Puto Jason Patric...

Pobrecito remake de Terminator, que no tiene presupuesto. Va sobre el apocalipsis, así que transcurre en un bar cutre de carretera. El protagonista es un ángel, así que se corta las alas en su primera escena. Dios decide acabar con la humanidad y envía a todos sus ángeles para que... posean a los humanos. Supongo que así le sale más barato, aunque el plan tiene sus puntos débiles, como que los humanos son vulnerables a las balas y todo eso. Apuesto a que no habías pensado en eso, Dios. Luego sale un ángel con alas y todo, y es el señor Keamy de Perdidos, pero a nadie le importa ya una mierda.
Pobrecito remake de Terminator, que va de que es una peli sobre ángeles y resulta ser una peli de zombis. Pobrecito Dennis Quaid, por cierto, con lo que molaba en Dragonheart. En fin, una absoluta pena para todos los implicados - público definitivamente incluido - en esta bazofia de tercera fila, en este subproducto que no cabe calificarse ni de televisivo, este truño aburrido hasta la náusea. Ni siquiera merece la pena escribir sobre ella, eso lo sabe hasta el director y guionista Scott Stewart, que ya ha rodado otra maravilla para los mismos productores y con el mismo protagonista. Se titula Priest. Seguro que mola.