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Críticas de Una Crítica Diferente
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
8
5 de marzo de 2017
37 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
El teatro es una representación de la realidad. Un escenario iluminado bajo las luces de la comedia y el drama de los seres humanos. Un maquillaje tras el cual escondemos quiénes somos en verdad. Es decir, juguetes del destino, en palabras del bardo de Stratford-upon-Avon.

Emad y Rana Etesami son dos actores a punto de estrenar “Muerte de un viajante” en un teatro de Teherán. El edificio donde viven amenaza con derrumbarse debido a un trabajo de desescombro cercano. Sorprende la demoledora imagen final tras un plano secuencia vibrante, más aún viniendo de unos títulos de crédito iniciales deslumbrantes.

En fin, lo cierto es que el matrimonio se muda a un ático.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Una Crítica Diferente
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7
26 de febrero de 2017
28 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay una línea que separa el amor del temor. A lo largo de esta línea algunos elevan una cerca de respeto.

Troy Maxson es una de esas personas.

La vida no le ha dado ningún motivo para creer que las cosas pueden cambiar. Y menos aun si eres afroamericano y vives en una ciudad de Estados Unidos a mediados de los cincuenta. Es el trasfondo de una frustrada lucha de clases –obrera y, por supuesto, aquella que tiene que ver con el color de la piel–. Lo único que puedes hacer es aceptar las normas. Trabajas por un salario mísero. Sobrevives con una sonrisa en la boca. Bebes una botella de aguardiente cada viernes por la noche. Cantas un viejo blues sobre un perro bueno y obediente llamado Blue. Encuentras a una mujer que te proporciona un hogar donde descansar. Y luego… Bueno, luego elevas una cerca a lo largo de todo ello, a lo largo de esta pequeña región a la que consideras ‘tu vida’. Crees haber encerrado ahí dentro el amor. Apoyas la mano en los tablones. Compruebas que la verja está bien asentada. Y te reafirmas en tus principios. La sociedad no cambia. Sólo la valla te separa del temor. Y has construido esa valla con tablones de respeto. Sólo así resistirá el amor aquí dentro.

Salvo que tú no quieres estar encerrado ahí. No todo el tiempo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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6
11 de febrero de 2017
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un padre mira a su hija.

La hija permanece enganchada al móvil. A su lado, unos metros más allá, en las escaleras de acceso a la vivienda, espera el padre. Son dos mundos alejados. Una vez estuvieron unidos. Una vez, él le enseñó tantas cosas: a ir en bicicleta, a cantar clásicos de karaoke, a tomarse la vida con humor. Ella era entonces una niña. En los viejos días, él se sentaba al piano con la confianza puesta aún en un futuro repleto de posibilidades. Ahora, aquella niña es una mujer independiente, soltera, imbuida en la vorágine de su trabajo. Ocupa un cargo relevante en una multinacional petrolífera. Pero quiere más. Por eso vive fuera del país donde nació y creció, al que regresa sólo en contadas ocasiones. Como hoy.

Hoy, padre e hija, son casi unos desconocidos. Pero, ¿habrá todavía un hilo que los una? ¿Un hilo que conecte de nuevo esos dos mundos separados? Esta es la pregunta que se refleja en la mirada preocupada del padre.
Y este es hilo del que tira la directora y guionista alemana Maren Ade para ofrecernos una historia que se lleva mal con la realidad. No es una valoración negativa. Digamos que, en la historia, hay momentos sorprendentes, flirteando incluso con el surrealismo. Hay comedia. Hay drama. Servido, además, en un montaje inesperado. La transición entre escenas se produce como en un suspiro entrecortado; se asciende un escalón sonoro. Así, de la quietud final de una conversación se pasa al rugido que impregna nuestro día a día, como el crepitar de una bolsa al ser depositada sobre una superficie o el zumbido del tráfico en hora punta.

Buena parte de los extensos pasajes de ‘Toni Erdmann’ se sostienen gracias a dos actores increíbles. La verdad, viéndoles ahí, a lo largo de 162 minutos, uno intuye cómo han trabajado cada pequeño detalle. Sin duda, ambos han llegado al centro de unos personajes únicos.

En Inès (Sandra Hüller), la hija, adivinamos los mecanismos –inhumanos, salvajes, dominantes– de la economía de mercado. Lleva un vestido impecable, chaqueta y falda negros, una blusa blanca y unos zapatos de tacón. Es un corsé de fuerza. Moldea su vida. La manera que tiene su cuerpo de exprésalo cada vez que alguien la despierta lo dice todo. Porque no es sólo que se lleve mal con la realidad; es que no puede fallarle. El pelo recogido o suelto sí; pero siempre perfecto, impecable.

“¿Eres realmente una persona humana?”, le pregunta su padre.

En Winfried (Peter Simonischek), el padre, profesor de piano en horas bajas, nos deslizamos por el lado irreverente de la vida. Y lo hacemos en los momentos menos recomendables para ello, aquellos en los que es mejor no colocarse la máscara con la sonrisa pintada. Por eso, Winfried necesita crear un nuevo personaje, Toni Erdmann. Él será quien altere y provoque a Inès. Primero, ella se avergüenza de él; luego, de sí misma. Por supuesto, Toni Erdmann no se llevará bien con la realidad. No la entiende.

“No podía creer que le dijeras a aquella pobre gente que no perdieran el sentido del humor”, le echa en cara su hija.

No siempre la línea que separa a Winfried de Toni Erdmann quedará clara. A veces, el humor no conducirá a situaciones graciosas. Hay drama. Y ésta impone su realidad. Pero también el humor hará pedazos la realidad y permitirá que un padre sea abrazado por su hija. En todo caso, Inès se enfrenta a la misma pregunta: ¿Encontraré un camino para entender la vida, para conectar un hilo que me comunique con mi padre? Tal vez, ella necesita crear ese hilo, dar a luz a su propio Toni Erdmann.

En esta búsqueda patética de un padre por recuperar a su hija, en este abrazo imposible de casi tres horas, aprendemos que darle un sentido a la vida es, por qué no, encontrar tu propio sentido del humor.

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7
16 de abril de 2017
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La transición (del cuerpo a la consola) era una oscura implosión, como si entrara en otra carne.” FRAGMENTOS DE UNA ROSA HOLOGRÁFICA, William Gibson, 1977.

La tecnología.

“Ahora, tus ojos se van a abrir”, le advierte la doctora Ouelet.

La tecnología nos ha convertido.

“Eso es”.

La tecnología nos ha convertido en un dios.

“Estás a salvo”.

La tecnología nos ha convertido en un dios con prótesis.

“Tranquila, solo respira”, le aconseja la doctora Ouelet.

Eso es.

De eso nos advirtió Freud.

“Solo respira”, le dice de nuevo, con una sonrisa.

Y Freud, sentado en un diván del Café Schwarzenberg, en Viena, se relajó. Adormecido por el humo de los cigarros y por el susurro bélico de los periódicos vespertinos. Afuera, en la Ringstraße, el ímpetu de hierro y electricidad de los tranvías apuntaba al futuro.

“Respira”.

Y ella, Mira Killian, respira.

Entonces, Freud cerró los ojos.

“Bien”.

Y Freud soñó…

“Muy bien”.

…con ser un Dios con prótesis.

Estamos en el futuro. Estamos en una ciudad japonesa. La tecnología lo envuelve todo. Mira Killian es la primera de una nueva especie, obra de la empresa Hanka. Tras un ataque terrorista, su cerebro ha sido rescatado y trasplantado a un cuerpo robótico. Tan sólo conserva un puñado de recuerdos del pasado. Ha despertado en esta nueva realidad. Su objetivo: hacer justicia. Para ello, forma parte de la Sección 9, un grupo policial de élite.

“Ella es un arma. No es una máquina”, dice Cutter, el director de Hanka.

Y eso hace ella. Hasta que un ciberterrorista, conocido como Kuze, hackea y elimina a miembros de Hanka. Son todos los relacionados con el proyecto que dio vida a la obra maestra de la empresa: Mira Killian.

De forma paralela a esta trama, a este thriller de acción, ‘Ghost in the shell’ ahonda en la psique, se sumerge en la pregunta: ¿Quién es Mira Killian? Es un descenso al alma humana. Aquí, la actriz Scarlett Johansson realiza una interpretación orgánica, entre lo físico y lo espiritual, medida en gestos y calibrada en la profundidad de la mirada. Pieza clave en el engranaje del personaje.
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7
12 de febrero de 2017
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo lo que entregamos nos es devuelto, de una manera o de otra.

En un camino circular, principio y final carecen de sentido.

El pequeño Chiron, con tan sólo nueve años, ve en Juan el adulto que un día será. Juan, que está al frente de una banda que distribuye drogas en un barrio marginal de Miami, rescata a Chiron de un episodio de acoso escolar. No es la primera vez que sufre ‘bullying’; no será la última. Los motivos se irán revelando. En esta ocasión, Chiron se había escondido en una casa abandonada, antiguo refugio de drogadictos. Juan se abre paso hasta él, arrancado el panel de madera de una ventana tapiada, y le insta a salir. A partir de ese momento, el exterior se muestra diferente a los ojos del niño. Ahora, allí afuera, además de incomprensión, además de una solitaria madre enganchada al ‘crack’ e incapaz de amar, está Juan.
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