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Críticas de albasarria
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
7
5 de noviembre de 2011
23 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
(www.svya.es)

Los muertos no se tocan, nene es la última parada de la trilogía dirigida por Marco Ferrreri en 1959 con El pisito y continuada al año siguiente por El cochecito. La obra supone un homenaje al guionista y escritor Rafael Azcona, creador de la novela “Pobre, paralítico y muerto”, en la que se basan las tres historias. Dirigida por el cineasta español José Luis García Sánchez, la película acoge un amplio rango de actores veteranos y jóvenes, como Tina Saiz, Fernando Chinarro, Blanca Romero y Airas Bispo. En esta ocasión, Los muertos no se tocan, nene ha protagonizado doble estreno: el propio y el del Festival de Cine Europeo en Sevilla.

La acción tiene lugar en Logroño a finales de los años 50 durante el velatorio del bisabuelo de Fabianito, un adolescente en plena revolución hormonal. Grabada en blanco y negro, la película transmite con un humor grotesco los tabúes de una familia muy católica y franquista, alineada por militares y señoritas de antaño. En este contexto, Fabianito solo ve saciada su curiosidad sexual a través de la rama más rebelde de su familia: su tía Clara y su primo Marianín. Alrededor de la acción principal, se suceden largos planos-secuencia en los que se entremezclan multitud de historias paralelas, a cual más disparatada.

Através de un guión clásico y humorístico, sin salirse del patrón de las películas anteriores, se ofrece un fresco nostálgico de la sociedad española de finales de los 50, poco antes de las transformaciones que iba a experimentar en los 60 y siguientes como consecuencia del desarrollo económico. Se trata, pues, de una España ignorante, supersticiosa, socialmente muy jerarquizada y que endiosa todo lo que llega del extranjero.

Este último concepto se ve claramente plasmado con la llegada a la casa de uno de los primeros televisores alemanes. A pesar de que la señal y el sonido son nefastos o nulos, tanto los señores de la casa como el servicio doméstico pretenden engatusar a vecinos y allegados con el aparato, que es una basura pero, eso sí, alemana. Por supuesto, también se describen otros aspectos muy reconocibles de la época, como la desigualdad de género, las relaciones extramatrimoniales, la pasión por los toros y la religión.

Por su parte, la música es un elemento de ambiente clave dentro de la película. Nada más empezar, los tonos ya nos van acomodando a la imagen en blanco y negro, al sonido doblado a posteriori, en definitiva, al cine de los 50. También “se cuelan” maullidos de gato y otros sonidos que dotan al film de realismo y humor.

En definitiva, estamos ante una gran comedia del cine español que, al renunciar a muchas comodidades del actual, ha salido reforzada. Una propuesta atrevida y descarada en estos tiempos de grandes producciones y ciencia ficción pero que seguro la historia del cine apreciará.
albasarria
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5
6 de noviembre de 2011
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos amigas se sitúan frente a frente rígidas sobre un fondo blanco, sacan sus lenguas, inclinan sus cabezas y se chupan de la forma más desagradable posible.

- ¿Cómo hace esto la gente? - dice la protagonista

- ¿Quieres aprender o no? - contesta la amiga.

- No.

- Abre (la boca).

Lejos de toda sensualidad, más de un espectador evita mirar la pantalla. Así comienza el prólogo de Attenberg, una película de la cineasta griega Athina Rachel Tsangari, que plantea el lado más animal del ser humano, basándose en la filosofía contemporánea de autores como Jacques Derridà.

La obra narra la vida de Marina, una joven incapaz de entender cosas tan fundamentales como el sexo, el amor y la muerte. Esa rareza la hace sentir aislada del resto de las personas, por lo que decide aprender a amar y a gozar del sexo. ¿Cómo se hace eso? Siguiendo los consejos del naturalista David Attenborough, un experto de la observación. Marina estudia las reacciones de su mejor amiga y de su padre para ponerlas en práctica con el chico que cree que le gusta. La película plantea una cuestión fundamental ¿aprendemos a amar o nacemos sabiendo?, ¿se puede aprender observando? La respuesta no está tras el primer impulso, se necesita pensar.

Por otro lado, técnicamente cojea un poco pero, quizás, lo peor de la película es que parece una copia barata de su antecesora Canino (2009). Y es inevitable comprarla si tenemos en cuenta que tanto la directora como la realizadora y el actor principal de Attenberg fueron los creadores de Canino. En este sentido, Attenberg está lejos de ser un trabajo brillante. La historia es, a ratos, interesante pero la fotografía es lenta y vacía hasta el aburrimiento. Un plano puede llevarse en pantalla más de diez segundos. En definitiva, Attenberg es fría, distante y antiestética.

En cuanto al elenco, los personajes de Attenberg son profundos pero carentes de grandes interpretaciones. La más notoria es la de la actriz principal, Ariane Labed, que logra acomodarse en la piel de Marina. Sin embargo, lo que más destaca del film es la banda sonora, abanderada por un tema de François Harde “Suicide”, que define claramente el concepto general de la película.

En definitiva, Attenberg es una película paranoica sobre el análisis y la observación del comportamiento humano. No hay un hilo argumental forjado por importantes coherencias, sino que se deja llevar por un lado más antropológico. El espectador disfrutará más de los planteamientos filosóficos de la película que del lado cinematrográfico pues, en este último sentido, no aporta mucho.
albasarria
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6
13 de noviembre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llega el verano y todos se van de vacaciones. Una pareja punk, que vive en una casa dibujada en la arena, se cruza con dos jubilados en un cochecito de juguete. Un seductor busca refugio entre las fustas de su amante, coincidiendo en el hotel con dos infelices parejas reencontradas por una cometa y un par de impostores se cuelan en un cortejo fúnebre. Así de excéntricas son las clásicas vacaciones en la playa que plantea un homenaje a la célebre película Les vacances de M. Hulot (1953), dirigida por cineasta francés Jacques Tati.

Para los que no hayan oído hablar de este director, se trata de uno de los mejores cineastas cómicos de la historia. La recuperación del viejo cine, el abundante uso del gags y su peculiar estética hacen de sus películas originales piezas de arte que instan a reír hasta al espectador más apático. Algunas de sus películas más sonadas son Jour de fête (1947) y Mon oncle (1958), por la que ganará un Oscar a la mejor película extranjera.

Holidays by the sea ha seguido dos aspectos fundamentales del arte de Tati. En primer lugar, un alto grado de meticulosidad en la selección de sonidos, sin obviar, por supuesto, la banda sonora, que ha mantenido el ritmo cómico en todas las escenas. En segundo lugar, la ausencia de diálogos, sustituidos por una importante comunicación no verbal. Se trata de una narración en la que los gestos, las miradas y las sonrisas hablan por sí solas, sin necesidad de utilizar el lenguaje verbal. Un guión plenamente visual que explota al máximo las herramientas comunicativas de la imagen.

Sin embargo, la estética ya mencionada tan original y única de Tati se ha sustituido por una vulgar que no dice nada. Los encuadres dejan de comunicar, el peso recae totalmente en las interpretaciones que, por suerte para el film, son buenas. Otro aspecto que he echado en falta es el ingenio de las bromas. Y aunque durante buena parte de la película no cesan las carcajadas en la sala, también es cierto que otros gags están vistos, son absurdos o carecen de ingenio.

Parece ser que últimamente homenajear está de moda en el cine pero recordemos que este ejercicio debe hacerse con el afán no solo de rememorar antiguas glorias, sino de readaptarlas a nuestro tiempo, haciéndolas igual o mejores de lo que eran en su momento. De otro modo, estaríamos insultándolas al llamarlas “homenaje”.
albasarria
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5
8 de noviembre de 2011
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al terminar de ver la película, no deja de sorprenderme que su director, Andres Veiel, sea el que ha llevado a cabo este proyecto. Más que nada porque precisamente él debería ser consciente de que enfrentarse a personajes históricos de la talla de Gudrun Ensslin, Andreas Baader y Bernward Vesper en un film comercial está cerca de un suicidio cinematográfico.

Si no nosotros, ¿quién? nos traslada a la Alemania de los setenta. Narra la historia del escritor Bernward Vesper, un joven marcado por el pasado nazi de su padre, y de su mujer Gudrun Ensslin, una intelectual obsesionada con evitar la propagación del imperialismo norteamericano. Juntos inician un viaje hacia el activismo de izquierdas de la RAF, que finalmente les llevaría por distintos caminos.

La complejidad del contexto histórico, marcado por la reciente caída del Tercer Reich, la efervescencia de la Guerra Fría, los tormentos de una sociedad tan castigada como la alemana de la época, y la indestructible y peculiar personalidad de los protagonistas hacen que, la mera idea de plasmar esta historia en una película de ficción comercial, sea una locura.

Aclarada la imperdonable superficialidad de la historia, el frenético ritmo de la narración audiovisual, la cuidada estética de los planos y el parecido físico entre los actores y los personajes reales enganchan. Las interpretaciones son notables y, en general, se trata de una película entretenida.

En conclusión, Si no nosotros, ¿quién? es una película correcta, que carece del análisis, la perspectiva histórica y la profundidad necesaria para hacer de esta una buena película. En este sentido, el film es decepcionante pero comestible si va acompañado de palomitas.
albasarria
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7
27 de febrero de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película está genial, especialmente las interpretaciones, pero uno se marcha preguntándose "¿por qué?" -y no es coña-. Quiero decir que los motivos que originan estos desequilibrios no se explican y yo lo eché en falta. No obstante, es recomendable.

Un saludo
albasarria
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