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España España · Santander
Críticas de Máximo
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
10
16 de septiembre de 2007
100 de 111 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El círculo rojo" no puede considerarse una película más que pueda encuadrarse dentro del estilo del género de cine negro del período norteamericano. Jean-Pierre Melville imprime a los tres principales personajes de este film un carácter profundamente dramático, de raíces nietzscheanas, con una moral de "superhombre", donde el honor adquiere una dimensión de tragedia griega y el héroe, al igual que un samurai herido en su dignidad, no tiene más que una salida: la muerte. De nuevo, una vez más, el tándem Melville-Delon funciona a la perfección; como el engranaje de una bomba de relojería, dispuesto para provocar la explosión en el momento más inesperado para el espectador.

La trilogía de J.P. Melville, "El silencio de un hombre", "El círculo rojo" y "Crónica negra", representa la subversión de la ética en el género policíaco y, también, la integración en el cine occidental de ciertos valores morales pertenecientes a la filosofía oriental; y todo ello expresado con una nueva estética en el lenguaje visual de la construcción fílmica: la esencialidad.

En "El circulo rojo" los arquetipos melvillianos crean el patrón impuesto a sus personajes. Una lógica implacable determina sus movimientos: los confidentes cederán siempre ante los chantajes policiales y colaborarán con quienes les extorsionan; los truhanes guardarán mudo silencio; los comisarios e inspectores interrogarán sin ninguna esperanza de éxito a éstos y chantajearán a aquellos; el resto de personajes deberá mentir si quiere seguir viviendo. Nada es fortuito.

Es curioso que, en estas tres películas de cine negro europeo, haya sido Alain Delon el héroe moderno, escogido por el director como hilo conductor, capaz de crear, y transmitir, la ambigüedad y el hermetismo, necesarios en el ambiente. Probablemente, el propio actor francés -- a quien Visconti hizo que riera en "El Gatopardo", y llorase en "Rocco y sus hermanos"; mientras Melville consigue en "El Circulo rojo", que permanezca serio y frío, como el hielo -- no se haya dado cuenta, aún, de las tres joyas melvillianas que ha dejado para la posteridad dentro de la historia del cine. Tampoco la crítica cinematográfica ha reconocido, suficientemente, la sensibilidad y el carisma de Delon. Como ocurre siempre, con el paso del tiempo, la mirada retrospectiva utiliza la objetividad sin prejuicios; y, en la actualidad, tanto el público aficionado al cine, como la crítica más moderna, están situando a este gran actor en el lugar que se merece.

El maestro del cine japonés, Kurosawa, gran conocedor de los códigos y las costumbres de los samurais, también, tendría mucho que decir -- por alguna afinidad, no desvelada todavía -- sobre las extraordinarias obras policíacas de Jean-Pierre Melville. Si el destino no pudo conseguir que estos dos grandes cineastas tuvieran un encuentro en el pasado, ambos están, en mi opinión, sin que lo hayan sabido nunca, dentro del mismo "círculo rojo" conceptual de inspiración artística.
Máximo
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10
15 de septiembre de 2007
64 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Crónica negra" ("Un flic") es la última palabra de J.P. Melville, antes de fallecer, sobre el género negro y sus arquetipos, y supone su absoluta voluntad de abstracción porque, ante todo, representa la simplificación a su esencia de los tradicionales procedimientos estilísticos y retóricos. En este film crepuscular a Melville ya ni siquiera le interesa la intriga, que soluciona mediante elipsis y sobreentendidos, sino, únicamente, la peripecia y la ambigüedad en estado puro.

Todo se da ya por supuesto: la acción transita por los vacíos del relato, y la psicología y las relaciones de los personajes tampoco le preocupan al director, ya que son casi inexistentes. Los gángsteres que aquí aparecen delatan, a través de las constantes elipsis, la maniática minuciosidad con que organizan todas sus acciones; un método obsesivo para eludir el vacío y la desesperación y, en última instancia, para evitar la inactividad que conduciría a la nada. De nuevo, aparece la obsesión de Melville por la muerte; pero el círculo fatal, que reúne alrededor de esta tragedia a todos sus personajes, como siempre, se cierra una vez más y ya nadie puede escapar de él.

Si queremos comprender totalmente su estructura cinematográfica es recomendable revisar otros dos extraordinarios filmes, anteriores a éste, del mismo director ("El silencio de un hombre" y "El círculo rojo"). Todos juntos forman la gran trilogía policíaca de Jean-Pierre Melville en la recta final de su vida. Así, ahondando en su esencia, podemos observar el ritual de samurai que caracteriza a sus personajes. Los cambios de vestuario de Richard Crenna es un buen ejemplo de cómo cada uno de los gestos, que el actor realiza al vestirse para llevar a cabo el planeado golpe, se erige en el centro de atención del director, y todo el conjunto acaba formando un ballet gestual que, finalmente, por énfasis adquiere más importancia dramática, incluso, que el propio desarrollo de la secuencia posterior del atraco al banco bajo la lluvia. En referencia a la forma de vestir de sus protagonistas, J.P. Melville dijo en una ocasión: "Un hombre armado es casi un soldado, y por eso debe llevar uniforme, y le aseguro que tiene tendencia a llevar sombrero...".

La metodología transgresora, como herramienta básica en la construcción fílmica de esta crónica negra policíaca, dió origen a un nuevo lenguaje visual que, en el momento de su exhibición, no fue suficientemente apreciado y confundió a muchos expertos y cinéfilos, haciéndoles pensar en una involución profesional e ideológica del director francés al final de su carrera.

Profundas revisiones posteriores de la filmografía de este realizador galo han conducido a otras conclusiones muy diferentes que, a través de sus novedosas y acertadas críticas, demuestran todo lo contrario: la terrible genialidad simplificadora de su último film, como legado póstumo de Jean-Pierre Melville a la creación artística, y su contribución al inicio de una nueva estética cinematográfica.
Máximo
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9
22 de septiembre de 2007
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
No cabe duda que un film dirigido por una mujer adquiere una dimensión psicológica diferente. Mira Nair crea un ambiente de frustración sentimental femenina que sobrecoge. Y lo hace porque refleja, como pocas veces se ha hecho en el cine, el sentimiento de incomunicación que, generalmente, vivimos en la actualidad, cuando un hombre y una mujer se encuentran. Mientras el genero masculino, no se sabe porqué condicionantes --biológicos, psicológicos o sociales --, sólo piensa en una relación sexual, rápida y sin compromiso, y “si te he visto no me acuerdo”; no ocurre lo mismo con el sexo contrario, para el que las palabras representan el fundamento de la entrega y del amor (espero que esta última frase no sea interpretada, ñoñamente, como una sensiblería).

Así que esta crisis emocional de inseguridad psicológica, tan perturbadora como habitual en nuestra sociedad actual, pocas veces -- lo reitero nuevamente -- se ha expresado en el lenguaje cinematográfico, con la sobriedad y transparencia, necesarias, como lo ha hecho Mira Nair en "Ciegas de amor".

Hay que resaltar que, en mi opinión, Uma Thurman hace el mejor papel de su carrera. La realizadora de este film ha sabido sacar lo mejor de la actriz: todo su ser emana la desesperación y el vacío existencial, que se apropia de las mujeres treintañeras cuando tienen la sensación de que su futuro sentimental se cierra, definitivamente para siempre, al decepcionarles, una vez más, el último hombre de sus sueños, con el que acaban de mantener una efímera relación sexual.

Es lamentable que esta conmovedora película sólo haya sido exhibida en los circuitos televisivos.
Máximo
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