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Gilda

Cine negro. Drama. Romance. Thriller Johnny Farrell (Glenn Ford), un aventurero que vive de hacer trampas en el juego, recala en Buenos Aires. Allí lo saca de un apuro Ballin Mundson, el propietario de un lujoso casino, que acaba haciendo de él su hombre de confianza. Un día, Mundson le presenta a su esposa Gilda. Su sorpresa no tiene límites: fue ella precisamente quien lo convirtió en lo que es: un ser cínico y amargado. (FILMAFFINITY)
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Críticas 90
Críticas ordenadas por utilidad
20 de mayo de 2007
134 de 140 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente melodrama pasional con tintes de cine negro, sobre la turbia relación de tres ambiguos y fascinantes personajes: Gilda, aventurera de oscuro pasado, casada con el propietario de un casino, que contrata al jugador de fortuna, Johnny Farrell, sin saber que ha sido amante de su mujer.

Entre los tres se establecerá una extraña relación a tres bandas en las que primará entre Gilda y Johnny, el odio como sentimiento opuesto, y por lo tanto próximo, al amor-pasión, expresado en una relación de raíces sadomasoquistas, y la ciega e inquebrantable lealtad de Johnny hacia su jefe, en la que muchos han querido ver una relación de base homosexual.

El film forma parte por derecho propio de la galería de películas míticas, debido principalmente al hipnótico magnetismo de Rita Hayworth en pantalla, a quien le bastó aparacer enfundada en un vestido de satén negro, entonando los acordes, con voz prestada, de "Put the Blame on Mame" y quitarse un guante, para marcar la educación sexual de toda una generación y elevarse a la categoría de diosa inmortal de la belleza y la sensualidad.

La química desbordante entre ella y Glenn Ford, que alcanza su punto álgido en el momento en que Johnny abofetea a Gilda con la rabia del despecho y del deseo contenido, es otra de las razones de mitificación del film, junto a la espléndida fotografía de Rudolph Maté, que supo hacer que la pantalla cobrara vida, cada vez que Gilda movía su radiante cabellera roja.

Gilda marcaría toda la carrera de la infortunada Rita Hayworth, que resumiría perfectamente su fracaso personal al afirmar: "Mi desgracia es que los hombres se acuestan con Gilda y se levantan conmigo".
Maximillian
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13 de junio de 2005
93 de 105 usuarios han encontrado esta crítica útil
“No ha habido nunca una mujer como Gilda”, decían los carteles de esta película cuando se estrenó. Sesenta años después, esa fascinación sigue intacta. Nosotros envejecemos, pero Gilda mantiene legendario embrujo porque Gilda nació para quedarse en nuestros sueños cinéfilos. Recuerdo que la primera vez que la vi era un crío (había sido el único de la clase al que habían dejado verla, por lo que me pasé semanas narrándola con todo lujo de detalles), y aún ahora vuelvo a esta película llena de una inspiración y una magia cómo sólo el Hollywood clásico podía realizar.
“Gilda” es una de esas reuniones mágicas que acontecen de tanto en tanto para destilar más allá del buen cine y crear leyenda, como ocurre con “Casablanca”, “Lo que el viento se llevó” y tantas otras. Es un soplo único, irrepetible (de hecho, intentaron repetir el éxito reuniendo al mismo equipo y apoyándolo con un mayor presupuesto en “La dama de Trinidad”, y la magia no apareció por ningún lado, aunque la Hayworth bailaba como los ángeles en esta producción), lleno de secuencias y diálogos que se te clavan en la mente, en la que quizás es una de las mejores películas de cine negro de todos los tiempos. Curiosamente, y esto lo comparte con “Casablanca”, pese a ser Rita la mayor estrella de la Columbia, la película se comenzó sin tener un guión acabado ni tampoco tener la menor idea a dónde irían a parar todos estos personajes en los que nada es lo que parece… sino muchísimo peor. Según iban rodando, iban creando nuevas secuencias (algunos de los diálogos se añadieron en doblaje), incluso los famosos números musicales de “Put the Blame on Mame” y “Amado mío” se realizaron casi finalizando el rodaje. No importa que Rita no supiera cantar. Nadie se movía como ella, nadie podía interpretar un personaje como este. Cuando dice en un diálogo memorable que si “fuera un rancho, se llamaría Tierra de Nadie”, quedas sobrecogido. El lucimiento que realiza en cada secuencia es espectacular. No es sólo belleza (es cierto, nunca hubo otra como ella) es la fuerza y la vulnerabilidad a un tiempo. El maravilloso número en el que ella se venga de Johnny interpretando en el casino el tórrido “strip-tease” pasa con justicia a la historia del cine (remata con la famosa bofetada).
“Gilda” es una obra maestra, en la que todos los detalles que hacen una gran película están ahí con la máxima expresión. Una fotografía maravillosa de Rudolph Maté; una dirección artística que hacen un Buenos Aires improbable pero imborrable; las actuaciones prodigiosas con un Glenn Ford destilando una química insuperable no sólo con Rita, sino con Geoge Macready con el que mantiene una relación homosexual brillantemente insinuada (o un trío, pues siempre está un “pequeño amigo”); y Steven Geray, como “Tío Pío”, un personaje único en toda la historia del cine negro.
Hay que saborear “Gilda”, tiene el sabor del cine legendario.
Strhoeimniano
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4 de enero de 2006
56 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dirigida por Charles Vidor, se rodó en los estudios Columbia de Hollywood.

La acción principal tiene lugar en Buenos Aires en 1945/46. Narra la tomentosa relación de amor entre Johnny Farrell (Glenn Ford) y Gilda (Rita Hayworth). Después de haber sido amantes, Johnny abandona a Gilda para seguir su vida de jugador tramposo en el submundo de Buenos Aires. Un extraño, turbio, acaudalado y ambiguo personaje, Ballin Mundson (George Macready), le salva la vida y le convierte en su brazo derecho. La relación entre los dos se ve alterada cuando Ballin, después de un breve viaje, regresa casado. La película narra las relaciones tempestuosas que se establecen entre Gilda y Johnny, a raiz de su imprevisto reencuentro. Éstas se enmarcan en un Casino ilegal de juegos, la llegada a Buenos Aires de criminales de guerra nazis, la participación de Ballin en negocios tenebrosos, la sucesión de asesinatos, suicidios, muertes y desapariciones. Sobresale la belleza de Rita Hayworth, que asocia hermosura y perfidia, elegancia y maldad, en un duelo de poder a poder con su antiguo amante. Gilda encarna la figura de la mujer que no se resigna: lucha con furor, rabia y fuerza, hasta la provocación y el escándalo, contra el hombre que la ha herido y quiere someterla. La batalla de géneros se erige en clave del relato y en la base de su interés y grandeza. El striptease que inicia quitándose sensualmente los guantes y arrancándose después el collar, no es un acto de sometimiento, sino un soberbio grito de guerra.

La música aporta dos versiones de una canción original "Put Blame On Mame" y una canción de la época ("Amado mío"). Inserta fragmentos orquestales de factura vanguardista. La fotografía, de Rudolph Maté, exalta la belleza de la protagonista con primerísimos planos e iluminación que recuerdan los que William H. Daniels dedicó a G. Garbo. Es magnífico el movimiento de la cámara, que hace uso de recursos novedosos y efectistas (encuadre desde el suelo en la escena inicial) y de una sobresaliente iluminación. El guión incluye diálogos breves y rápidos, llenos de ambigüedades, sugerencias y matices. Pese a que la filmación incluyó improvisaciones y algunos añadidos finales (la canción "Amado mío"), la hilación argumental es excelente. Cuando Gilda dice que si ella fuera un rancho, lo llamarían "Tierra de Nadie", el espectador se siente estremecido; cuando entiende que la afirmación no es una definición, sino una provocación, se le hiela el alma. La relación homosexual entre Ballin y Johnny se sugiere con extrema sutileza. La interpretación de los protagonistas y de los secundarios George Macready ("Senderos de gloria") y Steven Garay billan a gran altura. El vestuario de RH es excelente: el vestido de noche con guantes está inspirado en el retrato "Madame X", de John Singer Sargent. La dirección hace alarde de virtuosismo, habilidad y versatilidad.

Una de las obras míticas del cine más renombradas. Contiene imágenes arquetípicas. Imprescindible.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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30 de junio de 2009
48 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gilda es de esos títulos que has oído tanto hablar de ellos que te esperas una gran película, Gilda es una película como Casablanca o Gran Hotel, películas de mucho nombre pero hay películas que tienen menos nombre y son más grandes.
Una historia normal, amor, lujuria y juego, una mujer deseable por todos, una historia a medio camino entre dos hombres y a su vez toda una fortuna además de estar metidos todos en una mafia; son demasiadas cosas para saber que lo más importante de la película es el nombre de esta hermosísima mujer que causa escándalo allí donde se levanta el pelo, se quita el guante o se pone a cantar, una mujer hermosa y por eso merece ver la película porque el resto es un guión mal concluido y con piezas mal encajadas ya que la principal intención de la película era mostrar el espíritu de esta hermosa mujer de aquella época.
Es verdad que la película se ve muy bien pero cierto es que me esperaba algo mucho mejor ya que tanto se ha homenajeado a esta película que creía que sería algo fuera de serie.
Sus censuras hicieron que está película pasara a la historia, la iglesia a veces censura sin darse cuenta que están dando potencial a esta película.
manuel
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10 de abril de 2011
57 de 95 usuarios han encontrado esta crítica útil
Le doy 4 puntos por el bofetón. Pero no por la bofetada famosa que le da el panoli del Glenn a la cuttre fattale de Rita la cantaora, no, si no por el bofetón que recibe un buen hombre que no canta a coro las victorias de la guerra. Madre mía, qué escena: la guerra acaba. En la sala de fiestas, hombres y mujeres entonan una canción a coro. Este buen hombre está tranquilamente ahí, medio absorto en sus cosas, y sin venir a cuento el señor que está delante se da la vuelta, observa que no está ni tan siquiera canturreando y le propina un bofetón en el gepetto apoteósico, con la mano abierta, en trayectoria un pelín inclinada, que le deja la cara marcada en plan superintendente y le desplaza dos centimetros el pelo de la cabeza, millones de capilares avanzan tres raíces a la derecha. Esa bofetada sí que es la hostia. Bueno, bueno, algo impresionante. Claro, el buen hombre, de inmediato se agarra a su dry martini para no caerse y comienza a cantar como un hooligan en un prepartido, mitad tenor mitad jilguero.
Sines Crúpulos
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