“Kung Fury” no es una película. Ni un corto. Ni un videoclip. Es una coctelera donde han echado sintetizadores, efectos especiales casposos, Vigilantes de la Playa, píxeles y líneas fabricadas con muchos más píxeles, un buen chorro de Miami y unas gotitas de futurismo asiático.

Tardaría lo que Pamela Anderson en cruzar Venice Beach sin su salvavidas rojo en enumerar la cantidad de guiños a escenas, trucos y sonidos ochenteros. Le acompaña un humor absurdo, basado en juegos de palabras que te arrancan la carcajada como si de una cosquilla en la garganta se tratase. Sale sola.

¿Quién no ha soñado en irse de fiesta en el espacio tiempo con Hitler, un Tiranosaurio Rex, dos vikingas tetonas, un pajillero enamorado de su Commodore y un ciclado Thor? Además de a los tarados mentales de los escandinavos a los que se les ocurrió buscar financiación en Kickstarter y al disparatado bolsillo de los que creyeron en ellos, al protagonista de este sueño hecho realidad: Kung Fury (Fury es su nombre de soltero). Un protagonista gestado, seguramente, en un brainstorming en el que no faltaron las drogas blandas y un trozo de papel cuadriculado. De nuevo, un cóctel. Con ingredientes de Street Fighter, trozos del teniente McClane y vestuario Kavinsky.

Sea como fuere, los creadores de esta pequeña obra maestra de la imaginación humana han tenido la demencia de dejarnos la película en You Tube y en HD. Todo mi respeto hacia David Sandberg, creador y director–y con un nombre bastante vendible, todo sea dicho–, que ha tenido hasta el detalle de liar a David Hasselhoff para encargarse de la banda sonora. 30 minutos de exquisito viaje.

Oscura belleza, lúgubre delicia, delirante y preciosa, surrealista e imaginativa. Muchas serían las combinaciones posibles pero pocas se acercarían a la majestuosidad con la que el creador de aquel enorme melocotón o de esas terribles navidades afronta la historia de una triste felicidad atrapada en el diminuto cuerpo de una niña.
Luces increíbles, coreografías imposibles, momentos surrealistas, más allá de la imaginación de cualquier ser humano y que vienen acompañados de una tétrica y verdadera demostracion de la misma realidad, de la más cruda realidad.
Que no nos engañen las animaciones en 3D ni las formas infantiles de los personajes por que lo único que no es real de esta película es la animación.

No podía pensar que después de meter el dvd me iba a encontrar con una película con diálogos tan salidos y logrados al mismo tiempo. Dentro de este género de "american pie-adas", Supersalidos ha sido de las que más me ha convencido.
Cada personaje está muy estudiado y definido y a pesar de tratarse temas tan adolescente-pajilleros como los que se abordan, el carisma de los inseparables amigos va creciendo sin frenos. Las conversaciones vis à vis (tan poco frecuentes en este género, donde interesa más la broma rápida y absurda) sobre temas sexuales y de amistad, serán las culpables de lo entrañables que terminan siendo Cera y Hill. Sin olvidarnos a "McLovin", el otro jóven padawan del sexo que vive la más disparatada cadena de circunstancias que he visto en mucho tiempo.
Las escenas y el desarrollo de la historia se enfrentan muy dignamente al argumento principal: conseguir alcohol para la primera fiesta a la que acuden, sorprender así a las dos macizas del insti y llevárselas al huerto. Hasta aquí, muchos suspirarán y buscarán otra cosa.
Resulta, sin embargo, ser el objetivo final de un conglomerado de absurdas e increíbles aventuras que van cogiendo forma y van uniéndose de la manera más descabellada.

Un sobresaliente para los chicos que dan gracias por existir el porno gratuito en la red.

Me gustan los nuevos aires de la comedia americana. Me gusta su estética: voces en off, en primera persona, con múltiples saltos en el tiempo para explicar situaciones, con referencias al mismo cine y bandas sonoras más que aceptables.
No deja de ser una de esas pelis para pasar el rato, pero va adquiriendo un sabor delicioso. Voy a mojarme, pero creo que el humor de Family Guy tiene mucho que ver en todo esto, ha contagiado la manera de representar la comedia.
Si te gusta ver cómo matan a miles de zombies, cómo aplastan cabezas, cómo sangran... todo ello entre risas, bienvenido entonces a Zombieland.