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Clinical (2017)

Clinical
104 min.
3,8
867
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Sinopsis
Un psiquiatra trata de retomar su vida tras sufrir el ataque violento de una paciente. (FILMAFFINITY)
Género
Thriller
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Clinical
Duración
104 min.
Guion
Música
Fotografía
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6
LA BELLA (CORNUDA Y APALEADA), LA BESTIA... Y EL MONSTRUO
Con otros títulos, no demasiados, importados en su catálogo, Netflix ofrece diferentes producciones de elaboración propia, en varios casos de patente mediocridad, pero siempre imprimiendo un formato técnico y de estilo que, cuando menos, hace pasables las cintas que presenta en su cartelera. “Clinical” (2017), es una de las películas que engrosan el surtido de géneros que uno puede escoger para su hora y pico de entretenimiento, en este caso un “psicothriller” con toques de horror (que no de terror), dadas las dosis de hemoglobina y espanto que se tiene reservados en momentos puntuales.

El francés Alistair Legrand, quién ya debutó en 2015 con “The Diabolical”, fue el encargado de dirigir esta pieza, que si tiene algo en común con su predecesora, es la poca amañada forma de hacer discurrir el ritmo narrativo de un script, que en ambos casos se guisa en “slowburn”, para luego resolverse de forma atropellada y poco imaginativa. En las dos películas, Legrand comparte guion con Luke Harvis, y de poco le sirve tener mano en el libreto, al tiempo que en la claqueta. El resultado es igual de complicada digestión en el uno y el otro. El tándem se muestra poco hábil en hacer andar dichos “flicks”. La más que probable (y probada) inexperiencia quita no poca calidad a una interesante idea argumental, que habría requerido mucha más garra para ser más efectiva.

Por falta de luces, o por voluntad castradora de ideas por parte de los productores (consabido es que un equipo artístico y técnico de rodaje suele tener las manos atadas por los paganos), la base del planteamiento se desarrolla de una forma pobre y bastante torpe, sin clara apuesta, sin mojarse demasiado, y dejando manifiesta la similitud pareja de la trama con otras piezas en las que los protagonistas son profesionales de la salud mental. Una de las que más claramente evoqué fue Gothika (2003), de Mathieu Kassovitz, interpretada por Halle Berry y Robert Downey Jr. Así como, en el planteamiento inicial, la descarada referencia a “El Sexto Sentido” (1999), de M. Night Shyamalan, pero carente en este caso, del aura de lo sobrenatural que envuelve la historia, por lo que el componente terror queda diluido.

El tejido narrativo se aguanta con pinzas. Por lo mal planificado que está su desarrollo, con un tardío arranque (quizás con la intención de generar una tensión que no acaba de fraguar), un lento avance y una resolución en la que casi se les quema el guiso (ya lo dice el adagio inglés: “procrastination now, panic later”). Así como por el tratamiento de las situaciones que viven los personajes, especialmente la la Dra.Mathis. Muchas de las actitudes, acciones y procederes de la psicoterapeuta, son de una inverosimilitud apabullante: nadie en su sano juicio dejaría ejercer a un(a) psiquiatra, psicólogo(a), que se encuentra en tratamiento (con o sin medicación), por un trastorno de síndrome postraumático, y menos si está causado porque un(a) paciente se ha rajado el cuello delante de sus narices, después de atacarle; el constante rifi-rafe de “ahora te cojo”, “ahora te derivo”, “ahora abandono el proceso” con un paciente … un cúmulo de desatinos que restan credibilidad a la historia.

John Frost se prodiga en primeros planosn en las secuencias protagonizadas por la Dra.Mathis, ya sea ésta como terapeuta, o como profesional supervisada por un colega.

Con este encuadre, se nos quiere meter en lo más profundo de los personajes, si bien sólo es posible en los casos de Vinessa Shaw (Jane), y de Kevin Rahm (Alex). El resto de caracteres, por mor de secundarios, no tienen un trasfondo tras sus apariciones, como se quiere mostrar con los dos principales.

El montaje inserta los “flashbacks” de forma clara y en los términos estéticos y formales adequados para que podamos encajarlos en el conjunto. Se presentan de un modo (así como las alucinaciones, pseudoalucinaciones o apariciones que dice experimentar ver Jane) tal y como son vividos por cada cuál (sea real, imaginado, e inclusive inventado por cada uno de ellos en un momento dado).

Al final también es cómplice de las elipsis del guión que deja la segunda parte de la narración repleta de agujeros y vacios que el espectador tiene que ir llenando, pudiendo seguir el hilo cada vez a más duras penas en el progresivo, y en los últimos momentos, disparatado acelerando que toma la cadencia de la acción.

La música de Ian Hultquist, monótona y lineal, mezcla una incipiente banda orquestal (destacando de ella prácticamente sólo el trabajo más pormenorizado en la sección de cuerdas), con múltiples efectos de sonido a copia de sintetizador. Recuerda bastante a las apacibles, pero a veces muy sosas, composiciones de Thomas Newman, que va transcurriendo en un continuo “perpetuum mobile”, sin demasiadas variaciones temáticas, de motivos completamente difusos (en algún momento acentuando la intensidad dramática), siempre en un discretísimo segundo plano. Eso si, coherentes con la naturaleza emocional de la escena o secuencia que acompaña.

Los diálogos poco trabajados, y en las tomas de los encuentros entre la doctora y su misterioso paciente, tienen destellos de atraer el interés, y de crear atmósfera sin que los párpados caigan por su propio peso. Pero por norma, se figuran en la mayor parte del metraje, desaboridos y cachazudos.

A parte del lucimiento de Shaw y de Rahm, podemos disfrutar de la presencia del veterano William Atherton, usualmente siempre en papeles de villano o execrable individuo, la mayoría de segundón (como en “La Jungla de Cristal” (1988), de John Mc.Tiernan), o como despiadado antagonista en telefilmes poco conocidos como “Sepultado Vivo” (1990), de Frank Darabont.

Una auténtica lástima. Su caracterización podía dar para mucho, y lo dejan en el puesto de poco más allá del adorno. Sin embargo, lo poco que le deja el tiempo de aparición y lo fútil de sus dicciones, no mancillan un genuino porte, y él igualmente da muestras de dar todo de sí, que por esto es un profesional.
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11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Te regalo un Giro Telegrafiado por Navidad...
En el póker, no hay cosa más triste que marcarse un farol cuando todo el mundo sabe que estás mintiendo.
Presumes, sonríes, y hasta puede que le des vidilla al juego, pero a poco que los demás jugadores sepan controlar el mazo, te vas a caer con todo el equipo a la primera de cambio.

Algo parecido le pasa a Alistair Legrand aquí: nos hace creer que tiene una escalera de color, y al final solo sostiene una triste pareja.
'Clinical' no tiene muy claro qué quiere contar... ahora es una de terror con sustaco de niña siniestra a la vuelta de la esquina... ahora es un drama de una psicóloga intentando superar un trauma del pasado... ahora es un thriller de misterio aunque los sospechosos estén claros desde el principio...
Da la impresión de que no sabía muy bien a qué agarrarse y elige un híbrido torpe y tramposo para poder llenar los excesivos 104 minutos que dura.

Lo peor es que durante su primera hora o así es capaz de acertar en alguna tecla, metiéndonos en la consulta de Jane Mathis, poblada de casos intrascendentes que pueden pasar uno detrás de otro porque no son los que de verdad le interesan.
Hasta que llega un extraño de cara desfigurada, haciendo el tipo de preguntas incómodas que no se pueden ignorar, como un dedo en la llaga de Jane: "¿así es cómo lo hacéis verdad, os sentáis ahí juzgándonos en silencio?".
Es un tramo de la película que consigue pintar la profesión de psicólogo clínico como algo no exento de peligro, pues el abismo que nos mira también puede ser el que se cierre sobre nosotros.

Pero entonces llega el final, absurdo, incoherente y con más giros que un tiovivo.
Repitamos todos juntos: UN. GIRO. NO. HACE. UNA. PELÍCULA.
Si me llevas a un final inesperado de manera natural, sin ocultar información, el asombro es mío. Si por el contrario fuerzas la trama para meter lo que te salga y tomarme por tonto, la incompetencia es tuya, querido director.

En fin, tristísimo cuadro clínico de Navidad.
Si no sabes diagnosticar pa' que te metes, Legrand.
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17 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
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