No creo que sea fácil dirigir cualquier película, pero una de época mucho menos. Aunque reconozco que una de mis mayores debilidades son las adaptaciones de novelas costumbristas del XIX, debo decir que ninguna de las realizadas en el último decenio está dirigida como esta: Mansfield Park, Emma, Jane Eyre, La importancia de llamarse Ernesto, Orgullo y prejuicio...la mayoría preciosas y bastante bien hechas, pero como Sentido y Sensibilidad de Ang Lee, para mí ninguna.
Idóneos papeles y magníficas oportunidades para dejar a los actores lucirse como nunca, como en el caso del genial actor Alan Rickman, quien tras hacer películas poco llamativas en lo que a interpretaciones se refiere, muestra su cara más humana y sensible. Por no hablar de la impresionante Emma Thompson o de la joven y, por entonces, prometedora Kate Winslet. Una caracterización perfecta (vestuarios, escenarios, cada elemento parece estar estudiado al dedillo para hacer sentir al espectador que realmente forma parte de la vida cotidiana de las familias británicas del siglo XIX) y una música que hará las delicias de muchos y muchas.

¿Cómo expresar con palabras lo que se puede experimentar con el visionado de esta cuidada cinta? Se trata de una muy completa adaptación de una de las magníficas novelas que nos legó la genial escritora Elizabeth Gaskell en el siglo XIX y que personalmente recomiendo a todo el mundo. Milton, una ciudad ficticia que transporta tanto al lector como al espectador a los inicios de la Revolución Industrial en la que podemos sentir la polución en lo más hondo de nuestros pulmones. Se consigue trasladar al espectador la denuncia que Elizabeth Gaskell hizo en su día sobre la situación que se estaba viviendo en aquella opulenta Inglaterra del siglo XIX y en la que las huelgas y revoluciones sindicalistas estaban a la orden del día. Las inevitables diferencias existentes entre un Sur todavía virgen y un Norte completamente mecanizado por las necesidades y ambiciones del ser humano.

Cuando pude ver esta apuesta de la BBC por primera vez, me llevé una grata sorpresa al descubrir a un actor hasta entonces desconocido para mí: Richard Armitage. El apuesto John Thornton brilla desde el primer momento que aparece en escena, salvando con creces la no tan afortunada aunque encantadora interpretación de la protagonista.

Una fotografía perfecta, una puesta en escena magnífica, unos paisajes idílicos (aunque también buenos efectos especiales o decorados), idóneas interpretaciones lideradas por la de su protagonista masculino (destacar también el mérito de Gaskell al presentar exclusivamente personajes redondos) y una música acorde con lo que se quiere transmitir en todo momento, hacen de esta mini-serie una joya única que no me canso de ver. La recomiendo sinceramente.

Como casi todo el mundo opina es una película con una banda sonora muy singular y gustosa para los oídos. Las interpretaciones son buenas al igual que la realización pero el guión, creo, se queda corto. ¿Es necesaria esa sobrecarga de tópicos? ¿Por qué los personajes "malos" son tan malos y los "buenos" tan buenos? Creo que esto le quita veracidad a la película y que, por lo tanto, la historia podría haber sido tratada de otro modo menos artificial. En la vida no todo es blanco o negro, sino que existe un punto intermedio. No todos tienen que ser ángeles o demonios. Por lo demás me ha resultado bonita y agradable de ver.

Al leer la sinopsis no esperaba nada distinto de lo que puede ofrecer una historia judicial muchas veces ya contada y que, en ocasiones, puede resultar tediosa y cargada de convencionalismos y sentimentalismo al estar enmarcada dentro de la América profunda. Si bien es cierto que me ha resultado algo lenta en un principio, la cinta demuestra estar muy bien narrada haciendo que, en su mayoría, los detalles resulten importantes y necesarios para poder empatizar con una historia que sí presenta un juicio como hilo conductor pero que entraña un drama familiar que a muchos nos da que pensar. Robert Downey me ha sorprendido porque, con una expresividad innata, consigue hacer creíble su papel hasta el último minuto. Y qué decir de ese anciano testarudo, para muchos tan familiar, interpretado por un Robert Duvall que desborda naturalidad.

¿La película del año? No, pero me ha sorprendido positivamente.