La guerra de Ana (2018)

Una interesante propuesta sobre el refugio improvisado en un entorno hostil. Una guerra que engulle a una niña tras la pérdida de su familia. La supervivencia extrema como testigo de una forma de vida indigna, pero segura.

El escondite en una chimenea como refugio de males, las expediciones nocturnas en busca de alimento o los improvisados harapos para evitar el frío, son los puntos de interés de una cinta que se excede de metraje. Se estira demasiado una historia que no conduce a nada. Ausente de crítica más allá de la bélica y peripecias insulsas. No hay historia más allá de la trama expuesta, ni peligros con la tensión propia del género.

La cinta de Aleksey Fedorchenko esquiva géneros como lo hace su protagonista con los humanos. Ausencia de terror, toques de humor, suspense o intriga en situaciones que buena ayuda le harían.

La evolución del personaje principal es escaso y sin relevancia. Se le niega toda posibilidad al avance emocional y físico. No hay lucha interna, ni madurez en las acciones. Todo es estático y motivado por el instinto de cualquier animal por muy torpe que sea.

Una propuesta interesante que se queda en eso, en propuesta.

El director ruso Aleksey Fedorchenko trata la guerra desde la perspectiva subjetiva de una escuela y una niña que mira el mundo desde su escondite. Es un enfoque que recuerdan las películas de Andrei Tarkovsky o de Elem Klimov.. El guión, de Natalya Meschaninova ("Arritmia") y Fedorchenko no explica cómo Anna llega a su escondite en ese edificio en una pequeña repisa dentro de una chimenea, a varios metros del suelo.