Podemos estar oficialmente de luto por la muerte de la época dorada de las sitcoms americanas. Acabó "Will y Grace", una institución del humor absurdo y brillante, slapstick e inteligente a partes iguales, emocional, complejo, sofisticado, políticamente incorrecto...

El humor de "Will & Grace" no es para todos. Sin ánimo de parecer elitista, es para unos pocos. Las tramas de la serie no tienen esa universalidad tan característica de "Friends", traducible y adaptable a todo el mundo. Los personajes de "Will & Grace" no son arquetipos como Chandler o Monica, no faltos de defectos, que sin embargo son usados para redondear lo que son al fin y al cabo personajes universales, perfectos, casi iconoclastas. En "Will & Grace", aunque a simple vista no lo parezca, todo es más complejo. Y lo más paradójico a la hora de compararlas, es que una serie llamada “Friends” acabase apoyándose mucho más en el tema del amor romántico en sus últimas temporadas que la amistad pura, como es el caso de "Will & Grace". Al final, "Will y Grace" completa un ciclo sobre la amistad, haciendo una reflexión sobre lo complejo de ciertas relaciones, casi enfermizas, con las que muchos podemos sentirnos identificados.

En ese sentido, el humor de "Will & Grace" se sustenta en gran medida en lo negativo y rastrero de las relaciones sociales, amistosas, y amorosas, para mostrarnos un fiel reflejo, ampliado y caricaturizado, de lo que somos, de cómo nos comportamos. El humor agridulce, lleno de referencias a la actualidad (la americana) pone fecha de caducidad a "Will y Grace". Éste es uno de los aspectos negativos de una serie, que sin embargo, gracias a la profundidad que esconden sus cuatro protagonistas, a las contradicciones con las que podemos sentirnos identificados, y los millones de detalles de nuestras vidas cotidianas que nadie antes había capturado, "Will & Grace" perdurará.

El desenlace de la serie es la pura definición de la amistad, con su lado más agrio. Los guionistas nos han hecho ver que tener un amigo como Will no es fácil, y tener una amiga como Grace, tampoco, y que mucho más complicado es mantener una amistad así intacta y madurar a la vez. Una relación tan retorcida, con tantos sacrificios, condenada a la eterna disfuncionalidad, no podía tener otra conclusión. Cierto es que no está contado de la mejor manera posible y que el guión quiere abarcar demasiado, resultando torpe y forzado, pero para ser fieles a la premisa de la serie, los guionistas tuvieron que arriesgarse, condensar todo su (amargo) espíritu, para no dar a los espectadores el final acomodado y satisfactorio (y también poco estimulante) de "Friends", sino una reflexión sobre el destino, los sueños, la juventud y la madurez, y principalmente, la amistad que no deja indiferente.

Reticente a la hora de escoger la película en el pasado Festival de Cine 100% europeo de Sevilla, acabé respirando cine de esta obra de belleza tranquila y a veces exasperante. Admirable es la labor de su director (también protagonista, un hombre atractivo, enigmático) para poner en marcha un mecanismo de sutilezas y sensaciones como magistrales mecanismos de cohesión de una historia que aparentemente no cuenta nada, que parece en ocasiones vagar por caminos sin fin.

Cuando los créditos finales aparecen, la sensación de que nada ha sido innecesario o gratuito aumenta considerablemente, y ésto resulta especialmente destacable teniendo en cuenta que la película está repleta de escenas en silencio, de la soledad de los protagonistas, de secuencias, una detrás de otra, en las que no sucede nada. Los actores principales (un matrimonio en crisis) aguantan estoicamente primeros planos sostenidos durante minutos.

El realizador hace gran uso de varias técnicas cinematográficas sobresalientes, casi sin que resulte apreciable. El sonido es magistral, siendo usado como elemento definidor del devenir de los personajes. Las secuencias alargadas en silencio sirven para que las pequeñas discusiones u otras cotidianidades se vean magnificadas a altas cotas de drama, para que una nota musical aislada emocione más que una gran sinfonía.

En definitiva, “Los Climas” puede ser tachada de preciosista en exceso, de abusar de algunas técnicas o simplemente de aburrida, pero en mi opinión, resulta ser una obra de profundidad y belleza que sobresale entre el cine “realista” europeo, generalmente vacío y falto de inspiración.

Lo dice el tema musical de la saga: "Lo nuestro no morirá". Y la tercera parte de "Toy Story" hace honor a esta letra, hablándonos de lo doloroso y necesario que es aceptar la pérdida y buscar un nuevo camino para seguir viviendo, sin por ello olvidar a los que quedaron atrás. La odisea de los juguetes de Andy no es solo una gran aventura llena de obstáculos y peligros -que por desgracia abusa de la repetición de esquemas de las anteriores entregas-, es también un doloroso viaje de auto conocimiento que culmina en la aceptación del pasado como tal y la difícil promesa de un futuro distinto al imaginado toda la vida. Un futuro que de ser posible será compartido por alguien que estuvo ahí desde el principio. "Hasta el infinito y más allá" nunca había tenido tanto sentido.

Acontecimientos como este nos hacen seguir amando el cine. La nueva Indiana Jones es absolutamente perfecta: antológica, divertida, algo absurda y con el justo punto de tontería, o sea, todo lo que una película de Indiana Jones debe ser, hasta los últimos 30-40 minutos. Spielberg y Lucas instrumentalizan con maestría el niño que llevamos dentro, hasta que lo violan en la recta final de la película, poniendo el listón de nuestra suspensión de la incredulidad tan, tan alto, que no llegamos ni de puntillas. Aún con todo, vuelvo a repetir, asistir a estrenos cinematográficos como este nos devuelve el espíritu de cinéfilo soñador y nos “retorna” (menudo guiño) las ganas de seguir amando el cine muchos años más. Con suerte, un puñado de chavales decidirán ser directores de cine viendo El reino de la calavera de cristal, al igual que otros tantos cuando vieron El arca perdida.